No. 103 / Octubre 2017

Homenaje

Inéditos del “Bocha”
en el Periódico de Poesía




No. 40 / Junio 2011


Primero es el relámpago...

1
reencuentro con “el hombre de la campana”

                                                     ¿En qué se parecen un cuervo
                                                                          y un escritorio?
                                                                             Lewis Carroll

Como mi poesía últimamente
Es una poesía del ver
Declaro que en estas últimas
Semanas he visto varias veces
Y en distintos lugares a El
Hombre de La Campana;
Aprovechándome del hermoso
Identikit creado por Henry Holiday
Ahí andaba —fuera de lugar— con
Sus botas de mar casi a las inglés,
Su buzo a rayas (tan actual)
Como su cabellera y sus barbas proféticas.
No tan así la campana de referencia
(o campanilla) que agitaba
con urgencias de barquillero.
Su noble rostro anciano
(véase como escribo casi victorianamente)
su nariz jasídica, le daba (le da, mejor)
un empaque ceremonial.
                                              Confieso
Que no estaba acompañado por El Apuntador
De Billar, ni El Castor tejedor de encajes,
Ni El Panadero, dedicado al monocultivo
De Tortas de Bodas, ni El Carnicero
Azote de los castores, ni El Banquero
Especialista en Pólizas.
El Capitán
(el hombre de la campanilla) tan amigo
de citar a Shakespeare en sus discursos
como de desconocer las leyes de navegaciones.
(Ah, por supuesto que no estaba el Snark
          —si acaso El Boojum—
en la solitaria boya que, jineteando olas,
           ofrecía el bello poema visual
de fierro:

              “IT

                       WAS

                                 A

               BOOJUM”

Desde su remate debidamente luminoso

                       Al cuerpo metálico flotante,

Cabriolando en las crestas espumosas, etc.

Todo lo último es copia fiel (visual)

Del Exlibris de “The Hunting of the Snark”,

También denominada:” Una agonía en ocho

          Paroxismos.”

          Por el poeta surrealista

          Párroco tartamudo

          Lewis Carroll.

2
¿Quiere decir que aceptarías un cuervo

        para guardar tus carpetas?

Ah, a propósito, yo les hablaba de mis encuentros

Con el soberbio “Hombre de La Campana”

Y así su desarrollo me arrastró casi

A parafrasear todo el poema.

Saliendo de Facultad de Humanidades, por la puerta

Que da a Magallanes...

(Todo se vuelve elemento marino, todo vuelve

a las olas, la boya melancólica,

y la cacería acerba (humorística),

surrealista, onírica, nonsense, siniestra)

                   del Snark.

¿Lograrías que un escritorio recitara.

                         Never more?

En la escalinata que abandona su bata de cola

                     En el vestíbulo

          Me topé con El Capitán (El Hombre

De La Campana) que acababa de adquirir

            Una bitácora (me expreso mal,

Acababa de adquirir un libro de bitácora)

Porque ustedes bien saben que la bitácora

Es un armario fijo a la cubierta donde

Se coloca la aguja de marear

(que como ustedes saben es la brújula)

            que sirve para no perder el rumbo

y que como ustedes bien sabrán (a estas

alturas del relato)

aguja de marear, precisamente, es lo que

me falta.

3
El Capitán no parafraseó a Antonio:
           “Amigos romanos, conciudadanos, escuchadme!”
nada de eso. Agitó su campana que persiguió
los silencios de la sala de lectura
y los ecos, que como dictamina la poeta
sueca María Wine, son unos tontos;
no tienen nada propio que decir y ni siquiera
repiten correctamente las palabras:

                      “si alguien grita ¡Amar!
                      El eco dice ¡Mar!”

Luego, la poeta le da un palo a los hombres,
Suponiendo que es por esa fatalidad
            Que al hombre tanto le gusta el eco...
La campana sonando (así en gerundio, para que
             Quede, intemporalmente, en tus mortales
                           Oídos);
Y El Capitán que me saluda, nada militarmente,
Y pretende (de nuevo) contarme la historia
Trágica del desaparecido Panadero
                     Que alcanzó a decir:
                     “Es un BU...”
Alguien creyó escuchar, completando la rota
           Palabra un “jum...!”
Henry Holiday enmascara en un casi borrón
                     El Snark-Boojum.
Lewis Carroll no le aceptó su versión anterior
Porque los Boojum son indescriptibles. Holiday reflexionó:
“Espero que algún futuro Darwin
en un nuevo Beagle encuentre a la bestia
                       o sus restos.
Y si llega a ser así confirmará la exactitud
                       De mi dibujo.”
Entre ramas secas y peñascos se desdibuja
                        Un rostro semibestial
                        Y una mano/garra,
Pero arriba en el ángulo izquierdo
De la ilustración, la mano agita La Campana
(la campanilla de mano), la mano,
supuestamente de El Capitán o El Hombre de La Campana
o El Capitán Ahab tras su Ballena Blanca,
y campanea contra el cielo lóbrego
          de Montevideo.

