No. 107 / Marzo 2018

Poesía y Espíritu III
Antal:
Una poeta adolescente del sur de la India



Nota y traducción: Elsa Cross*
 




 Relieve en el dintel de la casa de Antal, en Shrivilliputur, Támil Nadu,
donde Periyalvar encuentra a la niña Kotai bajo la planta de tulsi



Los ricos movimientos místicos hinduistas, que son una tradición viva hasta la fecha, comenzaron a surgir alrededor del siglo VI d.C., en el sureste de la India, en la región de Támil Nadu, para después extenderse hacia todos los rincones del subcontinente. En Támil Nadu se dio un desarrollo paralelo de dos corrientes devocionales: una que ensalzaba al dios Vishnu, los alvars, y otra al dios Shiva, los nayannars. La lengua támil poseía ya para entonces una tradición literaria de más de un milenio, totalmente independiente de la del sánscrito, y eso hizo posible una expresión poética de gran riqueza y originalidad, como fue la de gran parte de estos poetas, y en particular de la joven Antal, que escribió dos libros magníficos siendo apenas una adolescente.

En la India de esta época muy rara vez se cuenta con datos históricos precisos. Las biografías de los poetas de la bhakti, o devoción, más que biografías son hagiografías, en las que lo que acaso era una expresión metafórica termina por convertirse en un hecho milagroso. Esto le da más sabor a las historias, y en el caso de Antal, me limito a referir su leyenda.

Se cuenta que hacia el año 716, un sacerdote brahmín del templo de Shrivilliputtur, cerca de Madurai, un día encontró al pie de una planta de tulsi, consagrada al Señor Vishnu, a una niña recién nacida, a quien llamó Kodai, y que luego sería conocida como Antal. Según el Ramáyana, Sita, que habría de ser la esposa del príncipe Rama, también fue hallada de recién nacida en el surco de un terreno sagrado; de modo que, al igual que Sita, Kodai fue considerada hija de la diosa Tierra, Bhumidevi.

Kodai creció en medio de los rituales y la devoción por Krishna que, al igual que Rama, es una encarnación del dios Vishnu. Su padre adoptivo, el sacerdote, que era también uno de los poetas alvars, educó a la niña en la tradición poética támil. Aun desde la infancia —como se dirá posteriormente de otras poetas místicas de la India, como Mirabai— Kodai quería casarse solo con Krishna. A escondidas, ella se ponía la guirnalda de flores que se preparaba en el templo y debía llegar intacta para adornar la imagen del dios Vishnu, hasta que su padre se dio cuenta, y ese día, en que no le llevó a la imagen la guirnalda que Kodai se había puesto sino otra, tuvo en sueños una visión del dios que le decía que no quería ninguna otra guirnalda, pues extrañaba el perfume de Kodai. Desde entonces a Kodai se le conoció como Antal, que significa, "la que se impuso sobre el Señor".

Cuando Antal llegó a la edad en que debía casarse —que podían ser los 14 o 15 años—, se rehusó, diciendo que no se casaría con nadie sino con el Señor Ranganatha, la advocación de Vishnu que se adora en el gran templo de Shrirangam. En una ocasión, su padre soñó la imagen del Señor Ranganatha, pidiéndole que llevara a Antal a Shrirangam ataviada para su boda; los sacerdotes de aquel templo recibieron también en sueños instrucciones de esperarla. Cuando ella llegó, saltó del palanquín y fue al encuentro del Señor Ranganatha, en cuya imagen desapareció en medio de una gran luz.

En muchos templos Antal aparece junto a la imagen de Ranganatha, como su pareja divina, y recibe culto junto con él. En Shrivilliputur, su lugar natal, se conserva el jardín con plantas de tulsi (una variedad de albahaca) donde la encontró Vishnuchitta, y la casa de él, junto al templo, se convirtió en un santuario consagrado a la poeta.

* * *


Antal es la única mujer en la tradición de los poetas alvars, y escribió solo dos libros. El Tiruppavai o Voto sagrado es un extenso poema propiciatorio, dividido en 30 cantos, cuyo tema es el cumplimiento de un voto que hacen las jóvenes del pueblo a fin de propiciar la abundancia para el pueblo mismo y sus casas, así como bendiciones para su propia vida. El poema 2 explica en detalle en qué consistía ese voto. Antal ubica idealmente la escena de todo el libro en la aldea de Vrindaban (Ayarpali, en támil), donde el joven Krishna, según la leyenda, se recrea y juega con las gopis, que son las jóvenes lecheras que cuidan de las vacas, están siempre enamoradas de él y cumplirán con el voto para merecer su amor.

La de Antal es una poesía prístina, en toda la extensión de esta palabra: primigenia, originaria, límpida; describe un mundo idílico a través de una exquisita observación de la naturaleza, aun en mínimos detalles, como el del escarabajo moteado. Hasta la fecha, catorce siglos después de haber sido compuesto, la recitación del poema todavía forma parte del culto diario en muchos templos de Támil Nadu, y alrededor del mes de enero, cada día cantan un poema las muchachas que buscan novio y observan el voto; durante esa época, el poema se canta en templos de toda la India, en varias lenguas, y en Támil Nadu incluso se escucha en estaciones de radio. La segunda obra se llama Naccīyar Tirumoli o Los decires sagrados de la diosa y consta de catorce poemas mucho más extensos. El poema prosigue en algunas partes con toda la imaginería mítica de Krishna en Vrindaban, y muchos de los poemas van más allá de la recreación literaria para expresar el anhelo desesperado por la unión con el dios.

