Milo de Angelis

No. 98 / Abril 2017


 






Milo de Angelis
(1951) 
 

Traducción de Reinhard Huamán Mori


Quel lontano di noi


Ci viene restituita una corsa a Villa Scheibler,
il legno della porta, un verde esteso
per nomi e anni fino a qui, fino all’ora
più discorde, fino al luogo terminale. E tu
sorridi, ti disseti in quella goccia, accordi
le lancette del polso a quelle celesti,
episodio tornato al ritmo, essenziale nudità, quel
lontano di noi che risuona, placato, nelle labbra.


*

C’è un’ora che raccoglie tutte le ore,
la lode e lo sterminio, i baci che incalzavano,
l’angolo del ginocchio, il gelo e il soprassalto
come in un appello universale giungono
con un volto ciascuna, un segno distintivo,
un soprannome, congiungono le linee del tempo
a quelle della mano e del quaderno,
alla precisione di un congedo.


*

Tra figure d’indugio e di ansia, siamo scesi
nel bacio, abbiamo attraversato il groviglio, siamo scesi
nel tempo silenzioso, nella carne raggiunta,
nel tempo, nel tempo: invasione corale
della luce, idea sciolta nella sua infanzia, vela
che ci porta congiunti, sorriso
degli sposi promessi. Ma non ha regole, mai,
la via del dolore.


*

Nella stanza, nel modo esatto
di disporre gli oggetti, c’era la tua attesa
e tutto si preparava all’istante
dell’ingresso, ai piedi scalzi
che varcavano il confine, ogni confine,
tutto si illuminava di te, lieta pronuncia
di tavoli e pareti, brivido preciso,
battito estivo che porta il disordine alla sua
pura linea, al sorriso, all’annuncio,
calda voce dell’al di là.


*

Ma a volte, tornando, s’incontra l’ira dei morti,
il pallido sconcerto delle strade che una volta
furono nostre e ringraziate, furono brivido notturno
e veste sfiorata nel balcone: bisbigliano
che solo uno fu l’istante, solo uno fu il bacio, il nome
dei batticuori, solo uno, bisbigliano
l’antico stornello: “non tornare, oh, non tornare
nei luoghi che ti hanno visto felice”.


*

Nell’ora consacrata, nella chiarezza
dei corpi siamo stati, ed era
quell’intimo che in sé trabocca, quel respiro
che muove le foglie di Villa Scheibler
come nel minimo toccarsi c’è l’intero,
come una donna si fa ritmo e silenzio.


*

Talvolta è stato attendere nel buio
la felicità degli atleti, la chiara
fantasia sulla pista, i bei giocolieri,
talvolta è stato un blocco di partenza,
una melodia invocata tra le note
più disperse, i cuscini, le scale mobili
dell’ultima estate, dell’ultima
frase che respira in tutte.


*

Bruciava l’asfalto e tu eri sola
tra gli alberi di Quarto Oggiaro e le luci
immortali dei bar e le case
degli anni cinquanta, balconi e basilico,
un concerto di piantine e di mare:
torna, non tornare più
qui, nella nostalgia dei viventi, torna,
non tornare, ritorna, mai, più.


*

Sulla tua fronte restava un segno
della notte, l’amore che sfugge all’udito,
forse, una sazietà di ore. Vagando
nella stessa ruga, sfiorando la linea
in cui non si entra, mi chiedo
dove andrà il tuo sangue, l’estate
di Roserio, la cicatrice, la stretta di mano.


*

Quell’ignoto che in pieno giorno
ci porta via, quella rosa
affranta che appare nell’unione,
sua orbita segreta, siamo noi.
Siamo noi il luogo della cronaca
e il luogo del fiore senza età.



Aquel lejos de nosotros


Se nos concede un paseo por Villa Scheibler,1
el madero de la puerta, un verde extendido
por nombres y años hasta el aquí, hasta el ahora
más discorde, hasta el punto final. Y tu
sonríes, te sacias en aquella gota, ajustas
las manecillas del pulso con aquellas celestiales,
episodio que regresa al ritmo, esencial desnudez, aquel
lejos de nosotros que repica, apaciguado, en los labios.


*

Hay una hora que contiene a todas las demás,
la alabanza y el exterminio, los besos que perseguían,
el ángulo de las rodillas, el hielo y el sobresalto
llegan como un llamado universal 
cada uno con un rostro, un signo distintivo,
un sobrenombre, enlazan las líneas del tiempo
con aquellas de la mano y las del cuaderno,
con la precisión de una despedida.


*

Entre figuras de demora y de ansia, caímos
en el beso, atravesamos la maraña, caímos
en el tiempo silencioso, en la carne conquistada,
en el tiempo, en el tiempo: invasión coral
de la luz, idea disuelta en su infancia, vela
que nos lleva juntos, sonrisa
de los novios. Pero no tiene reglas, nunca,
la vía del dolor.


*

En la habitación, en el modo exacto
de disponer los objetos, estaba tu espera
y todo se preparaba para el momento de
tu ingreso, con los pies descalzos
que atraviesan los confines, cada confín,
todo se iluminaba de ti, alegre pronunciación
de mesas y de muros, escalofrío preciso,
latido de verano que lleva el desorden a su
línea pura, a la sonrisa, al anuncio,
cálida voz del más allá.


*

Pero a veces, al regresar, se encuentra la ira de los muertos,
el pálido desconcierto de las calles que alguna vez
fueron nuestras y agradecidas, fueron escalofrío nocturno
y el vestido rozado en el balcón: murmuran
que uno sólo fue el instante, uno sólo el beso, el nombre
de las pulsiones, uno sólo, murmuran
el antiguo estribillo: “no regreses, oh, no regreses
a los lugares en los que te han visto feliz”.


*

En la hora consagrada, en la claridad
de los cuerpos hemos estado, y era
aquella intimidad que en sí misma se desborda, aquella
respiración que mueve las hojas de Villa Scheibler
como en el mínimo roce está el todo,
como una mujer se hace ritmo y silencio.


*

Algunas veces era esperar en la oscuridad
la felicidad de los atletas, la clara
fantasía sobre la pista, los bellos malabaristas,
a veces era un bloqueo de salida,
una melodía invocada entre las notas
más dispersas, las almohadas, las escaleras mecánicas
del último verano, de la última
frase que respira en todas.


*

Quemaba el asfalto y tú estabas sola
entre los árboles de Quarto Oggiaro2 y las luces
inmortales de los bares y las casas
de los años cincuenta, balcones y albahaca,
un concierto de plantas y de mar:
vuelve, no vuelvas más
aquí, a la nostalgia de los vivos, vuelve,
no vuelvas, regresa, nunca, más.


*

Sobre tu frente quedaba un signo
de la noche, el amor que escapa al oído,
tal vez, una saciedad de horas. Vagando
en la misma arruga, rozando la línea
que no debemos pasar, me pregunto
dónde estará tu sangre, el verano
de Roserio,3, la cicatriz, el apretón de manos.


*

Lo desconocido que en pleno día
nos lleva, aquella rosa
acongojada que aparece en la unión,
su órbita secreta, somos nosotros.
Somos nosotros el lugar de la crónica
y el lugar de la flor sin edad.




1 Importante edificio histórico de Milán construido en el siglo XV. Se ubica en el barrio de Quarto Oggiaro.
2 Barrio de Milán perteneciente al Municipio 8 y situado en la parte noroeste de la ciudad.
3 Otro de los distritos de Milán situado en la periferia noroccidental y pertenece también al Municipio 8.