No. 100 / Junio 2017


ESPEJUELOS



Una lengua común



Jonio González

 


Una revista literaria es un acto de amor. O una obsecación absurda, lo que en determinadas circunstancias viene a ser lo mismo. Hace unos días pensaba en ello a causa de la muerte de Mihály Dés, con quien colaboré en El Observador y, más tarde, en esa aventura llamada Lateral. Recuerdo las dificultades, las alegrías, el empecinamiento, ese escepticismo del que Mihály, paradójicamente, parecía sacar fuerzas. La realidad, por supuesto, venció a Lateral, pero no lo que dio durante sus años de existencia. Si eso se dio en una revista de información cultural, ¿qué puede esperarse de una revista de poesía? Guillermo Boido escribió en un poema que “la poesía no se vende porque la poesía no se vende”, y creo que la poesía, y por extensión una revista de poesía, es una de las formas más profundamente humanas de resistencia, de preservar el sentido último de la palabra.

A lo largo de mi vida vi aparecer y desaparecer decenas de revistas de poesía, ayudé a fundar alguna, incluso. Vi generar debates que, si bien no salían de los límites de la tribu, en sí mismos servían para reivindicar la humanidad contra el terror, por ejemplo. Me hicieron conocer poetas a los que de otro modo no habría accedido. Me obligaron a reflexionar, siquiera para disentir. Me permitieron acceder, en suma, a distintas formas, modos, concepciones de la belleza. Que los responsables de Periódico de Poesía sigan convencidos de que a pesar de la realidad que nos sacude aún tenga sentido empresa tan absurda, significa que quizá no todo esté perdido.