No. 102 / Septiembre 2017



De 2011 a 2015, mes con mes, tuve el privilegio de ser parte de los colaboradores del Periódico de Poesía, escribiendo la columna “Poéticas Visuales”, una serie de textos dedicados a las relaciones entre la poesía y las artes visuales. Cuando recién comenzaba a colaborar con el Periódico, en 2011, decidimos crear una sección, que titulamos “Alterpoesía”, dedicada a la poesía en formatos alternativos, es decir, aquella que para existir buscaba otros espacios fuera de la página, como la pantalla de la computadora o las bardas de las calles. Se trataba de una sección que exploraba aquellas manifestaciones de la poesía que no era habitual encontrar en las antologías y que se quedaban un poco al margen de todo: de la crítica, de los estudios literarios e incluso de los lectores. Entonces era difícil encontrar colaboraciones de poetas que trabajaran fuera de la bidimensionalidad de la página, poetas que quisieran y estuvieran en posibilidad de enviar sus colaboraciones, muchas de las cuales estaban en formato de video o de imagen y eran la documentación de una acción poética o representaban un momento concreto de una pieza pensada para transcurrir en movimiento.

Si bien los poetas comenzaron a explorar diversos soportes desde mucho tiempo atrás, para esos años seguía resultando difícil encontrar colaboraciones de poetas mexicanos y latinoamericanos que trabajaran en esta línea. Sin embargo, de esos años a la fecha, hubo una verdadera explosión de poéticas visuales, intermediales o materiales y surgieron cada vez más proyectos individuales y colectivos en los que la poesía se fusionaba con otros medios y buscaba espacios de inscripción fuera de la página. Los lectores fueron habituándose a nuevas experiencias poéticas y el concepto de ‘poesía’ se fue ensanchando. La crítica y la academia se interesaron cada vez más por las manifestaciones poéticas en las que la materialidad jugaba un papel vital en la configuración de sentido poético. Surgieron muchos proyectos y se escribió sobre ellos. Se organizaron festivales, se abrieron canales. Poesía visual, poesía sonora, poesía performance, poesía tatuaje, poesía urbana, poesía digital… Poco a poco, el escenario de la poesía fue cambiando.

¿Cuáles son los futuros posibles para la poesía? Hoy, que el Periódico de Poesía hace un alto y se pregunta por el porvenir, creo que puedo atreverme a afirmar, sin timidez ni temor a equivocarme, que a la poesía le espera seguir multiplicando sus rostros. Al ser el género flexible y amante de la experimentación que siempre ha sido, sin duda la veremos seguir modificando sus lenguajes una y otra vez, vinculándose con otras artes, con otros discursos que antes pertenecían a otras esferas, como el científico y el tecnológico. Las artes visuales, el cine, la música y la poesía seguirán compartiendo modos de producción con la poesía. La tecnología y la poesía seguirán cooperando para generar piezas de una intensa densidad sensorial y los amantes del código como una nueva estructura de escritura poética seguirán produciendo poemas electrónicos con lecturas multimediales. Seguiremos viendo poesía en los museos, en los grafitis, en los slams; y seguirá, pues, siendo un arma cargada de futuro.

La poesía tendrá larga vida, con o sin apellidos. O quizá sus apellidos cambien (visual, sonora, multimedia, performance), y seguramente aparecerán otros que aún no conocemos. Yo, en lo personal, amo de la poesía que me ha enseñado siempre a ver y a leer el mundo con unos ojos muchos más anchos que los míos. Ha sido un lente que me ha permitido ver la realidad con mayor minuciosidad que la que alcanzaría mi mirada. La palabra poética nos abriga, nos alimenta, nos guía y nos ayuda a construir nuestra identidad de seres en el mundo.