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No. 100 / Junio 2017


Víctor Rodríguez Núñez


De El cuaderno de la rata almizclera

1

por un cuello de abrigo sale el sol
la luna vuelve por la chimenea
hace el resto la lluvia
con su densa solución unitiva
la piña y el fenómeno
la esencia y el ciprés se corresponden
ante tu desnudez la luz se oculta 
la sombra se revela como piel
en la esquina celeste acorralados
perros que nada puede desunir

lunas por todas partes
con deseos de no perderse nada
no hay más que paja seca
aura de serranía
en la brasa el cabrito que arrastraba el arroyo
soles desempañados por el vino
por la ginebra turbios
el arpegio y la imagen se sacan a bailar
la memoria en jirones
del que no estuvo allí pero se acuerda




4

entre dos colibríes
                                      oscilando en la brisa
bajo la mansa luz del girasol
quemado por la noche
en la intensa ranura
de la jarra que se nos quedó afuera
perfuma la esquivez
                                        con astucia de albahaca
fallará el horizonte
mas la luz se desnuda entre los arces

un colibrí se aquieta
                                          en la curva acerada
detrás de su revuelo el sol se pone
restablece la línea
el trazo que Kandisky no pudo concluir
el otro colibrí por fin se esfuma
con su claro vibrar
una cruz al carbón insano juicio
un escorzo atonal
                                      el ser bate las alas




5

para Jean Portante

con su carbón la rata
                                          puede atizar el brillo
y apagar la mudez
imagen en astillas
mensaje que fluye a contracorriente
con su cisco la rata 
ante el viento en jirones hielo crudo
lunas que no desisten
la nada se da vuelta
                                     forma comprometida 

¿y la gracia almizclada
en los soles que no pudieron ser?
¿cuando el hielo devela
la nerviosa osamenta de las cosas?
¿vigilaba latente
a recaudo de toda condición?
¿cuando el torrente cuaja
al pie de la impureza de los sauces?
¿agitaba en el sueño sumergido
las ondas del estar?




7

te guías por las huellas
                                              de un conejo ambarino
la certidumbre teme
no se tiene confianza
ni aquí ni en otra luna su estación
su acuosa madriguera
y la duda es impulso
                                         segura de sí misma
como una especie endémica
no acaba con entrar ni con salir

ángel de la razón
                                   pavor intrépido
brilla la cicatriz
que el viento hizo a la sombra
enconada la vía hacia la nieve
en el desvelo sube
la manzana que cae de la nada
no oculta su secreto
la vida es numeral
                                    un conejo noctívago




11

una hormiga mayúscula
que no se queda quieta como tú
sobre el tapiz manchado con retozo
en rumbo a todas partes
no distingue la luz del real desasosiego
se agita de por sí
                                  en la sombra bebida
junto al ácido trovar de los sapos
una hormiga aplastada por temor
con un juguete nuevo

y se abate también una luciérnaga
a falta de cordura
                                  puesta para alumbrar
la primera entre diez
en el halo de la insomne marmota
que no perdona flor
                                        ningún sueño amarillo
las manos consternadas
se miran entre sí
                                 la mugre la belleza