          LUEGO EL TRUENO...




No. 49 / Mayo 2012


El reino inhóspito


Estás detenido, como un personaje
Solo y reiterado en los cuadros
de Caspar David Friedrich;
solo ante el barco que se aleja
en un crepúsculo falsamente tranquilo;
como un espectador de las barrancas calizas
Encegrecedoras, como un hombre con capa
A lo murciélago entre hondos árboles de
La Naturaleza, nuevamente divinizada por el
Sturm und Drang, aunque recoja bajo el
matorral de las gardenias una garra
dispuesta a tu garganta tan desprotegida
con su camisa a lo Byron.
Estás, espectador,
del cataclismo pálido del deshielo,
del viejo cementerio campesino ruinoso
que no tiene la humildad del camposanto
del poema de Unamuno.
O estás acompañado por dos
damiselas fantasmales, siempre con
la paleta alucinadamente realista de Caspar David.
Estás al lìmite del reino de lo inhóspito.
No puedes extender tu vista porque la niebla
desdibuja las cosas. Y digo bien las cosas.
        Estás a punto de emprender
(una vez más) la exploración de esos vagos territorios, de los que siempre te has sentido el virrey. Eso por lo menos.
                 Estás por enfrentarte
                 con tu cuerpo.
                 El reino inhóspito
                 de tu cuerpo.
El territorio desconocido de tu cuerpo.
Siempre creíste que era de tu gobierno.
Que tú decidías sobre tus pies
Que tú ordenabas tu cabeza
Que tú refrenabas tu instinto
Que eran tus textos tus testículos
               (gracias, Murilo Mendes).
Bien aprendiste que vivir es sentir el cuerpo
                Dolorido.
Que los mensajes de los verdaderos gobernadores
de ese reino, son e-mail dolorosos.
                Sabes que existen tus clavículas
sabes que piensa el grueso estómago
sabes las decisiones del delicado
corazón por sus arritmias
y tus circunvoluciones fueron erigidas
por Dédalo.
Algo aprendiste de esos mecanismos.
Pero nunca llegaste a aceptar que eras el escriba
de los faraones de tus nervios y de tus arterias.
Estás como el Visitante de la Mansión
de Usher, cuando se entrepara, reconociéndola,
en su grandeza de calavera con un foso delante.
No sabe bien (aunque lo sospecha) qué le sobrevendrá en su relación con Roderick
yMadeline. Pero su corazón tal vez sea
un laud. Que por supuesto él no aprendió
A tocarlo. 
                Estás a las puertas
del mar de Caspar David, del cementerio
de Friedrich y la mansión de los agónicos hermanos, estás por trasponer las fronteras
                 Del reino inhóspito
                 De tu cuerpo.
No voy a recordarte inscripción alguna.



