portada-9-campos.jpg Del archivo de Periódico de Poesía

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Presentamos como homenaje a Ramón Xirau, fallecido el pasado 26 de julio, la contestación de Alí Chumacero al discurso de entrada del filósofo y poeta a la Academia Mexicana de la Lengua, leída el 25 de octubre de 1994.

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No. 102 / 2017


Ramón Xirau: ventana abierta
 
 


Antología de Raúl Renán

Alí Chumacero

Recibimos hoy, en esta docta corporación, a uno de los escritores que con similar acierto han prodigado su pluma en varios campos de la letra escrita. Ramón Xirau incursiona lo mismo en la poesía que en la abstracción filosófica o en la crítica literaria, y en tan diversos géneros suele demostrar que la inteligencia se aviene con la apreciación estética y que el conocimiento no riñe con la imaginación. Si a su prosa la rigen el rigor y la búsqueda de la verdad, en su poesía destellan la luz, la noche, el amor, el sueño del sueño, el mar, los naranjos:

En la noche de tus ojos
ascendían las barcas;
el naranjo colgaba, cielo adentro,
olas doradas de la tarde.

El poeta, el filósofo y el crítico se funde en el hombre de letras, en el intelectual que da fe de su persona mediante la interpretación del espacio y el tiempo en que su vida alienta la esperanza. “Frente a este mundo —a partir de este mundo al cual estamos vinculados— queda la esperanza de que sepamos volver a nosotros mismos.” De ahí que al abordar la esencia del alma, que es el principio de la naturaleza humana y por la cual somos lo que somos, Xirau se interna a profundidad tanto en eso que somos como en lo que nuestros sentidos enfrentan cotidianamente:

Me pasa el río que pasa
y yo soy este río
cuando la ventana abierta
hace contagio de ojos y de agua.

Tal parece que triunfara la intención de Leibniz cuando indicó que el conocimiento del ser queda comprendido en el autoconocimiento. Es decir, que la sabiduría y la experiencia artística, el razonamiento y la contemplación de la belleza —formas complementarias en cuanto nos asomamos al espejo de la realidad— ayudan con mucho a conocer y a conocernos. Y si la filosofía aconseja a Ramón Xirau que “conocer es, al mismo tiempo, percibir, sentir, nacer en el mundo”, la poesía le advierte, por arte de magia, que su imperio se cimienta en penetrar el asombro de lo sagrado. Es algo así como el pez que en las olas se diluye y, al hacerlo, configura el grito que de pronto desordena la oscuridad.

El nuevo académico es —nos lo acaba de decir— catalán nacido en Barcelona, hijo de Joaquín Xirau, quien muy tempranamente adoptó la filosofía como el único oficio capaz de soportar. Cuando la rebelión fascista obligó a su familia a salir de Cataluña, fueron a la Gran Bretaña y a Francia, y luego, en agosto de 1939, vinieron a nuestro país. Desde entonces Ramón Xirau permanece entre nosotros y, sin perder de vista que el lugar de origen es la arcilla que nos moldea, se ha convertido en un mexicano que no solo ama esta tierra sino que sabe honrarla con su pasión por la cultura. Basta con recordar algunos títulos de sus trabajos: Sentido de la presencia, Palabra y silencio, Mito y poesía, Poesía y conocimiento, Dos poetas de lo sagrado, Poetas de México y España, Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz: el sentido de la palabra, Poesía iberoamericana contemporánea, Las playas, Dicho y escrito y Pájaros.

Paralelamente a su tarea de escritor, Ramón Xirau fue subdirector del Centro Mexicano de Escritores, fundó la revista Diálogos del Colegio de México y es doctor Honoris causa por la Universidad de las Américas y por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente es investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad de México, profesor de la Facultad de Filosofía de la misma casa de estudios y miembro del Colegio Nacional. Ha recibido los premios Elías Sourasky, Universidad Nacional y Alfonso Reyes.

En el texto que acaba de leer, enriquecido con recuerdos personales y confesiones literarias, Xirau refleja un propósito afín a la peculiar manera con que discurre sobre los temas elegidos. Le importa descubrir la presencia de lo sagrado en las actividades del espíritu, particularmente en la poesía. No lo sagrado como suplantación de la divinidad sino como el hálito incorruptible del creyente, puesto en armonía con la facultad de discernir los juicios de Platón, Plotino, San Agustín, Descartes, Spinoza, Hegel, Bergson, Maritain, Heidegger, acerca de la poesía —tan ajena y a la vez tan íntima de los filósofos— aluden a vasos comunicantes entre el pensamiento filosófico y la conciencia religiosa. Ambas, filosofía y religión, enlazadas, prestan sentido al mundo y pueden conducir a la creación poética.

Si la filosofía es deseo de conocimiento, la poesía es ansia de ascensión, y una y otra se conciertan en la conciencia humana. Expresado con otras palabras: la poesía nos conduce a la revelación; el pensamiento filosófico se dirige al Ser. Pero, parece decir Xirau, en ocasiones acceden a juntarse en tranquila convivencia, en instantes de silencio y reposo, y se transforman en

La noche sosegada…
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

A pesar de esa probable unión, la poesía y la filosofía no confunden sus funciones. La poesía es intuitiva: ve, descubre, encuentra. La filosofía también puede ver, pero su lenguaje es el de la argumentación y si es posible, el de la comprobación de lo que afirma. Son dos vertientes por donde fluye la unidad de la condición humana. Sobre ellas se agitan las alas misteriosas de lo místico, de “lo mostrable no demostrable”. Poe eso, animado por su seguridad en lo trascendente, Xirau canto lo que desde un principio ha denominado el “sentido de la presencia”, aquello que torna al hombre en algo más que su paso efímero por el tiempo: “En la presencia, que es navegación hacia lo eterno”. Alguna vez, en sílabas medidas, escribió:

No hay lugar ni espacio ni tiempo donde estés
Tú; no hay círculos ni claras esferas.
Escuchemos, ojos mortales, en el silencio,
concentrados, vivos, atentos, en el Silencio.
Hacia tu mar penetran lentas barcas,
penetran lentamente nuestras barcas.


22-X-1994