No. 105 / Diciembre 2017-Enero 2018


Poesía y Espíritu
 

Luce López-Baralt nos ha abierto la ventana a un mundo vasto de nuevas interpretaciones para la poesía española al ahondar en el vínculo, anteriormente considerado tabú, entre la mística cristiana y el Islam. Reeditamos un artículo publicado originalmente en 1981 en la Nueva Revista de Filología Hispánica [T. 30, no. 1, pp. 21-91], que sintetiza las ideas que ha desarrollado en trabajos posteriores y hasta la fecha respecto a la influencia sufí en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa de Jesús, y que, respecto al primero, plasmó magistralmente en su libro San Juan de la Cruz y el Islam (1985).

Por la longitud del texto, éste será publicado a lo largo de las tres partes de este especial de Poesía y Espíritu.


Simbología mística musulmana
en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa de Jesús


Luce López-Baralt

 

Los cristianos castellanos tardaron
siglos en ir asimilando la estética,
la mística, los procedimientos de la
narración y de la metáfora poética
presenta en la literatura de sus

compatriotas moros; algún día
se hablará de ello con la misma
naturalidad con que decimos que

Virgilio y Ovidio se hallan presentes
en la literatura del siglo XVI.

Américo Castro

 

Después de la ingente obra del arabista Miguel Asín Palacios, a pocos sorprendería la asociación de la mística española del Siglo de Oro con la musulmana medieval. A nosotros también nos ha tocado corroborar en más de un estudio los estrechos paralelos existentes entre ambas escuelas. Pero el grado de islamización de esta literatura mística es mucho mayor de lo que hemos visto hasta la fecha y de lo que llegó a entrever el maestro Asín en sus ensayos comparatistas. Escritores como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús —por mencionar solo las figuras cimeras— nos deparan una sorpresa muy singular: comparten con sus correligionarios de Oriente muchos de sus símbolos y de su lenguaje técnico místico más importante. El hecho es muy significativo porque implica, desde el punto de vista literario, que hay que buscar numerosos referentes del vocabulario sanjuanístico y teresiano entre los sufíes. Estamos ante el fenómeno de una literatura europea con numerosas claves literarias árabes, incluso, persas. Veamos más de cerca.

Los poetas sufíes y sus comentadores, a pesar de manejar a menudo una lengua poética abierta de significados ilimitados y arbitrarios (pensemos en las glosas libérrimas a los versos místicos de Ibn ‘Arabī y de Ibn al-Fāriḍ , tan cercanas a las de San Juan) respetan sin embargo un número de equivalencias fijas. Se trata del lenguaje secreto —trovar clus avant la lettre— de cuya clave participaban, según críticos como Louis Massignon y Émile Dermenghem, exclusivamente los iniciados sufíes:

Los místicos, dijo Lâhijî, comentador de Goulchán-Râz, Rosario del Saber de Châbistarî …, han acordado expresar a través de metáforas sus hallazgos y sus estados espirituales; si estas imágenes en ocasiones sorprenden, su intención es igual de buena. Los místicos han generado un lenguaje que no comprenden aquellos que no tienen su experiencia espiritual, de modo que aquellos que experimentan sus estados … comprenden el sentido de sus términos, pero a quienes no participan de ellos, el sentido les es negado … Algunos iniciados han expresado diferentes grados de la contemplación mística a través de símbolos de vestimenta, rizos en el cabello, color de las mejillas, lunares, vino, llamas, etc. … que a ojos de los no iniciados no significan mas que una apariencia llamativa… Ellos simbolizan con los rizos la multiplicidad de las cosas ocultas en el rostro del Amado… el vino representa el amor, el deseo ardiente y la intoxicación espiritual; la llama, la irradiación de la luz dividida en el corazón de aquel que sigue el camino… (Prólogo a L’Éloge du vin (Al Khamriya), poème mystique de ‘Omar Ibn al Fāridh, París, 1932, 62-63). [El artículo original incluye citas en francés e inglés, que traduje al español para esta edición]

Esta literatura en clave es antiquísima y constituye tradición literaria por lo menos desde el siglo X: ‘Attār nos narra el diálogo de Ibn ‘Aţa’ (muerto en 922):

“¿Qué pasa con ustedes los sufís”, algunos teólogos preguntaban a Ibn ‘Ata’, “que han inventado términos que suenan extraños a aquellos que los escuchan, y que dejan de lado el lenguaje ordinario?...”

