No. 99 / Mayo 2017
 
 


Fernando Nieto, una poesía hecha de hechos


Jeremías Marquines


No basta con escribir libros de versos para ser poeta. Es necesario entender la vida de otra forma, tener las antenas bien afiladas, el espíritu alerta, ayudar a la gente a despertar. De esta manera el poeta catalán Joan Brossa definió su obra artística. Con estas palabras recuerdo también el oficio, la obra, y la amistad respetuosa con el poeta ecuatoriano Fernando Nieto Cadena.

A Fernando Nieto lo conocí a través de sus libros, de sus poemas; algunos de ellos me llegaron por medio del poeta y fotógrafo Juan de Jesús López, uno de los pocos y selectos talleristas que el poeta ecuatoriano tuvo en Tabasco. Y digo “selectos” porque el rigor pedagógico de Fernando fue muy poco entendido. Muchos se le acercaban, pero como no encontraban la complicidad complaciente que sus imberbes egos esperaban, desertaban echando madres y abominando para siempre al viejo y revoltoso vate.

El poeta ecuatoriano se gestó así una leyenda negra entre los entusiastas de las letras en Tabasco, se le indilgó todo tipo de calificativos y opiniones promovidas por el prejuicio y la ignorancia; padeció el deporte preferido de los nativos de aquellas tierras: la infamia y el argüende, así como la consecuente exclusión del oficialismo letrado, hasta sus últimos días.

Sin embargo, mientras en Tabasco era ninguneado, en otras partes del país se le reconocía su dimensión de poeta extraordinario, su aporte a las letras continentales, su vocación formadora, a través del análisis riguroso que practicaba y por la influencia de su propia obra en otros poetas. Recuerdo que en alguna de las visitas del poeta José Javier Villareal a Tabasco, le dijo que el poema California Dancing Club / Incursión en la noche de lluvia de un no flemático admirador de William Blake y la Sonora Matancera, le había mostrado el uso efectivo de las narratividades líricas, y lo celebraba, algo más o menos así, comentó. Fernando dejó pues, una valiosa escuela lírica que, por supuesto, no está en Tabasco porque el prejuicio evitó que lo aprovecharan más.

A diferencia de algunos otros que tuvieron la fortuna de estar muchos años cerca del maestro en sus talleres, yo reconozco que llegué tarde, pero creo que en un buen momento. Tuvimos una amistad de riñas literarias y alcoholes, mucho alcohol y mucha conversación. De las últimas reuniones bohemias que tuvimos, recuerdo una muy grata con el poeta venezolano Santos López. Fer aguantó hasta bien entrada la mañana, había una línea espiritual entre ese poeta santero y el liberalísimo ecuatoriano, una complicidad de letras, de poesía, de música. Yo los mandé al carajo a media mañana cuando decidieron ir al mercado Pino Suárez a comer puchero. Otra ocasión, fue en Acapulco, con otro grande de la poesía mexicana: Óscar Oliva, ambos se expresaban respeto, y desgajaron durante una parte de la noche anécdotas comunes, plática súper divertida, pero el mar y las mulatas urgían a irnos por los güisquis.

Fernando Nieto fue y es un poeta de una dimensión literaria y existencial mayor. Para mí, fue el ejemplo de un poeta consistente, congruente y honesto con lo que hace y dice. Un poeta como pocos, sobre todo, en este tiempo en que la regla es tratar de parecer brillante, pero no serlo, aparentar, simular, matizar, mimetizar.

De Fernando siempre he celebrado su irreverencia, su dignidad ante la vida, su vocación de pedagogo renegado. Su poesía, según mi opinión y mi gusto, es el mejor ejemplo de que la tristeza y la nostalgia alcanzan su más alto registro estético a ritmo del son. En la poesía, la tristeza no tiene por qué ser triste. La tristeza y la melancolía en la poesía de Fernando es un estado estético orientado a generar un shock, no un estado de ánimo. Un desvío irónico, de los que tanto abundan en su poesía, creo.

En fin, no escribo este texto para hablar de la poesía de Fernando. En realidad, no hay nada que podamos decir sobre eso, y sobre ninguna poesía, sin mentirnos. Lo único que puedo decir es que el buen arte puede resistir con mayor eficacia los malos propósitos de la vida. La poesía no hace un mundo personal, aporta forma y estructura al mundo para que podamos habitar todos. En resumidas cuentas, pienso que todo esto forma parte de la poesía de Fernando. Pero, sobre todo, la obra de este ecuatoriano-tabasqueño revela un inmenso compromiso con la honestidad.

No hay en este poeta invenciones superfluas, ni anécdotas de experiencias fallidas que pretenden instituirse como protocolos poetizantes. No hay, afortunadamente, la clásica posición “poética”, ni el lirismo mendicante de momificadas tradiciones que algunos mediocres confunden con la poesía. Fernando Nieto entendió bien que la poesía está hecha de hechos y no puede mostrarse, sólo muestra su forma de figurar en las cosas del mundo.

Fernando Nieto es el poeta que, como dijo Joan Brossa, entiende la vida de otra forma: cuando todos van por la derecha, él gira hacia la izquierda, y cuando todos jalan para la izquierda, él inventa otro camino. Es el poeta que sabe que ser poeta significa tener las antenas bien afiladas, el espíritu alerta, el asombro despierto y, sobre todo, como lo hizo siempre durante toda su vida y estancia en Tabasco, tuvo como vocación ayudar a la gente a despertar.

No se puede entender una parte de la poesía que hoy se escribe en Tabasco, sin la presencia crítica de Nieto Cadena.

En fin, aún hay mucho más que debe escribirse sobre Fernando; de su poesía me ocuparé algún otro día con más tiempo. Por ahora, lamento profundamente la pérdida de un maestro, de mi amigo, pero celebro que ojalá las nuevas generaciones de poetas comiencen a valorarlo y a aprovecharlo más leyendo su abundante obra, la mayoría inédita aún.

Quiero concluir como empecé: citando una frase que también me gusta mucho de Joan Brossa y que le ajusta muy bien a nuestro querido poeta: “Los hombres que verdaderamente hacen la historia, son aquellos que rompen los vicios de la historia, aunque sufran la agresividad de los mecanismos defensivos de los poderosos y, por lo tanto, sea retardada su aceptación”.

Bahía de Santa Lucía,
Acapulco, Gro., mayo de 2017.