Puesto de feria

Al oferente ofreces
artículos que serán bien recibidos.
Al heresiarca ofreces
materiales para la hoguera o el desprecio.
Nadie te ordenó esa tarea
Nadie te dio un empujón para volverte
un puestero de feria.
Ahora que lo escribo: no sé si nadie.
Pero el asunto estriba
en un caballo redomón. Difícilmente
galoparás los campos en su grupa.
En las manos ostentas verdores de la quinta
manzanas como cachetes de niña bávara
kiwis que aún no se deciden a descolgarse
simios o secretas dulzuras
tal vez cítricas.
En cruz con tus dos brazos ofreces al cliente
al pasajero por casualidad al desconfiado
turista con su nikkon,
los frutos de la tierra que llegaron
como emigrantes en barcos, en aviones, en carretas.
Y está dicho que no todos aceptarán
tu oferta.
Probablemente sean los menos
quienes pasarán suaves manos sobre
rubicundas manzanas o bananas
ecuatorianas antes brasileñas.
Por otra parte, tu ofreces.
consciente de que lo ofrecido
no te pertenece. No sembraste
el cultivo, no fuiste tú quien lo cuidaste;
no participaste en su cosecha, su tratamiento,
su embalaje y su partida hacia los 4 rumbos.
Llegaron a tu puesto.
Tal vez de niño fuiste un aviador futurista
o un tripulante del Nautilus. Tal vez sentiste
en tus narices jóvenes el viento de Castilla
con polvareda y ruidos de engranaje
cuando pasó un jinete mal compuesto y un
campesino gordo sobre un burro.
Acaso Samuel Tessler te prestó su kimono
y Adán Buenosayres te dio a leer su Cuaderno
de Tapas Azules; no fuiste camarada
de Eladio Linacero
pero aprendiste bien la lección de Stephen Dedalus.
Nunca boxeó contigo Mr Pound.
Sobre cubierto de sellos y etiquetas, de censuras
o torpes equivocaciones, de fechas, de remitentes
y destinatarios. Así se va revelando
tu cara, tus facciones,
tu memoria tan desvalijada y tan provista
tu alma que solamente Donne
(John) Donne comprendería.

Pero estás en la feria, ofreciéndote,
aún estás en la feria.




No. 52 / Septiembre 2011


Prontuario
(bis)

Pensábamos: ya es bueno el acarreo
De tanto santo para tal prontuario.
Mas falló la memoria de este reo:
se le cayeron cuentas al rosario.

En el gótico donde Poe se atreve,
y Kafka te abandona pero en Praga.
Pushkin: Dama de Pique y duelo aleve;
Villon, colgando, sueña con La Maga…

Oye —te dicen— los murilogramas.
Tan provinciano con López Velarde.
Y con Juan Cunha a eso de la tarde,
o con San Juan en su noche de llamas.

De Fernando Pessoa el heroísmo
al hospedar al visitante adverso;
que puede ser maestro de tu verso
o combatirte con su vanguardismo.

O Julio Herrera en guerra con su aurícula.
Trazando en su Desolación Absurda
un sismograma para la ridícula
sociedad de abanico y tan palurda.

Y entre quintas y diablos, con Marosa,
historiando violetas y vampiros.
Que el camino de plata en la babosa
es el horror que guardan los suspiros…

—Reo común—: bien sabes que no puedes
enumerarlos. Ni un Aleph te cabe.
Por mucho que te exprimes y te agredes
sólo podrás al fin decir: un Ave.

La aguja de marfil la vista apaga…
—Al zurcidor ya no le queda hilo—
Entonces, liberó el mito y la saga,
y con Homero se durmió tranquilo…



Helena (Poema-proceso-prontuario)