“Lo hacemos porque es preciado para nosotros… y deseamos que nadie mas que nosotros los sufís lo conozca. No queríamos utilizar lenguaje ordinario, así que inventamos un vocabulario especial”.

Los islamólogos insisten una y otra vez en ese “vocabulario especial”: “los ghazel u odas… son, para aquellos que poseen la clave de su imaginario simbólico, el derrame ferviente de los corazones extasiados…, intoxicados de amor espiritual”, explica Margaret Smith, subrayando el sentido místico bajo la metaforización erónica. “Pero con el paso del tiempo ciertas palabras comenzaron a tener un significado reconocible entre ellos”. Florence Lededer tiene razón: el trovar clus termina por lexicalizarse y por devenir una convención literaria fácilmente reconocible. Pero reconocible —recordémoslo— dentro del Islam. De ahí que cuando sorprendemos esta misma imaginería simbólica secreta en las páginas piadosas e indudablemente cristianas de un San Juan de la Cruz, un Francisco de Osuna, un Juan de los Ángeles, una Santa Teresa de Jesús, no podemos sino plantearnos el fascinante enigma como auténtico problema histórico literario.

Veremos enseguida que las semejanzas no se limitan a estas equivalencias crípticas compartidas (cuyo origen dentro del Islam atribuye Massignon a fuentes coránicas) sino que involucran también a una simbología más amplia —y quizá más significativa— como la noche oscura del alma y las lámparas de fuero sanjuanísticas y los siete castillo concéntricos teresianos. Viene a la mente enseguida la simbología escatológica musulmana que Asín Palacios propuso para la Divina Comedia: damos la razón al maestro y ponemos en perspectiva su libro (tan atacado cuando vio la luz en 1919): era el brillante preludio de todos los hallazgos que nos estaban deparados a los romanistas y arabistas empeñados en la tarea de comparar ambas literaturas y de seguir las huellas del estudioso. Vale la pena una aclaración breve antes de continuar. Atenderemos en conjunto en nuestro estudio las equivalencias técnicas —que a menudo rayan en alegoría— y los símbolos: su clara diferenciación resulta muy sutil y difícil, aun cuando estamos conscientes de los numerosos esfuerzos que han sido llevados a cabo (desde Aristóteles y Goethe hasta Henri Corbin y Seyyed Hossein Nasr) para deslindar teóricamente el símbolo de la alegoría. Pero aquí lo que nos interesa es ir al meollo fundamental e intentar demostrar que la literatura mística española, especialmente la literatura de San Juan de la Cruz y la de Santa Teresa, están nutridas por símiles, metáforas, equivalencias y símbolos —en una palabra, por una imaginería simbólica— tomada en buena medida del Islam. (En nuestro libro de próxima aparición San Juan de la Cruz y el Islam intentamos explorar a través de qué vías históricas).

Deseamos hacer unas advertencias en relación a estas fuentes persas. Algunas coincidencias entre la simbología literaria de la mística iraní y la de los reformadores del Carmelo nos parecen evidentes y las consignamos aquí: sin embargo, no creemos que se trate de una influencia directa, que sería, a todas luces, históricamente difícil. Más bien consideramos que los ejemplos de la simbología sufí persa que hemos documentado guardan a su vez relación cultural con el sufismo español y africano, que es el que probablemente ejerció una influencia cercana sobre el reformador y sobre la mística española en general. El misticismo persa musulmán implica una tradición literaria diferente en ciertos sentidos de la tradición literaria musulmana en lengua árabe: no nos podemos detener en estas variantes pero deseamos dejar consignado el hecho. De otra forma, también deseamos dejar en claro que hemos utilizado numerosos ejemplos de la tradición persa (aun cuando la tradición hispanoafricana y árabe en general es la que nos parece más elocuente), porque la documentación y los estudios críticos en este sentido son mucho más abundantes y accesibles. Con todo, observará el lector que hay casos en los que San Juan de la Cruz (o Santa Teresa) parecerían estar más cerca de ciertos símbolos característicos de la mística en la lengua persa. Difícil decir si se trata de que no hemos dado con el símbolo entre los sufíes del mundo árabe o si es que no existe entre ellos. Si este fuera el caso, sería entonces lícito afirmar que el reformador se encuentra de veras cerca de fuentes literarias persas-no árabes. Todo el fenómeno de la simbología mística sufí y sus repercusiones en Occidente necesita estudio adicional.

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