No. 99 / Mayo 2017




Taller Ditoria: cultura viva
Entrevista a Roberto Rébora y Luz Lourdes García



Mariela Castañeda



 
Roberto Rébora
—Así trabaja la cultura viva, ¿no?

Rébora entra a la habitación y nota un descuadre en una pintura que descansa en uno de los muros de Taller Ditoria. Lo sacude un poco, le da unos golpes hasta enderezar el cuadro dentro del marco. Pienso en este gesto como propio del editor y del pintor.

Quisiera empezar con una pregunta que tiendo a hacer bastante, pero siempre es bueno escuchar una nueva respuesta, tus búsquedas como pintor, como artista plástico, en alguna manera llegan a cruzarse con las de editor, ¿existen similitudes?

Te voy a contestar en el presente, lo que estoy haciendo en la actualidad, como pintor, desde hace tres años, que es la incursión en la representación de ese espacio virtual que es la red, es decir, mi interés de llevar al plano la posibilidad de la tercera dimensión es una reacción incluso a mi experiencia como editor tipográfico, es decir, va de la mano con mi cercanía con el oficio de la impresión manual tipográfica. Me parece que ahí se completa un círculo, un recorrido. Si por economía de medios e independencia y la fortuna de encontrarme con gente relacionada a la edición, editores, poetas, artistas, hizo que se cultivara aquí, a lo largo de 22 años el trabajo de la edición tipográfica manufacturada, en un momento, hace cerca de tres años, por oposición, por el mundo actual en el que vivimos, se dio la motivación de enlazar esta relación que existe con la tecnología.

En una entrevista que te hicieron recientemente, mencionas que ahora más que nunca el papel del editor es importante, ¿podrías ahondar un poco en ello?

Desde luego, yo creo que la red es la relación con la idea del infinito de forma más práctica que tiene el hombre a disposición en la actualidad; la red se asume como un espacio donde todo cabe y todo terminará por encontrar su lugar. Y sin embargo, por lo mismo, en la amplitud de ese espacio, la necesidad de poder elaborar un percurso casi metodológico, aquel que hace el editor para decidir, para llevar a cabo su propio oficio, en la amplitud del teclado que te ofrece la red, es necesarísimo poder tener la orientación de qué buscar y cómo llegar a lo que buscas.

Claro, en ese sentido una editorial funciona como una curaduría.

Al revés, en realidad.

Taller Ditoria, en ese sentido ¿tiene algún eje, una dirección...?

No, Taller Ditoria es un ejercicio lúdico, es un ejercicio cuyo primer catálogo de autores es marca de Josué Ramírez, poeta que participó aquí en los primeros cinco años. Esa línea que él marca, yo la sigo, digamos, en la medida de mis posibilidades en relación, siempre, al trabajo colectivo que ha sido esto. Seguimos editando los libros que generan un entusiasmo en el momento, es decir, Taller Ditoria, no es un proyecto, Taller Ditoria es un estado presente que vive de sus activos, del entusiasmo, porque, es un estado permanente en quiebra. No es una empresa, no tiene fines de lucro, no tiene otra concentración que el momento instantáneo de estar reproduciendo tipográficamente una página.

En una charla acerca de la edición de poesía en México, Emiliano Álvarez, de la Dïéresis Editorial, comentaba que él no creía en la desaparición del libro frente a la realidad del libro digital, al contrario, preveía que estas dos materialidades, el libro digital y el libro impreso, iban a empezar a reflexionar sobre los propios medios que emplean y quizás incluso radicalizarse, tratar de diferenciarse significativamente con el fin de ofrecer algo nuevo al lector. ¿Consideras que parte del ejercicio de Taller Ditoria se relaciona con esta reflexión?

Sí, desde luego, son colindantes. Yo adjudico, digamos, las nuevas manifestaciones y prácticas expresivas exclusivamente al crecimiento demográfico. Es decir, habrá lectores para Kindle, habrá lectores para libros masivos, industriales y habrá lectores, desde luego para libros que tienen el cuidado de quienes hacemos ediciones independientes que los asumimos como una extensión muy celosa de gustos propios.

Dentro del gusto propio encontrar coincidencias con los lectores...

Sí, desde luego, todos gravitamos en torno a una motivación única —propia de quienes nos dedicamos a una idea de cultura desde sus fuentes, cuyo interés es el hombre. A partir de la reflexión de individuos en extremo sensibles, los más económicos de todos, es decir, el poeta genuino, es que uno decide conservar lo más intangible de la creación del hombre, que es la poesía.