Helena. Podría empezar y terminar mi trabajo
de hurgador, ratón de biblioteca y de poeta,
con la escritura de tu nombre: Helena.
        Elénaus
        Eléptolis
        Elandros.
También aquí, recuperada por el Viejo Ezra,
se sintetiza tu tragedia íntima y gregaria.
Permítanme que adjunte, con una incapacidad
manifiesta del orden (no de la aventura),
lo que esta mujer o semidiosa o arma de doble filo,
ha provocado desde la Antigüedad. Homero. Canto III
de La Ilíada. Helena “la de los blancos brazos”
mientras junto a los muros de Ilión, teucros y aqueos
combaten por ella, está tejiendo en el palacio “una
gran tela doble, purpúrea, en la cual entretejía
muchos trabajos que los teucros, domadores de caballos,
y los aqueos, revestidos de bronce, habían padecido por
ella por mano de Ares”.
Junto a las Puertas Esceas, estaban los ancianos del pueblo.
ya no combaten pero “semejantes a cigarras” arengan
a los guerreros. Al ver a Helena que hacia los muros
se encamina, con suave voz se dicen:
“No es reprensible que troyanos y aqueos, de hermosas grebas,
padezcan largos años por tal mujer: terriblemente se parece
su semblante al de las diosas inmortales. Pero, aún siendo así,
váyase en las naves, y no quede para futura desgracia nuestra
y de nuestros hijos.” Cómo ignorar que el gran tejido doble
y purpúreo, donde trabaja Helena, es una escapatoria
de su vergüenza y su destino, y, a su vez, para nosotros,
es otra muestra de aquellas magias parciales de Borges
y su maestro Macedonio, con la obra dentro de la obra,
como en Hamlet, o en Don Quijote o en Las Mil y Una noches.
El tema de los ancianos teucros ante Helena, sirvió
al poeta de La Pléiade, Pierre de Ronsard, en sus sonetos
otoñales a Helena, Libro II (1584) en el texto VII:
“No debe sorprendernos” —decían los ancianos
sobre el muro de Troya, viendo pasar a Helena.
Eurípides escribió una tragedia “Helena” y los otros
Dos grandes (Esquilo y Sófocles) en sus incursiones
en el Ciclo troyano, rozan o citan a la mujer “de los
blancos brazos” o el gran poeta medieval francés,
Francois Villon, (siempre a medio camino entre
la delincuencia y la maravilla), dice en su Balada
por Francia: “o tenga un desastre y guerra tan cruel/
como los troyanos por la captura de Helena;”
Christopher Marlowe (1564 en Canterbury, 1593
en una taberna de Deptford apuñalado) única voz
que puede parangonarse con Will en el drama isabelino,
reescribió —admirablemente— el tema legendario
del Doctor Fausto. Su: “La trágica historia del Doctor
Fausto” que, admiró y lo siguió de cerca en su “Fausto”
nadie menos que Goethe, en su Acto IV, Escena I, pone
en boca de Fausto (cuando se enfrenta a Helena), mágicamente
estas “aladas palabras”: “¿Éste fue el semblante que lanzó
a la guerra mil barcos e hizo arder las enormes torres de Ilión?
Dulce Helena, hazme inmortal con un beso. Sus labios absorben
Mi alma; ya veo adónde vuela. Ven, Helena, ven y devuélveme
mi alma. Aquí me quedaré, porque el cielo está en tus labios
y es hez todo lo que no es Helena. Yo seré Paris y por tu amor,
en lugar de Troya saquearé Wurtenberg, y combatiré con el débil
Menelao, y llevaré tus colores sobre las plumas de mi yelmo. Sí, y heriré
a Aquiles en los talones y luego tornaré
a Helena para pedirle un beso. ¡Oh, tú eres más bella que el aire
de la noche revestido de la beldad de mil estrellas; más esplendente que
el flamígero Júpiter cuando se apareció a Semele; más gentil que el
monarca del cielo cuando reposa
en los azules brazos de Aretusa; nadie sino tú será mi amada!”
El gran poeta dramático, Marlowe, escribió esta maravilla, antes
que un matón de lupanar terminara con él y su poesía.
Goethe, en la obra que le llevó una vida componer,
en el Acto Tercero, impone la figura corpórea de Helena,
no su fantasma, y al enfrentarla, el seducido Fausto,
nos dice: “Yo apenas puedo respirar; mi palabra tiembla
y vacila; es todo un sueño; han desaparecido el tiempo y el lugar”.

Debo agregar el “Homero en Cuernavaca” (1948-1951) que
escribió Alfonso Reyes, y donde surgen su “De Helena”
y su “Paris-Alejandro ante Helena”. Don Alfonso confiesa
sin tapujos: “—Helena: soy tu ciego enamorado/ y a confesarlo
sin rubor me atrevo,/ pues te descubro en cada rostro nuevo,/
a poco que merezca mi cuidado.” Helena pasa por todos
nuestros sueños. Como dijera Don Alfonso “en cada rostro nuevo” o
desconocido. Ahí es ráfaga en la ventanilla de un tren
que no tomaste, allá en Toledo. O es una risa no discernible
en el café brumoso de Lima o de Santiago; o pasea en la Plaza
de la Alfándega en Porto Alegre, bien acompañada.
O despertó tu sueño de Campari en un bar por el Norte,
y hace tiempo. Ninguna star del cine te amerita.
Lo han intentado con beldades italianas o germanas.
Tú eres tú. De todos y de nadie, reverencialmente
Te saludo, Helena.



