cornisa-inditos.jpg

No. 99 / Mayo 2017


Gastón Alejandro Martínez
(Árbol Grande, 1956)



Las voces1

Pierdo el vello de mi cuerpo
Mis pechos crecen, mi vientre se ablanda
por los medicamentos
Hace tiempo me abandonó el deseo
Puede decirse que me dio reposo
Una tregua que a veces quisiera
fuera para siempre
No me he hecho mujer en forma alguna
Ni la tristeza que soy es femenina
Es una fiera que se desguaza a lo lejos
Un viejo macho al que no puede engañar
la escenografía de su hábitat
y sin embargo añora el engaño y sueña
que todo aquello que podría desnudar
de un zarpazo es real.
A veces baja al arroyo de papel
en busca de un licor imposible
No hay melena, no fulgura el ámbar de sus ojos
Sólo le queda el sueño,
Mas despierta, está sentado, mirando
morir a su madre, tan lentamente
Que un día de éstos él morirá primero
Escuchando su quejido, agudísimo
Un hilo de aliento sucio, como Janis Joplin
gimiendo al micrófono, antes que brote
de nuevo el rugido de su blues
Cry, cry, baby
-Anoche vino tu abuela, ¿sabes?
Estuvo aquí conmigo, un momento
Comenzó a desvanecerse mientras le gritaba
Quédate un poco más.
Por eso déjame, no hablo contigo,
Hablo con ella, la invoco, regresa, mamá
Como anoche, estabas tan bella
Eras tan dulce
Como anoche, mamá.


El sofá

                                                                     Para José Luis

El viejo Ezra,
Hecho un desastre en el sofá
desvencijado
La viva imagen de un hechizo,
Soplo que llevó a mis amigos
a hartarse y a morir
Y a mi madre a sobrevivir
hasta volvernos completamente locos.
El viejo Ezra
En un retrato sucio sobre el mueble
donde aquellas muchachas rubias
nos amaron, José Luis, a punta de hachazos
en las sienes, besos bífidos, dagas
a las que una aguja les hacía sonar.
Bailábamos con la ropa hecha jirones
¿Cómo pudo ser? ¿Lo recuerdas?
Los pechos llenos de pecas, agitados,
Aguardado a que acabara con mi vómito
en el lavabo, después de días sin comer.
No parecía importarles
El viejo Ezra
Su aliento atravesando el Universo
como un agujero de gusano
Y tú, vaya tipo que eras entonces
Una lata de sardinas en la pared
Las atildadas sardinas de la Paz
Todas se extinguirán, mas no las rubias
que aún se pedorrean en el sofá
donde gorjea en chino su canción
El viejo Ezra
Que ni viene al caso en el poema
Todo porque una película me hizo llorar
Porque soy viejo y lloro y no entiendo
Cómo aún existe mi madre
y me hace daño con esa cosa lastimera
que me lleva camino al manicomio.
Ah, esa normalidad que despedaza.
Átenme, soy tan fascista como él
El viejo Ezra
Y también he hecho propaganda por la radio
Y nadie entiende lo que escribo
Y mi rostro es un surco sobre un surco
Y ni siquiera es cierto que los extrañe
Váyase al cuerno, tú y todos, José Luis,
Vivos y muertos.
Me quedo aquí, arrullándome
con la mortaja de canción incomprensible
En el sofá que cada día
es más y más una lata de sardinas
que vuelve a cerrarse con su llave, tan curiosa…
Y sólo quiero Paz, sólo Paz.


Old friends no. 2

                                                                     Para Lopitos

Ni siquiera sé qué viene después del polvo
-dijo la criatura con pesadumbre.
Caminaba con ella por el desierto
Aventurando ideas sobre el sol
Tan pequeño y pálido como un terrón de arena
Nadie se preocupa por él
Mas no le importa
Últimamente le da por desvanecerse
Así pasa las tardes
Todo lo que hemos hablado y escrito
Y a él no le importa nada
Seguro detrás del horizonte
hay un gran jolgorio
Al menos una cantina fresca
Llena de amigos pálidos, afectuosos,
en donde pasar el resto de su ausencia.
Se me ocurre que es cuando lo vemos
que vive su verdadera ausencia.
Aquí sólo está el mar
Un coro de bichos que brama azul
contra las rocas
Y ni un alma además de la criatura.
Si no fuera tan triste
Si supiera al menos qué viene después del polvo.





1 Los textos forman parte de Los pisos invisibles. Inédito.