No. 103 / Octubre 2017


Mesa de Traducciones

Presentación de la antología Centres of Cataclysm,
50 años de la revista Modern Poetry in Translation, para la FIL del Zócalo 2017





Por Adriana Díaz Enciso


Hace más de 50 años el poeta inglés Ted Hughes, durante una fiesta de año nuevo, dio voz a una idea que había estado rumiando durante mucho tiempo: crear una revista de traducción de poesía. El también poeta Daniel Weissbort secundó su entusiasmo y así nació, en 1965, Modern Poetry in Translation. Hasta entonces, el Reino Unido había permanecido más bien inmune a la influencia de otras voces y otras visiones poéticas, pero el lanzamiento de la revista fue un catalizador para que la poesía del mundo se desbordara sobre el horizonte entonces sin duda insular de aquel país.

La visión original de Modern Poetry in Translation tenía mucho de ideal: publicada en formato de periódico, Hughes quería que se enviara gratuitamente a todos los poetas. Aunque la realidad se impuso sobre ese deseo inicial, la generosidad ha sido un rasgo distintivo de la revista en manos de Hughes y Weissbort; durante los años en que Weissbort la continuó solo hasta 2003, tras la retirada de Hughes en 1970; y en manos de sus sucesores David y Helen Constantine, cuya labor en la creación, traducción y difusión de la literatura en el Reino Unido es tan inestimable como combativa, seguidos a su vez por la poeta y traductora Sasha Dugdale, quien cederá el puesto este año a la poeta y libretista Clare Pollard.

La fuerza de la poesía como puente que salva todas las fronteras, revelada por Modern Poetry in Translation, instó a Hughes a fundar en 1967 Poetry International, el festival de poesía en el South Bank de Londres que no solamente sigue vivo, sino que es una arteria vital para el tránsito de la poesía al mundo, en un espíritu afín, me atrevo a decir, al que anima a esta Feria del Libro del Zócalo desde hace 17 años.

La generosidad de la poesía radica en su ímpetu de comunión, y es propiciada por un sentido de urgencia. Lo tenían Hughes y Weissbort en 1965, cuando concentraban su atención sobre todo en la poesía de Europa del Este de la postguerra. Creían que ahí palpitaba el “centro del cataclismo”, y admiraban en su producción poética una indomable certidumbre del valor tanto social como privado de la poesía. Muchos de los poetas de esa región eran entonces censurados o perseguidos, así que pronto fue muy claro que lo que había nacido de la pasión por la poesía se había convertido también en instrumento para la defensa de la libertad. Modern Poetry in Translation recordó a poetas, traductores, editores y lectores que ambas cosas son inseparables, y al paso de medio siglo este afán paralelo ha congregado al planeta entero, llevando a la lengua inglesa la voz de los testigos de muchos cataclismos, pero también epifanía y celebración.

Para conmemorar el 50 aniversario de la revista, Sasha Dugdale, David y Helen Constantine editaron en 2016 Centres of Cataclysm, una antología de casi 400 páginas que si bien no representa a todos los poetas que han pasado por la revista tarea imposible, sí es testimonio de la trascendencia de dicha publicación, en la que la curiosidad por la voz del otro expone a los lectores de habla inglesa a un caudal de poesía escrita en muchas otras lenguas que de hecho ha transformado el lenguaje poético contemporáneo en el Reino Unido. No podríamos hacer aquí un recuento de todos los grandes poetas del mundo que han hablado en sus páginas, pero la introducción que hacen Helen y David Constantine nos da una idea de su diversidad cuando hablan de los tiempos que corren, con los surcos abiertos dramáticamente por el exilio y la diáspora, y de su convicción, compartida por Dugdale, su brillante sucesora, de que Modern Poetry in Translation es una “versión benigna” de este implacable cruce de fronteras.

Cuando me uní al consejo directivo de Modern Poetry in Translation el año pasado, pensé que presentar esta antología, Centros del Cataclismo, en la Feria del Libro del Zócalo, equivaldría a tender nuevos puentes en este tránsito entre diversas lenguas, diversas visiones del mundo. Me animaba mi experiencia de esta FIL en 2015, durante el año dual México-Reino Unido: nunca antes había estado en una feria del libro tan verdaderamente plural, generosa y combativa, animada por tal devoción por hacer llegar la literatura a todos, y no nada más a unos cuantos supuestos elegidos, partiendo de la férrea convicción de que la palabra libera y dignifica. Semejante convicción es invaluable en un país en que la educación, la igualdad y la justicia sufren tantos y tan severos embates cotidianos. Me pareció entonces que esta feria tiene un ideal común con Modern Poetry in Translation, y lo corroboro ahora que la vuelvo a visitar.