No. 69 / Mayo 2014


Rap de la zanja 12 de
Quiebrayugos


                                                Dic. 2013, pensando en el peón rural

Soy de por allà.
                          No nacì por Zaparà.
Hijo e’peòn y cocinera
                    Para acarrear la caldera
O en la zafra benteveo
                                   ¿Què cosa es Montevideo?
                     Como estaca o una piedra
                                                   Como al aljibe la hiedra.
                         ¿Marcharme? ¿Pa dònde Mozo?
        Cuando me apuntaba el bozo,
Leì o escuchè por radio, dos palabras
Que me volvieron un paria:
        Reforma Agraria.
A medias las entendìa.
                                  Pero para colmo un dìa
En la rueda del fogòn
                                Las metì en conversación.
Para què, ¡mi Santo! Lo hice.
Me agarrò de las narices el capataz
                                                      Tan rapaz
Tan adulòn
            Y me echò de la reuniòn.
Tempranito a la mañana
                                      Comprobè que la macana
         Me puso patas afuera
                                      De la rumbosa tranquera
        De la Estancia en que nacì.
La zanja de Quiebrayugos donde
Mojarriè de niño
                             Me negaba su cariño.
Ràpido me despedìa con una buena patada
Pues allì donde el ombligo
                                   Perdìa su casto nombre.
Mas sacudièndome el polvo
                                            Me recuperaba hombre.
              ¿Asì que algunas palabras
                                Arremeten como cabras?
¿Asì que dos palabritas
                             Te pueden hacer tiritas?
¿Asì que dos palabrotas
                Te retuercen las pelotas?
Con la maleta terciada
                           Me marchè a la madrugada.
El gallo azul no cantò
                          Y nadie me despidiò.
Ahora quiero hallar mi cauce
                               De Canelones en Sauce.
Tal vez en un matadero
             O vuelto acaso tropero.
Soy el flaco Florentino
                   Y me echaron al camino.
Igual a un caballo viejo
                      Que el Matadero recusa.
Me siento bien como soy.
                                   No pongo ninguna excusa.
Si no me quieren, me voy.




No. 81 / Julio-Agosto 2015


Sobre preferencias infantiles


1

Te envolvían en celofanes
desde la pantalla de plata
Las versiones de Walt Disney.
habías leído los originales
de Las Alicias de Lewis Carroll,
por eso te parecieron lavadas
las que viste en sucesivas matinés.
Y como esos relatos, muchos otros
parecían parientes lejanos de los originales
de Grimm o Andersen.
Preferías ver la cabeza con tuercas
y cicatrices de Boris Karloff
o levantarse de las nieblas del pantano
a Bela Lugosi.
Aunque los dos regresaran en tus sueños
y comprobaras con la cabeza humedecida
del sudor, que debías beberte rápido
un buen vaso de agua.
Pero bien que separabas la propaganda
de Disney para todo público
de los grises y tenebrosos castillos
góticos con verdaderos fantasmas
o vampiros.
Nada que ver con los mastines
de Baskerville,
Nada, pero nada que ver
con aquella sombra ominosa
que acechaba al niño con su globo
O la pelota fugitiva descendiendo
por lo escalones,
y la feroz sonrisa del pequeño asesino
de Dusseldorf que encarnaba
Peter Lorre.

2

¿Había en estas predilecciones
un anticipo de lo que la vida iba
a proponerte o imponerte?
Ibas a la Escuela de Varones,
pasabas meses con Maese Asma,
acompañado por tus amigos del Tit-Bits,
del Leoplán o las radios argentinas
O la Guaiba riograndense.
Leías Salgari
Leías a Verne
Leías a Cervantes.
(cuando te dabas vueltas en la cama
no era Blancanieves
la que asomaba al brocal de tu rostro,
era el Tigre de Malasia
O el Capitán Nemo quien reclamaba
tu atención ante la terrible presencia
del calamar gigante.
Y despertabas entonces, tripulante
del Nautilus).

                             Washington Benavides sigue enredado en la madeja.
                                                            Diciembre 18 de l2014. Iporá





No. 85 / Diciembre 2015-Enero 2016


Soneto desesperado


Como nunca te hablé, esto no cuenta.
Es un viejo papel que lleva el viento,
y que miras pasar en la tormenta
como una cosa más en movimiento.
Pero resulta que lo que confieso,
como si fuera en un confesionario,
es lo que nunca dije, (como un rezo
en una maldición, parasitario).
Como me voy a ser equilibrista
en un circo de lonas remendadas,
clausuro todo sueño del artista.
Tal vez ya nunca más me alegre verte.
Ni una foto entre páginas ajadas,
pero vas con mi sombra hasta la Muerte…

(Soneto recuperado de Pedro Agudo, dirigido a una Amada, a la que nunca nadie pudo reconocer. 25/oct.2015, redescubierto Por W.B.)