En términos de trabajo editorial, ¿cómo funciona la relación con la obra del poeta? ¿Él va paso a paso en el proceso o ustedes tienen mayor libertad para editar el texto?

Plena, absoluta, es decir nunca ha habido relación creativa en el sentido estricto con el poeta, es decir, el poeta nos deja su inédito y nosotros trabajamos bajo la condición de que hacemos propio el libro, de tal manera que la fisonomía de nuestros libros es la fisonomía de la lectura que hacemos del inédito, del manuscrito.
 
¿Podrías hablarnos un poco de ese proceso de darle cuerpo y de esa lectura hecha materialidad?

Sí, es la suma de todos nuestros libros. Yo nunca me he asumido como editor, no considero serlo, Alberto Ruy Sánchez hace unos años en una conversación privada hizo la especificación con la cual estoy plenamente de acuerdo, de que yo estoy relacionado con la imprenta, más que con la edición. He tenido la fortuna de estar al lado de editores, en la actualidad Luz de Lourdes García, anteriormente Marco Perilli o anteriormente Josué Ramírez, en todo este tiempo. El ejercicio es una suma, a pesar de que he sido a quien le ha tocado la decisión de decidir qué publicar, siempre desde la conversación colectiva.
 

Es relevante seguir editando poesía en México, ¿en cuáles condiciones?, ¿qué dinámica?

A Taller Ditoria le bastaría hacer un libro anual, nos gustaría hacer El Libro, digamos, que se decida por decantación, por exigencia misma de la lectura, es decir, por la necesidad imperante de intencionar el contagio de aquello que nos parece que contiene una reflexión que es propicia para el entendimiento, para difundir la expresión en un mundo, justamente, en que todo está cifrado para tener mayor productividad, mayor difusión etcétera. Yo soy del parecer de producir menos, en la medida en que hay mayor hincapié en la importancia de lo que se produce y no al revés.
 
 
 

También tiene que ver con tomarse el tiempo, que justo es digamos lo que inaugura un libro físicamente, un espacio, un proceso, ¿cómo fue para ti iniciarte en el mundo de la lectura como editor?

Yo soy autodidacta, no tengo estudios formales, y mi lectura hasta Taller Ditoria fue completamente empírica. Mis lecturas se relacionan con historia del arte o literatura relacionada con la crítica del arte o poesía. Cuando se forma Taller Ditoria, en ese accidente que cambió el rumbo de mi vida, no lo tenía contemplado. Desde luego que la lectura se ha vuelto un contagio sumamente orientador para mí. Es decir, leía a los poetas que evidentemente hemos publicado: encontré la fascinación en la obra de Gerardo Deniz como encontré la fascinación en los escritores que he tenido oportunidad de leer. No me considero editor porque no conozco el mapa que es imperativo, lo cual me parece como condición del editor para poder elegir, por eso sostengo comúnmente que esto es un ejercicio lúdico, es decir, está en relación a la permanencia de un entusiasmo que es justamente lo que uno quiere dejar cifrado en las ediciones que nosotros hacemos.

Desde cierto punto, esta, digamos, esta distancia que tú tienes al estar entre estas dos aguas, las artes plásticas y el trabajo editorial, aunque tú mismo no te consideres editor, te da un giro de tuerca, es distinta la manera en la que tú te acercas a un proyecto editorial que, como lo haría alguien que está sumergido de lleno en el medio.

Bueno, si consideras que hay un ejercicio como el Omnibus de poesía, por mencionar un ejemplo inmediato, en donde lo que se hace justamente lo contrario, es decir, señalar todos aquellos ejercicios que a juicio crítico del editor cultivan una zona de las formas poéticas, lo que nosotros hemos hecho es lo contrario en algún lugar. Una vez que cultivamos a Gerardo Deniz, publicamos cinco libros, hemos publicado tres libros de Ida Vitale, hemos publicado una cadena muy estrecha de obras que están relacionadas con la práctica misma de la imprenta y del trabajo gráfico. Es decir, ahí está mi relación como pintor.

Partiendo de una concepción muy amplia del acto de la lectura, de acercarse y comenzar a habitar una obra, ¿existen para ti vasos comunicantes entre leer poesía y leer pintura?
 
