No. 105 /  Diciembre 2017 - Enero 2018


 

El Jardín Marino


Max Harris / Sidney Noland

Enrique Juncosa

 


Max Harris (1921-1995), poeta precoz que publicó sus primeros poemas en las páginas infantiles de un periódico de su ciudad natal, Adelaida, fundó allí en 1940, a los diecinueve años, y junto a su amigo D.B. Kerr, la revista Angry Penguins. La publicación, entonces solo literaria, nacía con una decidida vocación vanguardista y experimental. Su periodicidad inicial fue de un número al año, pues existían límites para la compra de papel a causa de racionamientos por la Segunda Guerra Mundial. Al año siguiente, en 1941, Harris visitó Melbourne donde conoció a John Reed, abogado, y a Sidney Nolan, pintor. John y su mujer Sunday eran coleccionistas de arte moderno y descendientes de familias cultivadas, ricas e influyentes. Los Reed estaban detrás de la recién creada Contemporary Art Society (CAS), y eran ya mecenas de Sidney Nolan (1917-1992), también muy joven entonces, y quien llegaría a ser considerado el artista más importante del siglo XX en su país, y eso a pesar de vivir, después de 1950, mucho tiempo en Inglaterra e Irlanda, país este último en donde moriría. Pronto, tanto Nolan y su mujer, Elizabeth Paterson, como Max Harris pasarán temporadas, intermitentemente, en Heide, la granja de los Reeds, un epicentro de la vida cultural de Melbourne, aun estando fuera de la ciudad, a orilla del río Yarra, en Heidelberg.

Cuando sale el número 2 de la revista, Harris ya es su único editor, anuncia en ella su compromiso con CAS, y publica varias imágenes de Nolan. Éste último se suma al panel editorial de la publicación, lo que también hará Reed más adelante, y que a partir de entonces también incluye entre sus temas el arte contemporáneo más progresista. La revista indignó de inmediato a los sectores más conservadores de la sociedad local, cuyos mandarines empezaron a referirse a los artistas asociados a ella, despectivamente, como los "pingüinos airados", nombre que acabó estableciéndose como la forma de denominación de todo el grupo, que además de los Nolan, los Reed y Harris, incluye pronto a los pintores Albert Tucker, Arthur Boyd, Joy Hester y John Perceval, a poetas como Alister Kershaw, y a otros críticos y activistas políticos. Todo este grupo, una suerte de Bloomsbury austral, defendió el establecimiento de una forma de modernidad local y no mimética de las ideas provenientes de Inglaterra o el resto de Europa. El singular paisaje australiano, y la no menos singular sofisticación de la cultura aborigen, les tenía que otorgar inmediatamente, pensaban, una personalidad bien distinta, aun estando al tanto de asuntos que venían de fuera como el surrealismo, el marxismo o el jazz.

Harris escribió que los Reed, de alguna forma, generando debates continuos con sus amigos creadores, ayudaron a dirigir la subjetividad de todos ellos hacia la voluntad de proyectar imágenes privadas en un mundo afuera de la subjetividad del ego, y que el paisaje era este vehículo ideal para proyectar y contar sus historias personales. La obra de todos ellos acabaría por cambiar el arte y la literatura de su país, otorgándole autonomía y seguridad. Entre 1940 y 1946, salieron nueve números de la revista, que en 1946 se convirtió en un folleto mensual de diez páginas, del que salieron otros diez números.

Los enemigos del grupo alrededor de Angry Penguins fueron muchos, y les tendieron una sonada trampa. Enviaron a su consejo editorial unos poemas de estilo surrealista, atribuyéndolos a un poeta desconocido y fallecido de forma temprana, supuestamente llamado Ern Malley. Harris, Reed y Nolan, entusiasmados con los poemas, decidieron publicarlos en una sección especial de la revista en 1944. Para regocijo de James McAuley y Harold Stweart, sus verdaderos autores, no se dieron cuenta de que todo obedecía en un montaje para desprestigiarles. McAuley y Stweart revelaron, al darse a conocer los poemas, que los habían escrito ellos abriendo libros al azar y cogiendo frases sin criterio alguno, para formar con ellas estrofas sin sentido. Harris, además, fue demandado por considerarse que esos mismo poemas tenían pasajes indecentes y obscenos. El escándalo tuvo repercusión internacional. Los responsables de Angry Penguins, sin embargo, no se amedrentaron, dedicando todo su número siguiente al affair Ern Malley, manteniendo que los poemas eran mejores de lo que pensaban sus autores habiendo sido creados siguiendo técnicas vanguardistas. Entre los que defendían esta posición se encontraban prestigiosos críticos extranjeros, como Herbet Read, entonces en el pináculo de su fama.

En la revista, llegaron a colaborar figuras como Henry Miller, Dylan Thomas y Jean Paul Sartre, y se publicaron traducciones de Rimbaud, Lorca y Rilke. Harris, Reed y Nolan, además de Angry Penguins, tuvieron un sello editorial desde donde publicaron numerosos libros de autores entonces desconocidos, y ensayos pioneros que trataban el arte aborigen desde un punto de vista estético y no antropológico. Tras el cierre de la revista y de CAS, lo que sucedió al año siguiente, en 1947, Harris regresará a Adelaida y la mayoría del grupo se dispersará. Harris prosiguió su labor de escritor, crítico y editor toda su vida, dirigiendo nuevas revistas y fundando y regentando también librerías. Nolan por su parte pintaría en los años 1946 y 1947, veintisiete pinturas dedicadas a Ned Kelly, incluido su juicio tras su arresto, y que constituyen, el ciclo completo, las obras de arte más conocidas de Australia. Kelly fue un célebre bandido que logró sortear a la policía durante años a finales de la década de 1870. El estilo de estas pinturas, realizadas sobre tablero, no es realista, sino más bien algo que tal vez pudiera ser descrito como expresionismo poético, y que también es un falso estilo naif. Kelly aparece siempre llevando algo parecido a un casco, simplificado como un rectángulo negro, lo que sucede incluso en las escenas del juicio, y que le otorga misterio a su figura, subrayando su aura mítica y alejada de lo ordinario. Nolan volvería a Ned Kelly en varias ocasiones posteriormente, pero sin superar nunca lo conseguido con el ciclo original. Su obra, en cualquier caso, mantendría siempre su carácter expresionista y narrativo, trabajando en nuevos ciclos dedicados a temas mitológicos e históricos, y a exploraciones del paisaje.