Regreso a la Chacra

Esperar que algún camionero
lo aproxime.
Puede ser.
Sentado en el puentecito semirroto
al borde de la carretera.
Pueblo Bonilla no está lejos.
Pero tengo un cansancio de buey
que soltaron del yugo.
Me duelen los zapatos ni qué decir
Los pies.
A propósito, me habló un muchacho
en el Bar Guillama. Resulta que trabaja
en el Circo “Pensado Hermanos”,
y me ofreció charlarle al dueño
para que me incluyera en el elenco.
¿De qué? le pregunté.
De lo que fuera, me contestó, el asunto
es volarse de estos pueblitos miserables…
Tal vez lo haga. O tal vez no…
Me va a ser duro, separarme
del grupo de muchachos del Liceo.
Por mi familia, no lo creo, será una boca
menos para alimentar. Veo
el maizal de nuestra chacra
que parece un mitin de espantapájaros.
Vamos a terminar comiendo tierra
como en aquella película de China
al borde del S. XX.
¡Y ese camión que no aparece!
Le dejé a Benavides unos poemas que escribí
hace poco. Tal vez le gusten.
Tal vez no… ¡Ese camión invisible!
Caminando, no llego ni al Tranqueras.
Ahí viene uno: ¡Compadre!, ¿me arrima a Pueblo Bonilla
–Muchas gracias! Este calor
me tiene mal. Le agradezco su ayuda.
¿Va a la Capital? Ah, no,
A Paso de los Toros ¿Son corderos?
Se los huele.
(Bueno, me espera el Circo
“Pensado Hermanos”. ¡Quién sabe si no termino
Equilibrista!)

(Reflexiones de Pedro Agudo, imaginadas por su amigo W.Benavides. octubre.2015)




No. 100 / Junio 2017

* Poema escrito para conmemorar los 100 números del Periódico de Poesía


¿Un periódico más? ¿Y de poesía?

—Así gruñó el redactor jefe del Diario
De la Mañana más leído en México.
¿Más periódicos? ¿Y de poesía?
—Buscó la comprensión del redactor de sociales
Quien le gesticuló apoyándolo. Pero no dijo
Una palabra… Corrió por las redacciones
Aprobatoriamente la noticia en pocos,
O desechándola en muchos…
—“Precisamos noticias del instante: más sobre los sin cabeza
Diarios
Que se descubren… Más sobre el muro de Trump
Que va camino de ser la 2ª Muralla China… ¿Y los carteles? ¿Cuándo se les echará mano…? Otros
Periodistas, por un instante abandonaron su pocillo
De café
Y su cigarrillo.
Era buena cosa, así como una tregua en el humo
De la Redacción, discurrir sobre el peso que tendría
Un Periódico de Poesía de la UNAM.
—Bueno, si es para el círculo cerrado universitario,
allá ellos y sus versos…
Pero el hecho cierto es que se había fundado
Un Periódico de Poesía, con más secciones que una oficina estatal, y un “cuerpo humano” de Redacción
Con muchos jóvenes desconocidos, y algunos viejos poetas
De renombre…
Un redactor de Necrológicas, se dijo:
—Y bueno: tenga esa nave vientos propicios.
México es impredecible —y volvió a sus muertos—. El redactor más viejo, relegado
A los “avisos económicos” y alguna notícula policial, susurró: “Cada mochuelo a su olivo”
Y un mensajero, recién ascendido de “delivery” de moto a mensajero de adentro, solo atendía a la polla deportiva y para el resto del mundo estaban los noticiarios de tevé…
¿Qué hubiera hecho Bécquer en una turbia redacción así? ¿Podría intentar Las Rimas?

(Washington Benavides juega con la verdad y la ficción
De la noticia de un Periódico de Poesía en MÉXICO D.F. —mayo del 2017. Montevideo)


***


Otros textos de o sobre Washington Benavides en el Periódico de Poesía:

Homenaje. No. 52 / Septiembre 2012
          Introducción
          Viejos por Washington Benavides
          Washington Benavides: El trovador constelado por Luis Bravo
          Poesía de Washington Benavides: La voz, las muchas voces por Rosario Peyrou

No. 72 / Septiembre 2014
          Desde el mirlo de Stevens: Sergio Gaspar y Washington Benavides por Pedro Serrano

No. 77 / Marzo 2015
          A Tristan Tzara. “La jugada de ajedrez” e “Interrupta” por Washington Benavides

No. 81 / Julio-Agosto 2015
          El trovador norteño. Entrevista con Washington Benavides por Débora Quiring