Sí, yo creo que la poesía está en la práctica, para citar sin nombrarlo por evidente al mismo autor. Yo encuentro la poesía en la fascinación sensible de la práctica en todos los actos que realizamos durante el día. Desde luego, esto es utopía, porque evidentemente nos movemos condicionados por las exigencias y urgencias del mundo físico, práctico. Pero encontrar el gusto y su profundidad, es decir, aquello que encuentras en la concentración de la poesía, lo encuentro también en el acierto que puede tener cualquier medio expresivo, en particular el mío, es decir, que se ha conservado en el oficio tradicional. Nunca extrapictórico sino exclusivamente pictórico.

Regreso a lo que mencionabas, lectura e interpretación son los ejes para llevar a un texto a lo material. ¿Esas posibilidades, esa potencia plástica tú la ves en el texto o es exclusiva de la lectura?

No, evidentemente está en el texto, es compartida.

Dentro de este ejercicio lúdico que es Taller Ditoria, anclado en el presente, ¿cuáles son los planes que tienen hacia el futuro?

Por las exigencias económicas, por la dificultad de la supervivencia del ejercicio independiente como editores, el proyecto es reformular el esquema de producción de Taller Ditoria. Es decir, los libros de Taller Ditoria no se pueden hacer más rápido que la velocidad del tiempo humano, tú no puedes formar tipográficamente una página más rápido que el tiempo humano que se requiere. Para poder conservar una estructura económica que pueda soportar el tiempo de producción de 200 ejemplares de un libro de Ida Vitale, por ejemplo, o de Vampiros Aztecas de Pablo Soler Frost, que fueron nuestras últimas dos ediciones, estamos conformando las condiciones para tener resuelta la posibilidad del costo de producción. Taller Ditoria ya no está en grado, por las mismas exigencias económicas, de estar permanentemente produciendo, porque ese esquema nunca fue económicamente viable, siempre hemos estado en quiebra. Sin embargo, antes Taller Ditoria lograba, milagrosamente, por coediciones, porque el libro de Vitale se hizo con el apoyo de la Universidad del Claustro de Sor Juana, por ejemplo,cierta, si se le puede llamar entrecomillada, estructura de estabilidad de producción. Ahora la necesidad de la circunstancia nos obliga a ser mucho más exigentes con el tiempo que tenemos de producción para concentrarlo de la mejor manera y poder estar en grado de seguir produciendo.
 
¿Esto ha tenido que ver con algún cambio en el panorama editorial del país?

Yo soy de los que creen que a pesar de la situación histórica que vive el país hay muchas cosas que defender y que conservar. Yo creo que nunca fue otro el panorama para una editorial independiente, creo que nunca ha cambiado. Creo que lo que hay que defender es la necesidad y nuestro derecho de seguir cultivando, de acuerdo a las posibilidades de cada quien lo que yo llamo la cultura viva, que es esta experiencia de hacer las cosas desinteresadamente en cualquier otro ámbito que no sea aquel que cultiva la estética y la reflexión.
 
 
Luz de Lourdes García

Historia e impronta de Taller Ditoria
 
¿Cuál es el sello o la apuesta original de Taller Ditoria?, ¿existe un lector en mente?, ¿la idea de un proyecto estético o literario?

El antecedente directo de Taller Ditoria es precisamente la manera de hacer libros literarios artesanales con la técnica de tipos móviles e impresión, como se suele decir, a la “antigüita”. Está inspirado en el trabajo que hace Taller Martín Pescador cuyo fundador y dueño sigue vivo, Juan Pascue. Ahí hay todo un precedente en la historia de la literatura tanto del lado de la edición como de los contenidos que son principalmente poéticos. A partir de ahí un grupo de entusiastas de la poesía, entre ellos, el pintor Roberto Rébora, Josué Ramírez, Eduardo Vázquez Martín actualmente es el Secretario de Cultura de la Ciudad de México y otros más, organizan lecturas de poesía, una especie de tertulia entre amigos. Ahí surge la idea de los tipos móviles, luego se presentó la oportunidad: llegó una caja de tipos móviles, con el tiempo, una Chandler de 1887, una prensa plana y, bueno, con ello empezaron a jugar.  Ellos costeaban los libros, que se regalaban; se hacían, no sé, de diez a 25 y se regalaban.
 
