No. 102 / Septiembre 2017


 

El Jardín Marino


  José de Almada Negreiros / Fernando Pessoa

Enrique Juncosa

 



El Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa organizó a principios de este mismo año una gran muestra antológica de la obra de José de Almada Negreiros (1893-1970), una de las figuras más atrayentes de las vanguardias portuguesas. Comisariada por Mariana Pinto dos Santos y Ana Vasconcelos, la muestra, que daba cuenta de la gran variedad de sus actividades artísticas y literarias, incluía más de 400 obras en distintos medios y formatos. Almada, como artista plástico, fue sobre todo un dibujante satírico o humorístico, cuyas caricaturas nos muestran, en palabras de Pessoa, la futilidad de las cosas, y también el dinamismo de la vida moderna, interesado como estuvo por temas como el deporte, el cine, el circo o el proletariado. Almada, además, diseñó ballets y escenografías para obras de teatro, carteles y portadas de libros y revistas. También realizó vidrieras y murales, con azulejos, pinturas y frescos para tiendas, el edificio del periódico Diario de Noticias, la Facultad de Humanidades de la Universidad de Lisboa, hoteles, iglesias, restaurantes y bares. Entre estos trabajos destacan las pinturas para la célebre cafetería A Brasileria en el Chiado, lugar de encuentro de artistas y poetas de vanguardia a principios del siglo XX, y los espectaculares frescos para la Terminal del puerto en Alcántara. En la obra artística de Almada, destaca también su interés por la abstracción geométrica en los años 50 y 60, que constituyó un giro radical en su obra y causó controversia al darse a conocer.

Estas obras abstractas están relacionadas, además, con sus dos pinturas más famosas, sus retratos de Fernando Pessoa (1888-1935). El primer retrato, de dos por dos metros, fue pintado en 1954 y en él vemos a Pessoa, vestido con un traje negro, sombrero, pajarita y sus anteojos característicos, sentado a una mesa con un cigarrillo en la mano, frente a un folio y un bolígrafo, un café y los dos números de la revista Orpheu. El fondo del cuadro, la superficie de la mesa y el suelo de baldosas, además de los juegos de sombras, convierten el cuadro en una obra geométrica. El segundo retrato es algo más grande, 226 x 225 cm y fue pintado diez años después, siendo un encargo de la misma Fundación Gulbenkian. Es una versión invertida del cuadro anterior, con un fondo geométrico y un juego de sombras todavía más complicado, y en el que Pessoa, en vez de mirar hacia la izquierda, mira hacia la derecha. El primer cuadro fue realizado para el restaurante Irmãos Unidos, en Rossio, que había sido frecuentado por Pessoa y los colaboradores de la revista Orpheu, y hoy se conserva en la casa museo del poeta. Es llamativo que Almada decidiera pintar sólo a Pessoa, y no a los demás integrantes del gripo, convirtiéndole así en figura central y tutelar de aquel momento rupturista. La situación de Pessoa sobre un fondo geométrico y matemático parece sugerir también el interés de Pessoa por el ocultismo.

Almada fue también un gran animador cultural, y entró en la escena pública siendo increíblemente joven. Publicó su primera ilustración a los dieciocho años y expuso individualmente por primera vez a los veinte, en 1913. Entonces frecuentaba ya la mencionada cafetería A Brasileira, y por esos años conoció a Fernando Pessoa, quien visitará su estudio y escribirá una reseña sobre esa primera exposición, que incluía, por cierto, una caricatura del mismo Pessoa. Dos años después ambos publican poemas y textos en la mítica revista Orpheu, de la que solo salieron dos números, y que fue introductora de la modernidad en su país. La revista fue fundada por Pessoa y el también poeta Mário de Sá-Carneiro. Ese mismo año, 1915, Almada firma su famoso manifiesto Anti-Dantas y por extenso, contra el escritor Julio Dantas, que Almada consideró burgués y tradicional, y concibe un ballet vanguardista. En 1917, funda la revista Portugal Futurista, a la que seguirán otras. Almada, que vivió en París, Madrid y Berlín, estuvo en contacto con vanguardistas de otros países; conoció a Sonia y Robert Delaunay, Max Jacob, Gómez de la Serna, Diaghilev, Picasso, Satie, Brancusi o Valery Larbaud. De su obra literaria habría que destacar también sus frescas e innovadoras novelas futuristas.

Fernando Pessoa, poeta y ensayista, es mucho más conocido internacionalmente que Almada, y constituye una de las grandes figuras de la literatura universal de todos los tiempos. Pessoa, quien apenas publicó en vida y murió todavía joven a los 47 años de una crisis hepática, dejó un vasta obra multiforme de poetas heterónimos que conforma una galaxia de más de setenta poetas inventados, con identidades y obras distintas, siendo los más importantes Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis. Por otra parte, la obra que Pessoa firmó con su nombre está influenciada por la teosofía, las sociedades secretas, la astrología y el esoterismo en general, lo que le ha dado a su figura y obra un aura enigmática. Es bien conocida su relación con el célebre mago inglés Aleister Crowley. Pessoa había comprado por correo las Confesiones de Crowley, donde se reproducía su carta astral. Pessoa se dio cuenta de que ésta tenía errores y así se lo advirtió escribiéndole a su editorial. Esto inició una correspondencia considerable y Crowley llegó a viajar a Lisboa para conocer a Pessoa en 1930. En Portugal, Crowley fingió su suicidio en un lugar llamado Boca de Inferno, habiendo convertido ese viaje y su encuentro con Pessoa en un viaje mítico e incluso extraño. El Libro del desasosiego, firmado por uno de los heterónimos de Pessoa, Bernardo Soares, es tal vez la obra más conocida del poeta portugués, siendo a su vez un gran libro enigmático, construido en fragmentos y tratando de temas casi secretos, por ser inasibles y a veces inefables.

El interés en lo esotérico de Almada parece ser posterior a la muerte de Pessoa, como demostrarían sus obras abstractas y un estudio para un gran tapiz de 1958, titulado El número. Aquí hay referencias a la antigua Grecia y al Renacimiento. Se evocan ideas de Pitágoras, Leonardo, Vitrubio y el matemático Luca Pacioli, o se cita, con textos sobre la imagen, a Ramón Llull y a Esquilo, para sugerir que un lenguaje matemático universal, manifiesto en la geometría, está detrás del arte de todos los tiempos y civilizaciones. Las últimas obras de Almada, los estudios sobre papel y el panel final mismo, encargado por la Fundación Gulbenkian y titulado Empezar (1968), son una sucesión de imágenes geométricas, incluyendo círculos y estrellas, con referencias otra vez a Egipto, Grecia, las catedrales medievales y el Renacimiento, que sugieren tanto evolución interior espiritual, como material de estudio de distintas sociedades secretas.