No. 104 /  Noviembre 2017


 

El Jardín Marino


Alberto Savinio / Giorgio de Chirico

Enrique Juncosa

 


Mientras escribo esto puede visitarse en el Center for Italian Modern Art, en el Soho de Nueva York, y hasta el 23 de junio de 2018, una exposición de unas 25 obras de Alberto Savinio (1891-1952), pseudónimo de Andrea de Chirico, quien fuera hermano menor de Giorgio de Chirico (1988-1978). Se trata de su primera exposición en Nueva York en dos décadas, siendo su obra, en estos momentos, poco conocida fuera de su país. Savinio fue pianista y compositor, escritor más que notable, y artista singular, aunque en este último aspecto viviera siempre, por mucho que fuera injustamente, a la sombra de su hermano. Algunos de sus cuadros más atractivos muestran montones de juguetes en paisajes exóticos o extraños, escenas mitológicas inventadas y personajes grotescos con rostros de aves o de animales. La exposición neoyorquina demuestra que su obra está ganando con el paso del tiempo, y hace que uno se pregunte qué hubiera pasado si Savinio se hubiera dedicado más a la pintura que a otras disciplinas. La importancia enorme de las primeras obras extraordinarias de su hermano Giorgio, no se mantuvo, por el contrario, con el paso de los años y su trabajo posterior. Es bien conocido el hecho de que se “falsificara” a si mismo, pintando al final de su vida, pues no vendía sus obras recientes, cuadros que fechaba como si los hubiera pintado en las primeras dos décadas del siglo XX. Da la casualidad de que la muestra de Savinio en Nueva York coincide con otra de Giorgio de Chirico, organizada por Caixa Forum y la Fundación de Chirico, en Madrid y Barcelona, y en la que no se muestran sus primeras obras, dispersas en los principales museos del mundo. De Chirico, quien se casó dos veces con mujeres rusas, tuvo una larga época barroca y rubensiana bastante desconcertante. El hecho de que se copiara a sí mismo siendo un anciano, ha sido visto por algunos como una acción dadaísta, aunque tuviera también indudables connotaciones económicas.

Ambos hermanos nacieron en Grecia en el seno de una familia aristocrática italiana. Tras la muerte prematura de su padre, regresaron a Italia con su madre y hermana. También pasaron un tiempo en Múnich, donde Savinio estudió música con Max Reger. Giorgio y Alberto, ya adultos aunque todavía jóvenes, vivieron en París entre 1911 y 1915. Allí, Savinio adoptó su nuevo nombre en 1914, en parte para distanciarse de Giorgio, quien comenzaba a adquirir notoriedad gracias a sus célebres paisajes metafísicos, obras fundacionales del Surrealismo. Ambos, en cualquier caso, frecuentaron los círculos de vanguardia de la capital francesa, siendo amigos, por ejemplo, de Guillaume Apollinaire, Pablo Picasso o Max Jacob. Savinio, que en aquellos momentos se interesaba sobre todo por la música, y llegó a escribir varias óperas, dio un célebre concierto en 1914 donde tocó el piano con tanta furia que hubo que sustituirlo varias veces, anécdota que narrará después Blaise Cendrars en uno de sus libros. Savinio también creó un movimiento musical que llamó Sincerismo, basando su música en el ritmo y las disonancias armónicas. Durante esta primera época francesa, publicó, además, un largo poema dramático titulado Les Chants de la Mi-Mort (1914), que protagonizan juguetes mecánicos y maniquíes sin rostro, como los que pintara su hermano.

Ambos regresaron a Italia a causa de la Primera Guerra Mundial. Giorgio coincidió con Carlo Carrá en un hospital en Ferrara, fundando con él y con Alberto la Schola Metafísica, grupo cuyos postulados fueron muy influyentes en la historia de las vanguardias de su país. En 1917, Savinio fue enviado a Grecia como intérprete de las tropas italianas. Allí escribió su primera novela, Hermaphrodito (1918), un texto híbrido y multilingüe, que mezcla prosa y verso, además de ficción, autobiografía y ensayo de forma que todavía resulta atractiva. Los hermanos volverían a París en 1926. Savinio se quedaría allí, en esta segunda estadía, hasta 1934. En esta época, además de continuar escribiendo música y literatura, se dedica con seriedad a la pintura. Su obra visual está relacionada de formas distintas con el Surrealismo, aunque desarrollando estilos diferentes de un forma que nos resulta próxima en nuestro contexto posmoderno. Roberta Smith, en su crítica de la exposición mencionada, publicada en The New York Times hace unos días, dice, acertadamente, que algunas de sus obras anticipan las obras tardías y figurativas de Philip Guston. Otro aspecto en el que se adelantó a su época es en el uso de fotografías como origen de varias pinturas, como un autorretrato de niño o un retrato de sus padres.

Los dos hermanos fueron inseparables durante su juventud. Su obra, como cabía esperar dada esa proximidad, tiene alguna coincidencia, como el tema mitológico del argonauta, metáfora de su trabajo como artistas y de su formación cosmopolita, o sus preocupaciones metafísicas. Llegaron, sin embargo, a distanciarse, y en los libros autobiográficos de Savinio, éste ni siquiera menciona a su hermano, aunque dedique numerosas páginas a su familia. Para los dos fue importante su educación griega, sus estancias francesas y los contactos con los artistas de las primeras vanguardias que la vida en París facilitaba. Giorgio de Chirico, que también escribió una importante novela surrealista Hebdomeros, se distanció pronto del surrealismo. Sus miembros no aprobaron sus nuevos estilos pictóricos. Sus primeras obras muestran plazas, torres y arcadas, vacías de personajes y trenes desplazándose en la lejanía. Estas obras influenciaron, según lo reconoció él mismo, las célebres películas sobre la alienación que filmará Michelangelo Antonioni. Por otra parte, la obra literaria más destacada de Savinio tal vez sea la Infancia de Nivasio Dolcemare (1941), de la que existe versión española editada por Siruela en 2004. En este libro, de tono filosófico mezclado con humor e ironía, rememora su infancia privilegiada en Grecia en una sucesión de escenas picarescas. La UNAM publicó todos sus cuentos con el título de Toda la vida.