No. 103 / Octubre 2017
Rómulo Bustos Aguirre
(Colombia, 1954, reside en Cartagena de Indias)
Acerca de los organismos unicelulares
Cuando un organismo unicelular se encuentra con otro
el asunto resulta muy simple
No hay código de saludo o protocolos de reconocimiento
Simplemente se miran a la cara y no se ven
Ciegos el uno al otro, asumen que cada cual
es su propio y exclusivo mundo
A menos
que al uno un impulso misterioso le indique
que va llegando la hora de su almuerzo y decida
que el otro sea el bocado del día
En el caso de los animales pluricelulares, homo sapiens
por ejemplo
el asunto no varía sustancialmente
La cena meritoria
El día del juicio
comparecerán todos con sus escudillas
reclamando la porción de la cena que les ha sido prometida
Incluso los injustos
Que somos todos
Incluso los animales
Ellos que siempre fueron la cena
Acaso la infinita Misericordia
decida en ese momento darle al cervatillo la parte del león
Crear una forma meritoria del infierno
donde por el resto de la eternidad se invierta la etiqueta
y los comensales pasen a ocupar el centro de la mesa
el privilegiado lugar de los comidos
He aquí la justa furia del cordero
El desalmado
A Nelson Romero Guzmán
Tenía un singular mueble
donde debidamente clasificadas y etiquetadas
estaban depositadas las numerosas almas de sus víctimas
Alma-hiena
Alma-cuchillo
Alma-cazador
Alma-caballo rojo de la muerte en mitad del alba
También había en la habitación un curioso espacio reservado
a las almas de los antepasados y de sus amores imposibles
o imaginados
Solía frecuentar las páginas de un manual, alguna vez
hallado en una librería de viejo
con instrucciones rigurosas de cómo capturar almas
o trasvestirse de ellas
Algunas las había adquirido en venta por catálogo
en ciertas ferias de almas que se realizan
con relativa frecuencia en el país
Todo esto me lo ha ido contando con parsimonia
mientras atado a un taburete