No. 102 / Septiembre 2017


 

Jorge Fondebrider


Fui miembro del Consejo de Dirección del Diario de Poesía durante los primeros diez años de existencia de esa publicación argentina, y su secretario de redacción durante los primeros 6 años de la revista. Se trató de una experiencia muy afortunada en muchos niveles, gracias a la cual aprendí muchísimas cosas tanto de mis compañeros como de muchos de los poetas y críticos que participaron en esa aventura. Por eso no me extrañó enterarme en algún momento que nuestra idea estaba siendo replicada en México, aunque, por lo que pudimos saber, desde otra perspectiva. Y está bien que así haya sido porque las realidades poéticas de la Argentina y de México son bien distintas (para no hablar de las políticas públicas, de las editoriales que publican poesía, del medio que conforman los poetas y, claro, del público lector).

Por eso, cuando Pedro Serrano conocedor de lo que había hecho en mi país me invitó a colaborar con el PdP, ahora en su versión digital, acepté con mucho gusto y me involucré en muchos aspectos que excedieron, con mucho, la mera publicación de mi columna "Música y Poesía", que salió consecutivamente a lo largo de los primeros ocho años de esta reencarnación. 

Recuerdo con mucho gusto nuestras discusiones personales o por Skype o mail, y también las reuniones en la casa de Ana Franco a la sazón, subdirectora del PdP, en el D.F., para imaginar tal o cual estrategia, o la manera de acceder a éste o aquél posible colaborador. Cada cual aportaba sus conocimientos y contactos. En mi caso, traje a algunos colaboradores argentinos y también, por extensión, procuré mejorar el conocimiento de mis amigos mexicanos sobre la poesía que se escribe en mi país, concentrándome sobre todo en aquélla que, por muy diversos motivos, raramente trasciende nuestras fronteras. Y nuevamente, gracias a Pedro y Ana, tal como me había pasado en la época del DdP, aprendí muchísimo. Sobre todo, de la poesía mexicana, tan diferente de la que nosotros escribimos aunque la prosodia es la misma, los usos retóricos son otros, lo que determina un panteón del todo diferente en la percepción que de sí tienen ambos países y, sin embargo, tan complementaria.

Esas charlas como suele suceder están entre lo mejor que me dejaron estos diez años como colaborador del PdP, sin olvidar, claro, la publicación de mis columnas en forma de libro, como primer volumen de la serie que luego tuvo como protagonistas a otros columnistas del PdP. (Y dejo en claro aquí, que espero fervientemente que quienes tienen la responsabilidad de decidir esas publicaciones las sigan manteniendo.)

Puedo agregar que el hecho de que se trate de una publicación digital le ha permitido al PdP llegar mucho más lejos que a una revista de papel. Hoy, gracias a los "vínculos" que permite Internet, lo que sale en la revista, rebota en la Argentina (por ejemplo, en los blogs Otra iglesia es imposible, de Jorge Aulicino, y De Sibilas y Pitias, de Silvia Camerotto), así como en muchos otros lugares que están pendientes de la aparición de cada nuevo número. Y vía Facebook, he visto que muchos de los artículos y poemas pueden ser leídos en casi todo el mundo. De hecho, poetas británicos, irlandeses, franceses y, por supuesto, colombianos, chilenos, brasileños, etc., así me lo han comentado. En síntesis, para ser una publicación que, en su versión actual, tiene a unas pocas personas trabajando en ella (y no todas rentadas), su repercusión es extremadamete desproporcionada en relación con sus medios. Y si se me permite recordarlo, lo más evidente en cada número es la vitalidad de la cultura mexicana. Entiendo que es un mérito mayor.

