No. 105 / Dicembre 2017 - Enero 2018
Leer un poema...
 

"Sin saber" de Ana Blandiana

 

Carmen Villoro


“La poesía solamente puede salir del dolor”, respondió Ana Blandiana, la poeta rumana, a una pregunta del publico en el Salón de la Poesía, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Me invitaron a presentarla este invierno de 2017. No conocía su obra, solo una selección de poemas que ella hizo llegar a las organizadoras, traducidos al castellano por Viorica Patea. Fue hasta que inició la feria que pude tener en mis manos dos de sus publicaciones, que me facilitó la Señora Ioana, del Instituto de Cultura de Rumanía: El sol del más allá y El reflejo de los sentidos (dos libros reunidos en una publicación), y Mi Patria A4.

Sin conocer aún su biografía, me interné en el bosque brumoso de su mundo interior. Supe que, para ella, la naturaleza es el terreno sagrado donde se expresa el espíritu que amenaza con desaparecer. Me enteré de que había pisado “cristales amargos”; de que su cuerpo ha girado “en el tañido de campanas de iglesias invisibles”. En sus poemas me confesó que su sombra “teme a las sombras de los árboles” y “teme a la sombra de las aves” porque ella a veces se separa de su sombra cuando su sombra se convierte en noche. En su poesía “los campos son azules y los mares desiertos”. Ella, que ha sido árbol y que desde sus ojos de árbol ha visto “las extrañas alas de los pájaros”, ha visto también al tiempo, al que casi nadie puede ver. Él, el tiempo, “escribe versos” en su cuerpo, “anota sus ideas” en su piel, y le advierte, oh Dios, cómo le advierte, que el mundo natural se desbarata.

Me reuní con ella y con Viorica, su traductora, un par de días antes de la presentación. La carga oscura de su espíritu contrastó con la imagen de la muchacha fresca y ligera de 75 años que emanaba luz. Después de escuchar su historia, entendí que su poesía es un vehículo de transformación que la lleva de la herida a la salud del alma.

La lectura de su trabajo ha sido prohibida en dos ocasiones. La primera cuando tenía solo 18 años y escribía en la revista Tribuna. Ninguna editorial tenía permiso de publicar su obra y las autoridades gubernamentales le prohibieron cursar estudios universitarios o acceder a un trabajo formal. Por ello se desempeñó como albañil. La segunda ocasión en que se prohibió la lectura de su trabajo literario fue cuando, en 1985, publicó en la revista Anfiteatro un poema que, en frases breves, a través de una enumeración de imágenes, denunciaba la sordidez de la vida bajo el régimen totalitario de Nicolae Ceausescu, a quien también caricaturizó en su libro para niños El gato cebollín, por lo que fue condenada a permanecer bajo arresto domiciliario.

Después de la revolución, como presidenta de la Alianza Cívica, una organización independiente que luchó por la instauración de la democracia, pugnó por que Rumanía entrara a la Unión Europea. Entre sus acciones en favor de los derechos humanos está el haber transformado una antigua cárcel en el “Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia”, que es museo y centro cultural. El museo tiene como lema una frase suya: “Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria en sí misma puede ser una forma de justicia.” Como ciudadana, se ha interesado siempre en los asuntos de la polis y ha mostrado fortaleza, y su poesía es una forma de resistencia moral contra el olvido de la fragilidad, que comunica a sus escuchas y lectores con su lastimada orilla, donde los abedules se estremecen y las flores duelen. Transcribo el poema “Sin saber”, de su libro El reflujo de los sentidos:


Sin saber

Por supuesto que no me parezco

A ninguno de esos tejedores de palabras

Que tejen trajes y carreras,

Vanidades, orgullos,

Aunque me mueva entre ellos

Y ellos miren mis palabras como si fueran jerséis

“¡Qué bien vistes!”, me dicen,

“¡Qué bien te va el poema!”,

 Sin saber

Que los poemas no son mi vestimenta

Sino mis huesos

Extraídos dolorosamente

Y colocados sobre mi carne como un caparazón

A imitación de las tortugas

Que sobreviven así

Durante largos e infelices

Siglos.

 

En él encontramos una crítica a aquellos escritores que utilizan la literatura para alcanzar la fama. Se declara ajena a la poesía de ornato intelectual. “Que los poemas no son mi vestimenta / Sino mis huesos”, dice, “Extraídos dolorosamente / Y colocados sobre mi carne como un caparazón”. De allá adentro viene su lamento, de la hondura más honda, del tuétano de la existencia que dura “largos e infelices / Siglos.”

Escuché leer sus poemas a esta mujer esa noche de noviembre en que afuera del recinto la luna se acercaba más que otras noches a la Tierra. La escuché leer casi llorando, como emitiendo un íntimo lamento. A esta autora de catorce libros de poesía, dos volúmenes de relatos fantásticos, nueve ensayos y una novela, a esta luchadora social que se ha convertido en un emblema de la literatura rumana, la oí leer como quien se desangra.