No. 107 / Marzo 2018

Poesía y Espíritu III

Mística gay:
Dos poemas de Hildegard Elsberg




Nota introductoria por Andrew Harvey*
Traducciones de Rolando Gómez Roldán


Hildegard Elsberg nació en Alemania en 1906 y falleció a principios de febrero de 1997. Activa como gimnasta en Loheland durante su infancia, hizo estudios sobre lenguas y artes escénicas, enfocándose en el método Laban y la danza moderna con Kurt Joos. Tras obtener un título en fisioterapia, su comprensión del cuerpo y de su papel en la transformación humana se vio profundamente influida por el abordaje intuitivo de la indagación empleado en la escuela de Elsa Gindler.

En 1937, Hildegard Elsberg abandonó la Alemania de Hitler con rumbo a India, donde impartió clases de danza y música en escuelas católicas al sur del país y pasó varios veranos bajo la tutela de Ramana Maharshi en su áshram de Tiruvannamalai. En 1947 emigró a Estados Unidos, donde rápidamente estableció una práctica que integraba principios Orientales y Occidentales de autoconsciencia espiritual por medio del cuerpo. A lo largo de las siguientes décadas, enseñó junto a Alan Watts, cooperó con Fritz Kunkel en su Instituto en Los Ángeles y trabajó con jungianos como Helen Luke y Robert Johnson y con el Guild for Psychological Studies.

La poesía mística de Elsberg, extraordinariamente pura, poderosa y clarividente, solo ha sido publicada en ediciones privadas muy limitadas; la gran mayoría de ella fue escrita durante una década de aislamiento casi total del mundo (1975-85) y tiene la sólida autoridad de la auténtica soledad espiritual. Elsberg escribió sobre sí misma: "mi vida es un camino sagrado al que le rindo una natural reverencia. Nací con los genes de la introspección… y extrañamente la vida o Dios me ha respondido por esta vía. Es un misterio nacer, de la misma manera que es un misterio morir y entre estos dos misterios la vida misma es otro misterio, la vida misma es sagrada."

 

The Altar

At what altar, I Am, am I bidden to sacrifice?
Here, on the earth, until today an anvil
on which you forged, at my command, your form,
and also in this world a foothold for your coined work.
Begin by weeping into the sacrificial mold libations of
your tears, at having to surrender the
just accomplished shape you knew yourself to be,
and by which too, awhile, you were known of a few men.
Strew grains, more generous than those arnered in
the fields of this wide earth.
Pour precious oil of patience upon the altar slab;
put forth your hand, like Milarepa that mountainous sage
and suffer that to be torn down again
and once again, which you built up
while serving life.
Is your peremptory demand, I Am, that I must offer
on the earth-stone form and anchor, grain and oil,
so that my person should permit a wider space for
your wise counsel to fulfill itself?
Your faithful brick I alone know where to fit
into the infinite temple-wall, somewhere between
the base, where all the crushed reside and those
who have eaten earth for a long time—and
the dirges and the psalms, the Misereres and
light emitting Hallelujahs.
I place the color of your chip in mine own mosaic,
the fragile thread spun forth fom your frail lige,
I know to weave in tapestry magnificent.
Your part is: trust and let and be assured.



El altar

¿En altar, Yo soy, soy yo convocada al sacrificio?
Aquí, en la tierra, hasta hoy un yunque
en el que forjaste, bajo mis órdenes, tu forma,
y también un bastión para tu trabajo acuñado en este mundo.
Empieza por derramar dentro del molde sacrificial libaciones de
tus lágrimas, al tener que renunciar a la
recién adquirida forma que eras consciente de ser tú,
y por la cual también, un tiempo, te conocieron algunos hombres.
Esparce granos, más generosos que aquellos almacenados en
los campos de esta extensa tierra.
Vierte el precioso aceite de la paciencia sobre la losa del altar;
extiende tu mano como Milarepa, ese sabio morntaz,
y sufre la destrucción de todo aquello una y otra
y otra vez, eso que edificaste
mientras servías a la vida.
¿Es tu perentórea demanda, Yo soy, que debo ofrecerme
sobre la piedra-terrestre, ancla y forma, grano y aceite,
de modo que mi persona admita mayor espacio
para que tu sabio consejo se autorrealice?
De tu fiel ladrillo sólo yo sé dónde embona
dentro del infinito muro-templo, en algún lugar
de la base, donde todo lo pulverizado yace y aquellos
que han tragado tierra por largo tiempo— y
las endechas y los salmos, los misereres y
los luminosos aleluyas.
Coloco el color de tu astilla en el propio mosaico mío,
la frágil hebra hilada desde tu vida endeble,
que yo sé tejer cual magnífico tapiz.
Tu parte es: confiar y soltar y estar seguro.



Song of Angels III

Sword-carrier of justice
wings frosted by cold air of divine detachement,
before your implacable presence
our passionate life-blood is stayed,
our ardent pulse numb with terror.
Celestial strider, rider in flory,
pouring out vials, wisdom-filled;
parched fields of our comprehension ravaged gardens bereft,
their fruits of knowledge fallen, gnawed by the worm,
stretch wide beneath your dew.
You, planter of the heart-tree,
ruby on your holy forehead, perpetually plummeting
charity from your infinite perspectives,
by your fire melt, you, our floes,
grip, you, formidable, in piercing pity, those roots.
Angel of the great Turning,
meet at crossroads the voyager,
step in the way of a mountaineer, flung into spiraling descent,
who wring from themselves lonely return;
your glowing joy is their viaticum.
Majestic messenger from the land beyond the river,
you, of fierce mercy, by our hair,
from the bowels of our yearning, pull us across.
Blow on your resounding trumpet
splendor of sunrise in a new land.



Canción de ángeles III

Portador de la espada de la justicia
en alas congeladas por el aire frío de la divina lejanía,
ante tu presencia implacable
nuestra apasionada sangre vital se detiene,
nuestro pulso ardiente entumido de terror.
Viandante celestial, jinete glorioso,
rebosando frascos llenos de sabiduría;
los campos secos de nuestro entendimiento,
jardines devastados por la abstención,
sus frutos del saber tirados, roídos por el gusano,
se extienden ampliamente por debajo de tu rocío.
Tú, sembrador del árbol-corazón,
rubí en tu frente sagrada, perpetuamente sumido
en la caridad desde tus infinitas perspectivas,
por tu fuego derretido, tú, nuestros témpanos,
asidos, tú, formidable, en piedad lacerante, esas raíces.
Ángel del gran Giro,
encuentra al viajero en la encrucijada,
ponte en el camino del montañés, descendido en vertiginoso espiral,
quienes extirpan de sí el solitario regreso;
tu alegría iridiscente es su viático.
Mensajero majestuoso de la tierra allende el río,
tú, con tu fiera piedad, de las entrañas de nuestras ansias
jálanos por el cabello hasta el otro lado.
Toca en tu sonora trompeta
el esplendor del amanecer en una tierra nueva.



* Texto originalmente publicado en la sección dedicada a Elsberg de la antología The Essencial Gay Mystics, Andrew Harvey (ed.). Ohio: The Pilgrim Press, 1997 [San Francisco: Harper Collins].