No. 104 / Diciembre 2017



Poemas barrocos de muerte


Traducción de Rafael Hernández Aguilar


Torquato Tasso (1544-1595)

Vissi: e la prima etate Amore e Speme
mi facean via più bella e più fiorita;
or la speranza manca, anzi la vita
che di lei si nudría, s’estingue insieme.

Né quel desio che si nasconde e teme
può dar conforto a la virtù smarrita;
e toccherei di morte a me gradita,
se non posso d’amor, le mete estreme.

O Morte, o posa in ogni stato umano,
secca pianta son io, che fronda a’ venti
più non dispiega, e pur m’irrigo in vano.

Deh, vien, Morte soave, a’ miei lamenti
vieni, o pietosa, e con pietosa mano
copri questi occhi e queste membra algenti.

 

Viví: y la primera edad Amor y Esperanza
me hacían la vía más bella y más florida
ahora la esperanza falta, o bien la vida
que de ella se nutría, se extingue a su lado.

Ni aquel deseo que se esconde y teme
puede confortar a la virtud perdida
y hablaré de muerte a mí querida
si no puedo de amor, las metas extremas

Oh muerte, oh pausa en todo estado humano
Seca planta soy yo, que brota a los vientos
Ya no se despliega, y aun me irrigo en vano.

Ay, ven, Muerte suave, a mis lamentos
Ven, oh piadosa, y con piadosa mano
Cubre estos ojos y estos miembros algentes.

 

Giovanni Canale (1697-1798)

Gran spavento è la Morte. Ahi chi non teme
Il suo volto terribile e spietato?
Chi non la teme, ò in tutto egli è insensato,
Od ha di non morir vana la speme.

Ecco sconvolto il Mar spumante freme
Da contrario spirar d’Eolo adirato
L’apostolico stuol su’l pino alato
Di perdergli ne’flutti ondosi or geme.

Repente accorre a quel periglio Cristo:
Che Morte fa sembrar fantasma errante,
Egli rancora, e toglie il timor tristo.

E tu, ch’in mezo il Mar di Colpe tante
Aspetti Morte, e ancor non sei ravvisto
Tra fantasme infernal morrai tremante.

 

Gran espanto es la Muerte. Ay ¿Quién no teme
Su rostro terrible y despiadado?
Quien no la teme, o todo aquél es insensato,
O tiene de morir vana esperanza.

He ahí alterado el Mar espumoso retiembla
Por el contrario expirar de Eolo airado
La apostólica prole en el pino alado
De perderles en el fluctuar ondoso ahora gime.

De repente acorre a aquel peligro Cristo:
Que a la Muerte hace parecer fantasma errante,
Él alienta, y quita el temor perverso.

Y tú, que en medio del mar de Culpas tantas
Esperas la Muerte, y aún no te ha reconocido
Entre fantasmas infernales morirás tremente. 

 

Ciro di Pers (1599-1633)

Al proprio letto

Mio notturno sepolcro, ove doglioso
ad ogni moto sol la morte imparo,
pien di cure dïurne in pianto amaro
nella mia requie inrequieto io poso;

chiuder luci sicure in te non oso,
mentre agli affanni miei cerco riparo;
so che del tempo un sol momento avaro
ivi dè’ alfin rapire il mio riposo.

Questi alzati sostegni alzan ruine;
queste piume ch’io premo, ancor che morte,
fabrican ale al volator mio fine.

Tu, funesto feretro, al suol mi porte;
in te, nido vitale, io so che alfine
con assiduo calor covo la morte.

 

A la propia cama

Mi nocturno sepulcro, donde penoso
a cada movimiento solo la muerte aprendo,
lleno de afanes diurnos en llanto amargo,
en mi sosiego desasosegado me poso,

encerrar luces seguras en ti no oso,
mientras que a mis afanes busco reparo;
sé que del tiempo un solo momento avaro
allí debe al fin raptar mi reposo.

Estos erguidos sostenes alzan ruinas;
estas plumas que oprimo, aunque muerte,
fabrican alas a mi volador fin.

Tú, funesto féretro, al suelo me portas,
en ti, nido vital, sé que al final
con asiduo calor incubo a la muerte.

 

Claudio Achillini (1574-1640)

Questa chioma cadente

LA MORTE
Questa chioma cadente,
Che giunta in sul confine
D’un occaso canuto homai tramonta;
Questa pallida fronte, ov’altri legge
In caratteri tronchi il suo morire;
Questi occhi cavernosi
De gli ultimi spaventi humidi alberghi;
Queste squallide rughe,
Che mi solcan le guancie,
E questa falce adunca,
Fanno tragica fede,
Timidi spettatori,
Che la Morte presente a voi ragiona.
Colei, colei son io,
Che con piè sempre eguale
Picchio a le regie porte,
Quanto pur picchio a i poveri tuguri;
Anzi con mano eguale
Lacero, e mando a terra
E le gonne mendiche inteste d’alga,
E i Regii Manti, e le Cesaree Mitre.
Io fo con lance eguale,
Che il famoso Alessandro
Di quel Cinico vil corra la sorte.
Io le ceneri in uno,
D’un Orator, d’un Arator confondo.
Io lo scettro a la canna,
Io l’aratro a la spada
Ed io la marra al libro adeguo, e mischio.
Voi, fastosi Mortali,
Alzate pure ad ocupar quest’aria
Di Numidici marmi eccelse mura.
Impoverite pur con man superba
Il Libano frondoso
De’ suoi legni odorati,
Per farne i tetti a le Magioni Illustri.
Splendano pure al piede
Lucidi i pavimenti,
Di Sardoniche pietre,
D’agate, e Calcidonii:
Ch’io con soffio fatale
Congiurata col tempo
Adeguo il tutto al piano, e solvo in polve.

