No. 103 / Octubre 2017

 

Revistero


 

28 años de Ojarasca
 
Paulina Severo

En 1997, el periódico La Jornada incorporó un suplemento mensual llamado “Ojarasca”, que desde 1991 había sido una revista independiente, dedicada exclusivamente a escribir crónicas, poemas, cuentos, ensayos y notas periodísticas sobre comunidades indígenas, nacionales e internacionales. Actualmente está a cargo de Hermann Bellinghausen como director y de Ramón Vera Herrera como coordinador editorial. El enfoque político y literario es lo que más resalta en sus publicaciones y combatir el racismo es uno de sus principales propósitos. Este año celebra su aniversario número 28; en este número (Octubre 2017) los temblores del pasado septiembre fueron uno de los temas más recurrentes. Unos textos expresan agradecimiento y optimismo, mientras que otros hacen una fuerte crítica hacia la indiferencia y corrupción del Estado. Estas últimas semanas hemos escuchado o leído los relatos de las personas afectadas en la ciudad; pero también me parece importante informarnos sobre lo que las comunidades periféricas han sufrido. La crónica es un género predilecto en la revista; desde las pequeñas crónicas sobre la vida cotidiana de las personas que, después de los sismos ocurridos, tienen que vivir en albergues; hasta el peligroso viaje que realizan los migrantes hondureños a través de México. Todas tienen el fin de manifestar tanto el descontento hacia el gobierno que continuamente quebranta sus derechos, como a la discriminación que sufren por parte de los mismos mexicanos.

Dentro de los textos literarios se encuentra la segunda y última parte del cuento “La virgen vieja”, de Lamberto Roque Hernández, el cual también podría pasar por una crónica, ya que el personaje principal es quien relata al escritor su propia historia con sinceridad a veces cómica y a veces sarcástica. Por otra parte, “Puedo tocar el cielo?” es un cuento corto escrito por Juventino Santiago en su lengua natal y traducido al español por el autor mixe; a pesar de tener una historia bastante sencilla, ofrece al lector un escenario muy distinto a los que está acostumbrado. En cuanto a los otros dos textos restantes: “El pensamiento filosófico de los pueblos” se enfoca en la importancia de reconstruir un sistema de saber propio, que ayude a configurar la identidad y autonomía de los pueblos mexicanos; mientras que “Los zopilotes y el mercado de Huehuetla” es más bien una invitación para visitar dicho pueblo, llena de reflexiones sobre la riqueza cultural que posee.

En este número fueron publicados cuatro poemas; dos de Mikeas Sanchéz, poeta, escritora, productora, traductora y docente chiapaneca. Ambos poemas fueron escritos en lengua zoque y traducidos por la misma autora al español. El primero, “Cómo ser un buen salvaje”, nos muestra el problema de identidad que viven las comunidades indígenas, que llevan a algunos a apartarse e incluso despreciar lo propio. En “¿Cuánto vale?” hay una fuerte crítica a los que tratan de apropiarse de la tierra con el fin de urbanizarla. Presenta a estos “amos de la decadencia” como la verdadera barbarie (y no los indígenas, como algunos sostienen), y expone que lo que realmente importa a las comunidades indígenas, según la autora, es la vida, una relación más íntima con la naturaleza y la búsqueda de la felicidad.

El segundo autor es Simón Cojito Villanueva, poeta nahua guerrerense. En “Palabra apolillada” exhibe la importancia de conservar las lenguas originarias; pues aquellos que huyen de sus pueblos persiguiendo una ilusión sobre la vida citadina tienden a olvidarse de sus orígenes y de sus lenguas, las cuales se ven en un fuerte peligro de extinción. Su segundo poema se titula “Palabra”, en él vuelve a hacer hincapié en la importancia y belleza de su lengua, que se encuentra atrapada en las montañas; los originarios la llevan dentro de ellos, les pertenece por completo y es parte fundamental de su identidad. Su lengua se esconde en todos lados, se mueve y extiende hasta alcanzar a cada vez más personas, cautivándolas por sus tonalidades musicales. Afortunados los que conocen estas lenguas y pueden gozar además de la sonoridad de los poemas.

Por último, no me queda más que elogiar el trabajo de traducción de ambos poetas; pues con su particular y rico estilo, aun en lengua castellana logran transmitir ideas concisas, que incitan a reflexionar al lector acerca de la situación actual que se vive tanto en su comunidad como en las que no pertenece.