Como resulta claro, y como se enfatizó en la inauguración de esta diecisieteava emisión de la FIL del Zócalo hace unos días, el que estemos aquí reunidos, tras el terremoto del pasado 19 de septiembre, es poco menos que un milagro. El furioso reacomodo de la tierra dejó momentáneamente a la Secretaría de Cultura que organiza esta feria sin oficinas, pero la FIL mantuvo el vuelo gracias al sentido de urgencia tanto de los organizadores como de los innumerables participantes y de ustedes, su público; gracias a la convicción de que justo ahora difundir y celebrar la dimensión verdaderamente humana de la palabra es más importante que nunca. Ni qué decir que este dolido México nuestro ocupa el centro de uno de los muchos cataclismos que sacuden ahora al mundo, y como bien sabemos, la mayor parte de nuestro dolor es infligido no por la naturaleza, sino por la violencia humana (la misma que, en la forma de indiferencia y corrupción, hizo que en el pasado terremoto murieran víctimas, incluidos niños, que de otra forma casi seguramente se habrían salvado). Pero el país se sigue levantando, y en estos días la FIL del Zócalo está demostrando con creces que la urgencia de la literatura, su función vital de permitirnos reconocer el rostro de lo humano más allá de toda frontera, espacial o temporal, son algo infinitamente más valioso que las veleidades del mercado editorial que contaminan la mayoría de las ferias del libro en otras latitudes.

Aunque esta presentación de Centres of Cataclysm, la antología de los 50 años de Modern Poetry in Translation, se ha estado planeando desde hace más de un año, que esté sucediendo ahora me parece doblemente pertinente, y creo que a Hughes y Weissbort, fundadores de la revista, les habría alegrado saber que estamos ahora reunidos para continuar su aventura aquí, sacudidos, sí, y dolientes, pero vivos y sedientos de palabras.

Los poemas en la antología están en inglés, pero el fin de Modern Poetry in Traslation es propiciar diálogos entre la poesía de todas las lenguas, épocas, sensibilidades y culturas. En julio de 2016 el libro se presentó en la legendaria librería Shakespeare and Company, en París, y hoy, con la invaluable colaboración del Periódico de Poesía, dirigido por Pedro Serrano, y de la dra. Emma Julieta Barreiro, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la presentamos en esta Feria del Libro.

Para acercar este libro al público mexicano, hice una selección de veinte poemas. El Periódico de Poesía (y lamentamos que Ana Franco, que también colaboró en este proyecto, no pueda estar hoy aquí) y Emma Julieta, con su admirable entusiasmo y devoción, convocaron a varios poetas y traductores mexicanos de distintas generaciones a traducir estos poemas del idioma original al español. En algunas ocasiones la traducción tuvo que hacerse a partir del inglés en la antología, pues no hubo acceso a los originales; hay que recordar que la antología recoge poemas de entre una profusión de traducciones de 50 años. Hoy leeremos algunos de esos 20 poemas, y su totalidad aparecerá próximamente en un número especial del Periódico de Poesía.

Quise que mi selección reflejara la diversidad de temas, lenguas y países de la antología misma, pero también dejé que algunos de mis poemas favoritos fueran conformando un paisaje. En dicho paisaje hay mucho de tragedia y destrucción, pero también un reconocimiento de la vulnerabilidad que nos hermana a todos, de la reconstrucción e incluso transmutación del mundo a través del canto, la belleza, y la valentía de mirar directamente a los ojos del vacío. Muchos de estos poemas son tristes, incluso desesperados; otros están encendidos de esperanza, revelaciones y ansia de comunión. Pero creo que en todos ellos la palabra poética se alza, contundente, como manifestación del amor que nos salva: el misterioso amor de lo creado de donde nace el éxtasis, y el que nos cierra los ojos al morir o que nos recoge de las ruinas. De hecho, en varios de los poemas que elegí aparecen ruinas, terror y construcciones derruidas, y cuando nos reunimos hace unos días para afinar los detalles de esta presentación, reparábamos en esa extraña, triste coincidencia, a la luz de los recientes terremotos.

La coincidencia puede ser triste, pero no es desafortunada. Creo, incluso, que es todo lo contrario. Hace un momento hablaba de la palabra como amor. Podemos interpretar ese amor también como una solidaridad primordial, y todo eso viene a cuento cuando hablamos de poesía y traducción, porque el traductor es alguien que construye puentes de significado, esencialmente, como un acto de solidaridad humana.

Hay en la labor de traducción un misterioso proceso mediante el cual se rompen las fronteras entre el texto original y lo que ha de convertirse en la otra lengua. Ahí, poeta y traductor desaparecen: el poema se convierte simplemente en una creación humana. Ese es, a final de cuentas, el único objetivo, y es ahí donde residen la fuerza y la comunión de la poesía, puesto que nosotros como individuos somos, ni qué decirlo, pasajeros.