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No. 100 / Junio 2017


Francisco Segovia



No te irás a tierra ajena
sin llevar sobre los hombros
tus costumbres y tu lengua. 

He olvidado ya el idioma
en que oyeron mis abuelos esta ley.
Yo miro otras montañas
y nombro otras especias.

Pero al paladear mi lengua en la boca
algo me sabe —no ajeno y extranjero— a herejía.
Palabras broncas espoleadas azuzadas.
Más que dichas
espetadas...

Al hablar
me punzan en la lengua las astillas
de un altar del que hice leña.

***

Escucha niña la voz que dice:

Dios es mi nombre.
No lo olvido el nombre mío:

el oculto el lejano el indiferenciado
aquél que está en el lago
dúo de la noche cesura sinfín oscuridad
aquella cuyo nombre se escribe
con el signo para “trono”
la que está opuesta a su señor
señora de la ofrenda señora de la vulva
la gran inundación —león rugiente—
perra corredora la veloz la aterradora
la que alimenta —la serpiente que alimenta—
la grande la que hace respirar a la garganta
la desgarradora la que tiene color de papiro
la que está frente a los peces
madre —ella ama el silencio—
la que es rica en magia
la de los muchos nombres
el de los muchos nombres cuya cuenta no se sabe
aquél que acerca a la lejana
el que está llegando a ser
el salvaje el errante —abridor de caminos—
montículo que emerge de las aguas...

Dios es mi nombre...

Ahora mira niña la imagen de Ptah
y cómo en ella no hay señal
de brazos ni de piernas...
Es un palo...

Mira niña la momia de Osiris
—el despedazado el desmembrado—
y cómo en ella no hay señal
de brazos ni de piernas...
Es un palo...

Dios es mi nombre —dice—
acaso más que una duda y menos
que una especulación
pero con él puedes nombrar
al dios que tú prefieras:
Isis Neftis Amón Atón o Ra
Hathor Ash —Señor de Libia— o Shu...
Nombrar las cosas que tú quieras:
la voluntad y los reflejos
—dioses momentáneos—
la sombra el viento el alma
el amor o la tormenta...
Nombrar los nombres que tú quieras...

Pero no te olvides niña nunca
del enigma que hay en todos ellos: Dios
es un palo envuelto en tela ...



☥ “Dios es mi nombre. No lo olvido, este nombre mío”, Encantamiento 411 de los Textos de los sarcófagos, citado en Hornung en su Conceptions of God in Ancient Egypt (The One and the Many). La letanía acumula nombres de dioses según los traduce Hornung en el mismo libro. Recordemos que el jeroglífico con que se escribía “dios” era un palo envuelto en tela.