En ese grupo, Roberto Rébora conoció al poeta Gerardo Deniz y se hizo una amistad muy profunda, a partir de ahí se empezó a formalizar la idea de hacer una editorial como tal, el asunto es que se convierte aquello en Taller Ditoria, con la idea principal de publicar, dentro de la tradición tipográfica, y lo que ahora llamamos libros artesanales —con cosido y pegado a mano. Entonces se hace una selección de colores con economía de medios, en palabras del propio Roberto: con la menor cantidad de recursos hacer todo lo posible para jugar con la creatividad. En estos 21 años, principalmente se publica poesía. Otro de los poetas emblemáticos de Ditoria, ya tiempo después de haber sido fundada, es el poeta Juan Bautista Villaseca, desconocido en el canon de la poesía mexicana.
 
Y bueno, han entrado y salido varias personas y actualmente somos cuatro los que estamos ahí, Roberto Rébora, como fundador y director de Ditoria; Jorge Jiménez, maestro tipógrafoDon Gilberto Moctezuma, maestro impresor, y tu servidora, editora de formación. Cada obra lleva un diseño digamos orgánico, porque desde el momento de la lectura en voz alta, si ya tenemos la idea de publicar, ya en ese momento se va pensando en el diseño y conforme se va avanzando en el trabajo se va modificando, como si fuera creciendo y desarrollándose la obra como tal al convertirse en el libro objeto. 
 
Respecto a que se hace cada vez más difícil sostener un proyecto así, ¿cuáles son los principales problemas que identificas y cuáles han sido sus estrategias?

Como en todo el mundo del libro, el principal problema es la distribución, precisamente con la adicional que es para las editoriales pequeñas, artesanales, ya lo han dicho otros editores, de que ellos ponen de su bolsa para continuar con aquello. Nos impulsa el sentido artístico, la búsqueda de, como dice Grabriel Zaid, de hacer de éste un mundo más habitable, palabras más, palabras menos. Pero es algo también de vocación, no nos vemos haciendo otra cosa.
 
Es eso, la distribución, este tipo de libros no pueden estar en las grandes librerías, como Gandhi, el Péndulo, el Sótano, no tienen cabida ahí, porque, para empezar, no les importa cómo está hecho ni lo que implica llevar eso al público; no conocen sus características, entonces no cautivan en su propio espacio lectores, compradores para este tipo de libros, además de que los maltratan, se ensucian, se rompen, se manchan y para nosotros es una pérdida porque no hay ejemplares de reposición, son piezas únicas, son ejemplares numerados, tirajes numéricamente reducidos en promedio se publican 250 ejemplares por obra. De manera que se requiere de otro tipo de mecanismos, pero hasta ahorita, ninguno de nosotros en Ditoria, ni ninguno de los que nos dedicamos a esto, las editoriales pequeñas, no sabemos cuál es la manera. Estamos en ello, estamos tratando de ver cómo darnos a conocer, como formar incluso nosotros un público propio para las obras que publicamos y lo que hacemos en cuanto a materializar las obras. Yo en particular no tengo ninguna respuesta, sólo sé que sí hay dificultades grandes en la distribución, se puede ir uno a un café y dejar unos libros, o a otros espacios que colocan algunos libros como los nuestros, pero aun así es algo que no ayuda más que en una mínima parte a difundir y a, evidentemente, dejarnos un ingreso que nos permita el ejercicio, cubrir los gastos de operación y los costos de producción. Ahora bien, Taller Ditoria tiene el sistema de suscripción con el cual se cubre parte de la producción durante el año, pero también recientemente lo que estamos buscando son las coediciones, el recurso de otros tantos colaborando, apoyando unos con otros. Seguimos buscando la manera de hacer algo digno dentro de los recursos limitados, hacer algo digno, buscamos la manera, pero evidentemente de nuestras bolsas incluso sale para cierto tipo de gastos.
 
La apuesta de Taller Ditoria es mantener la tradición tipográfica. No nos apegamos del todo a la noción de editorial independiente como se les está diciendo, que no depende de recursos de estado, etcétera, pero si es singular el ejercicio, porque en particular de un tiempo a la fecha, se hace cada vez más difícil sostener ese ejercicio y, sin embargo, ahí estamos. Por fortuna este año ya tenemos varias novedades editoriales, se incorporó a nuestra nómina de autores Pablo Soler Frost, Ida Vitale, entre otros. El resultado está ahí, pero hay detrás de todo eso un esfuerzo descomunal, incluso humanamente elevado por lo que implica. Además del ánimo, el desánimo; finalmente se resiste y se insiste.