Ahora bien, no todas son rosas. Creo que hay toda una serie de cuestiones que deben ser consideradas. La primera es que se trata de una revista con muchas limitaciones porque se hace sin plata. A pesar de que el PdP está en el seno de la UNAM, una de las universidades públicas más poderosas del planeta, no les paga a sus colaboradores, razón por la cual, quienes hacen la revista se ven obligados a pedir constantemente, convirtiéndose en una suerte de involuntarios mendigos, con el fin de apoyarse en la buena voluntad de quienes son invitados a colaborar. Depender exclusivamente de la buena voluntad ajena no es la mejor forma de hacer una revista. Está el problema de la calidad de los textos —de hecho, al pedir sin pagar, uno se ve obligado a publicar lo recibido, aun cuando el nivel de la colaboración no siempre sea el esperado— y también el de los tiempos que, como todo el mundo sabe, tienen que coincidir con las posibilidades de la UNAM. Y si bien nadie pretende hacerse rico publicando poesía, entiendo que, al recibir simbólicamente una suma, por pequeña que ésta sea, el que pide puede levantar la vara y exigir más y mejor, y el que publica recibir algo así como una valoración de su trabajo por parte de la institución convocante. En otras palabras, estamos hablando de la diferencia que hay entre los "juegos florales" y la poesía como forma de arte y consciencia de los pueblos.

En segundo lugar, también me parece que el PdP ha cedido espacio a lo políticamente correcto. México, se sabe, es un país en el que se habla y escribe en muchas lenguas. Pero así como no hay una columna para la poesía que se escribe en castellano, no veo por qué tiene que haber una columna para lo que se escribe en las llamadas "lenguas originarias". Desde un punto de vista culpable y bienpensante, se creerá que se está compensando a los pueblos que poblaron México antes que los españoles por las muchas cretinadas que sufrieron y sufren incluso en la actualidad. Pero supongo que separar ese corpus de poesía del corpus de todo el resto de la poesía es una manera de contribuir a su estigmatización antes que a su difusión. No veo por qué, llegado el caso, si hay una columna para las lenguas originarias no debiera haber otra para, digamos, el checo, o el polaco, o la poesía japonesa, etc. Quizás haya llegado el momento de plantearse a la poesía de las lenguas nativas como mera poesía y no como una hermanita pobre que no puede andar mezclada con las demás hermanas.

Una reflexión parecida me cabe para con la poesía de los chicanos. Al igual que los pueblos originarios están ahí y tienen su propia cultura. Pero en la medida en que no se la ponga en pie de igualdad con las otras culturas no se la está midiendo por su calidad, sino por razones del todo extraliterarias. Por caso, Irlanda tiene menos de cuatro millones de habitantes (probablemente muchos menos que los estadounidenses de origen mexicano nacidos en los Estados Unidos) y a la fecha lleva ganados cuatro Premios Nobel de literatura. Son, si se me permite, una minoría respecto de la lengua inglesa. Y tan mal no les ha ido.

Mi último reparo tiene que ver con el nivel de muchas de las traducciones y no pocas de las reseñas colgadas del PdP. Entiendo la necesidad de incorporar a los estudiantes de la UNAM dentro de una de las publicaciones que dependen de esa institución, pero me parecen muy poco "profesionales". Unas y otras deberían tener sendos editores, conscientes de la necesidad de elevar la vara y con recursos para poder hacerlo. De hecho, ¿son esas las traducciones y las reseñas que necesita publicar el PdP o, simplemente, aquéllas que puede permitirse?  No quisiera desanimar a los jóvenes con estas palabras. Solo espero poner en evidencia la necesidad de mejorar urgentemente el nivel de lo que se entrega; en el caso de las traducciones, midiendo las versiones actuales con las del pasado; en el de las reseñas pensando un poco más qué libros y de quiénes merecen ser comentados y, a la vez, con qué tipo de comentario. 

En mi balance, el PdP es tan importante como para seguir adelante, permitiéndose a la vez este tipo de reflexión. Pasaron diez años y la revista que fue debe darle paso a la revista que debe ser. Pero entiendo que, para que eso suceda, quienes están por encima de su actual dirección, deben comprender la importancia de la publicación y dotarla con los recursos tanto humanos como económicos que Pedro Serrano y sus colaboradores inmediatos vienen reclamando casi desde el principio. La grandeza e importancia del PdP redundará en beneficio de las personas que así lo interpreten.