 

Fabricatemi pure, o pazze genti,
Dopo mille vittorie,
I carri trionfali:
E passate fastosi
Sott’archi preziosi
Per entrar fra gli applausi in Campidoglio;
Che vedrà tosto il mondo
(o verità fatal di quant’io narro)
Confusi in poca tomba
Il Campidoglio, il vincitore, il carro.
Io che con questa falce
Già, già mieter potei
L’Olimpiadi Greche,
Ed hor pur mieto i secoli Latini,
Mieterò ancor fra poco
Queste scene superbe
Questi palagi eccelsi,
Queste memorie, e lussi,
Onde quel Greco Eugenio hoggi si vanta.
Voi fastosette in tanto,
Dame mie qui presenti,
Che tiranne amorose
Le ruine de i cor ne gli occhi havete,
Vantate pur, vantate,
Che da le vostre chiome
Penda una rete d’oro
Ove stan prigionieri i cori amanti;
Ché cambierete tosto
Su le fiere del tempo
Di quel vostro bel crin l’oro in argento.
E voi poveri amanti
Che fra quegli aurei stami
Di libertà mendichi errando ándate,
Lacerate quei lacci,
Stracciate quelle reti,
E conoscete homai
L’invitta auttorità del mio gran regno;
Fatelo, ché fra poco
Lagrimando sarete
Di questa falce mia querula messe.

 

Esta cabellera cayente

LA MUERTE
Esta cabellera cayente,
Que llega hasta el confín
De un ocaso canoso ya tramonta;
Esta pálida frente, onde otro lee
En caracteres truncos su morir;
Estos ojos cavernosos
De los últimos espantos húmedos albergues;
Estas escuálidas arrugas
Que me surcan las mejillas,
Y aquesta hoz adunca,
Hacen trágica fe,
Tímidos espectadores,
Que la Muerte presente a vosotros habla,
Aquella, aquella soy yo,
Que con pie siempre igual
Toco a las regias puertas,
Así como toco en los pobres tugurios;
E incluso con mano igual
Lacero, y mando a tierra
Las faldas mendigas tejidas de alga,
Las Regias Capas, y las Cesáreas Mitras.
Yo hago con balanza igual
Que el famoso Alejandro
De aquel Cínico vil corra la suerte.
Yo las cenizas en uno,
De un Orador, de un Arador confundo.
Yo el cetro al cayado,
Yo el arado a la espada
Y yo la azada al libro igualo, y mezclo.
Vosotros, fastuosos Mortales,
Levantad pues para ocupar este aire
De Numídico mármol excelsos muros.
Empobreced también con mano superba
El Líbano frondoso
De sus leños perfumados,
Para hacer techos a las Mansiones Ilustres.
Resplandezcan también al pie
Lúcidos los pavimentos,
De Sardónicas piedras,
De ágata, y Calcedonias:
Porque yo con soplido fatal
Conjurada con el tiempo
Igualo todo al suelo, y disuelvo en polvo.

 

Fabricad también, oh locas gentes,
Después de mil victorias,
Los carros triunfales,
Y pasad fastuosos
Debajo de arcos preciosos
Para entrar entre aplausos al Campidoglio;
Que verá pronto el mundo
(oh verdad fatal de lo que narro)
Confusos en poca tumba
Al Campidoglio, al vencedor, al carro.
Yo que con esta hoz
Ya, ya meter pude
Las Olimpiadas Griegas,
Y ahora también meto las eras Latinas,
Meteré aún dentro de poco
Estas escenas superbas
Estos palacios excelsos,
Estos recuerdos, y lujos.
Onde aquel Griego Eugenio se enaltece.
Vosotras faustas seáis mientras tanto,
Damas mías aquí presentes,
Que tiranas amorosas
Las ruinas de corazones en los ojos tenéis,
Enalteceos también, enalteceos,
Que de vuestras cabelleras
Penda una red de oro
Donde están prisioneros los corazones amantes:
Porque cambiaréis pronto
Con la crueldad del tiempo
De aquella vuestra bella crin el oro en argento.
Y vosotros, pobres amantes
Que entre aquellos áureos estambres
De libertad mendigos errando vais
Lancinad esos lazos,
Destrozad esas redes,
Y conoced ya
La invicta autoridad de mi gran reino
Hacedlo, porque dentro de poco
Lagrimando estaréis
De esta hoz mía, lamentosa siega.