No. 107 / Marzo 2018

Poesía y Espíritu III
Dánivir Kent



                 Ya
                    madura el silencio
                                            por el agreste vientre de tus bardas
    Quiere
                   el rayen dormirse
                         tiemblan sus entrañas
           enamoradas
           José Larralde


*

Alza el cañón su secreto amurallado

enmarañado en ramificaciones de silencio

encarnación oscura

                                y palpitante

de un abrazo mineral.

¿Quién

                  podría enmarcar la "terrible simetría"

del tigre

en la piel estriada del tiempo?

Tiempo convertido en cuerpo:

                                               todo el presente de la piedra.

 
*

Agua:

flujo insaciable que esculpe

sus oleadas discretas

su ondulante dulzura.

                                                                                          Tu mirada

                                   hace lo mismo conmigo que el agua en la piedra

me abre, me horada, me atraviesa

me rompe con sus múltiples, simultáneos
instantes de luz.


*

Hay ahí un libro– dijo

un orbe de infinitas heridas

expuestas al dolor del tiempo.

El agua, en su amorosa lectura

escribe y descifra –Pero,

              ¿quién tendría más arrugas y más signos en la muda lisura de

la piel,

el tímido rubor de sus crestas:

los giros violentos

de su insondable intimidad?


*

Paz,

impasible paz

vocal clandestina que intercepta lo "imposible"

y se anuncia en su lugar.


*

Sale el sol por la broncínea faz de la piedra –¿lo ves?

La montaña es también como nosotros, guarda muchos rostros. Solo en ella todos son al mismo tiempo.

El agua, en cambio, es gesto estremecido de impalpable transparencia.

Así, el cuerpo

                        el alma

son un mismo trazo indescifrable.

 

Guarda silencio.

Que no alcancen a leernos entera /la piel

en su infinito camuflaje–
 

 

* Del libro Persistencia en lo interno, en preparación.