No. 105 / Diciembre 2017 - Enero 2018


Voluntad de permanencia:
Encuentro de Poetas del Mundo Latino 2017


Mariela Castañeda

Quizás sea un lugar común, un argumento que se repite hasta el cansancio, hablar del valor regenerativo de la cultura y, por consecuencia, de los espacios que se destinan a su ejercicio. Valga matizar un poco: los lugares comunes comparten su agobiante abundancia. No sucede esto con los eventos culturales en un país como México, donde, fuera de los eventos multitudinarios en los cuales se juegan no solo valores culturales, sino también económicos y comerciales, poco o nulo es el apoyo que se les brinda. Y con apoyo también me refiero a las condiciones de toda clase que les permite no solo generarse, sino mantener una continuidad y lograr la permanencia.

Esta voluntad de permanencia tropieza con muchos obstáculos. Por un lado, la desmemoria de cada administración: esa mala costumbre que se tiene institucionalmente de hacer tabula rasa con de los proyectos gestados en administraciones pasadas. Espacios se abren y espacios se clausuran y este ritmo, que también podría implicar una renovación necesaria y saludable, obedece no a una dinámica propia, sino que está dictaminado por circunstancias externas que poco tienen que ver con las voluntades de quienes generan estos espacios. Es decir, los espacios se ven forzados a buscar de una u otra manera esta continuidad que les permita construir una historia, una memoria que permanezca. Es esta permanencia la que ha logrado el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que desde 1986 ha conseguido mover las voluntades, tanto institucionales como literarias, para seguir existiendo. Luego de haber tenido una etapa itinerante ha tenido como sedes a las ciudades de Aguascalientes, Oaxaca, San Luis Potosí— el festival ha regresado a Morelia, ciudad que fue su sede hace hace cinco años; este volver desata la resonancia: la nutrida asistencia habla quizás de esa memoria que vuelve a activarse. El festival, organizado por Marco Antonio Campos y Sanda Racotta, junto con demás miembros del Seminario de Cultura Mexicana, incluyó cuatro días de lecturas en el Teatro Ocampo. Los reconocimientos de esta edición de Mundo Latino fueron otorgados a Luis Armenta Malpica (Premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe), Gastón Bellemare (Medalla Hugo Gutiérrez Vega), Elsa Cross (Premio Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval”) y al poeta michoacano Gaspar Aguilera Díaz (Reconocimiento a la trayectoria). 

Ahora hago un paréntesis. No quisiera, no me atrevo a, insinuar que los encuentros de poesía resultan un contrapeso eficaz frente a la situación de violencia que vivimos en México, constituyen, más bien, un contrapeso necesario. Esto se relaciona a su sutil labor: el trastocamiento de lo cotidiano y la apertura imaginativa que esto conlleva. Asistí a Mundo Latino en calidad de testigo, de lectora y escucha, si se prefiere. Fueron días de constante descubrimiento, no en términos de respuestas o certezas en cuanto al ejercicio poético, sino, más bien, de preguntas. Me explico un poco citando a Ana Franco en su experiencia, hace unos años ya, de Mundo Latino: “El arte para todos no significa simplificar o mercadear nuestras voces, significa acercarnos a la posibilidad de generar preguntas, para el utópico ejercicio de intuir las respuestas.” Este no es precisamente un tiempo para hacer preguntas, eso lo sabemos de antemano; resulta más grave aún que es en menor medida un tiempo para el utópico ejercicio de intuir respuestas. Atestiguo, entonces, que quizás para ello sirvan los encuentros de poesía, materializan —abriendo una grieta en ese cotidiano—, un espacio para el infinitamente humano ejercicio de imaginar respuestas. Este ejercicio de intuir, de leer desde una posibilidad infinita de encuentro se dio a lo largo de los cuatro días de Mundo Latino.

La pregunta que quizás se vuelve relevante durante estos días, sin que por ello se enuncie de manera categórica, sino más bien de manera provocadora, lúdica, incluso, tiene que ver con qué es la poesía; cómo es que se habla desde tan peculiar atalaya mirando hacia tan diversos lugares, desde tan distantes formas y preocupaciones estéticas y éticas. Vuelvo a los lugares comunes: luego de días de lecturas, uno reafirma la convicción de que esa pluralidad es constituyente innata del ejercicio poético. Sin embargo, no todos los encuentros de poesía tienen por consecuencia dicha conclusión en quien asiste a ellos. Resulta imposible no pensar en todos los festivales que están construidos bajo una premisa de homogeneidad, alejadas por completo de cualquier ánimo de tensión. Es esta tensión lo que vuelve ágiles y dinámicas las lecturas en Mundo Latino. Pienso que estas variables que tan difícilmente se asoman en una lectura de poesía se tornan ineludibles. No en un sentido lineal, entiéndase, no es relevante si el poeta en turno es español, venezolano, mexicano, o si es de tercera o cuarta generación. Se relaciona con los interlocutores, con la comunión que se da durante las lecturas, hacia dónde viaja la voz cuando se enuncia la palabra. Entonces los temas no son coincidencias, sino espacios de resonancias, líneas de lectura que van nutriéndose con el paso de los días. Ahora bien, es difícil lograr en una lectura de diez minutos asomarse a la poética de tantas y tantas voces. Lo que obliga al espectador a ser más bien un lector altamente asociativo, o, de una memoria espesa, que logre atrapar al vuelo algún verso que sacuda, algún poema al cual regresar luego del encuentro.

No es esta una crónica exacta de las lecturas realizadas, no es mi intención. Las cuestiones cuantitativas, si bien sirven para darse una cierta idea de los encuentros poéticos, no agotan aquello que permanece con nosotros y que constituye la memoria de un encuentro. En el caso de Mundo Latino, esto se proyecta aún más; todo lo que nace en las charlas entre comidas o las caminatas por la ciudad, todo esto que también es un encuentro, que también construye la memoria de los asistentes y de los testigos, como yo, se escapa a cualquier crónica fidedigna. Lo paralelo intangible, lo que sucede y llena finalmente el tiempo de Mundo Latino ocurre en ese mismo espacio parentético, de lectura generosa. Valga una galería en blanco y negro, que registra algunos rostros, algunos gestos. De estos últimos, me quedo con los contemplativos: uno se da cuenta, luego de tantos días de convivencia, que los poetas no solo hablan, la mayor parte del tiempo escuchan y contemplan. Me quedo con ello, con esos artes intuitivos que tejen la poesía y a los que la comparten. 



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Fotografías de Mariela Castañeda