Los poemas de Antal reflejan enorme talento y oficio, pero solo pueden explicarse con una gran tradición literaria detrás. Son poemas de factura impecable, con una estructura clara y una inequívoca intención literaria. Todo esto, sin embargo, no reduce la intensidad de su carácter devocional. El Voto sagrado y Los decires sagrados de la diosa son dos colecciones completas; no hay allí ni un balbuceo ni un simple desahogo, que es en lo que muchas veces termina, desde un punto de vista literario, la exaltación mística. Hay una poesía perfectamente articulada que puede dar expresión, aun al balbuceo y el desahogo, convertidos ya en poesía. Quien esté familiarizado con las leyendas sobre Krishna y Rama encontrará en los poemas referencias a algunos de sus episodios, así como nombres de sus diversas advocaciones. Es inevitable, por otra parte, hallar a veces una distante sintonía con la poesía bucólica de Occidente.

Se incluyen aquí siete poemas del Voto sagrado. A falta de conocimientos del támil, aunque he tomado en cuenta la traducción al inglés de P. S. Sundaram (Andal: Tiruppavai. Nachiyar Tirumozhi, 1987) y la de Archana Venkatesam (The Secret Garland. Antal's Tiruppavai and Nacciyar Tirumoli, 2010), doy preferencia y sigo la de Vidya Dehejia, (Antal and Her Path of Love, 1992), que procede con más libertad en la disposición del verso y tiene, a mi juicio, mayor claridad poética. La edición de Sundaram incluye el original en támil y una transliteración de los poemas que permite apreciar que cada poema, escrito en verso libre, contenía ocho versos.


Antal

Del Voto sagrado (Tiruppāvai)

2

Gente del mundo,
escuchen las reglas que observamos
para nuestro voto pavai.

Bañándonos al alba
cantamos las alabanzas del Ser supremo,
el que duerme sobre el mar de leche.
No comemos ghee, leche no bebemos,
no llevamos flores en el pelo
ni kohl en los ojos,
no hacemos mal, no decimos cosas malas,
brindamos ofrendas en abundancia,
damos caridad humildemente a quienes piden,
de esta manera
vivimos felices.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.

 

3

Nos bañamos en las aguas claras
al despuntar el alba.
Cantamos las glorias del señor supremo,
que abarcó los mundos
y los midió.
La prosperidad eterna de seguro será nuestra.

Nuestra tierra estará libre de mal:
tres veces al mes
habrá lluvias abundantes;
en los campos inundados de los altos arrozales rojos
las carpas saltarán jugando,
los escarabajos moteados ociosos soñarán
en los capullos brillantes de los nenúfares,
nuestros cántaros rebosarán con la leche
de las pesadas ubres
de nuestras vacas,
grandes, plácidas, dadoras.
Abundante en verdad nuestra ganancia.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.



9

Oh prima mía
que duermes en un diván
en una casa espléndida,
iluminada por el destello de lámparas,
donde el incienso llena el aire,
abandona tu sueño,
abre tu puerta enjoyada.

Tía, tu hija no habla.
¿Es acaso muda
o está sorda?
¿O es quizá una perezosa?
¿La ha atado un hechizo,
la mantiene cautiva?
¿Está atrapada en el estupor?

Cantamos los nombres santos del señor,
Mádhavan, señor de Vaikunta,
Él mismo la gran ilusión—
Tía, ¿no la vas a despertar?

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.

 

14

En el gran estanque
de tu jardín de atrás
se abren los lotos rosados,
los oscuros se cierran.
Los hombres santos en ropas color ocre
con dientes blancos y puros
han recorrido su paciente camino
para sonar la caracola,
abrir las puertas del templo.

Oh, doncellas que prometieron
venir a despertarnos,
no tienen vergüenza.
Sus lenguas se mueven mucho
pero ustedes no cumplen su palabra.
Vengan, vamos a cantar la gloria
del señor de ojos de loto
cuya mano invulnerable
sostiene disco y caracola.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.

 

22

Subyugando su orgullo
los monarcas de la vasta tierra
se aglomeran junto a tu lecho.
Así también
nosotras nos reunimos a tus pies.

¿No dejarás caer sobre nosotros
la mirada de tus ojos
apenas abiertos
como la ranura de la campana kinkinī,
como el loto rosado que se abre?

Si cayera sobre nosotros tu mirada
con esos dos bellos ojos
que parecen el sol y la luna
saliendo al mismo tiempo,
en verdad, todos nuestros pecados
se desvanecerían.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.

 

23

El león majestuoso
dormido en su cueva en la montaña
durante la estación de lluvias
despierta, abre sus ojos fieros,
se sacude
y su fragante melena
vuela en todas direcciones,
luego ruge,
se estira a lo largo,
sale.

Oh señor oscuro como el capullo del pūvai,
sal así
de tu reclusión.
Sentado sobre tu trono de león
resplandeciente,
piensa en nuestra súplica.
Deja que tu gracia
esté con nosotros.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.

 

28

Nosotras pastoras humildes
nos ganamos la vida
vagando por los bosques
llevando a pastar nuestros rebaños.
Poca es nuestra enseñanza,
pero nuestra la fortuna
de que hayas nacido
en nuestro clan.

Oh excelente Govinda
que ni tú ni nosotras
revoquemos la relación
que tenemos aquí.

Oh señor supremo,
somos niñas incultas.
Perdónanos
por saludarte
con familiaridad.
Que tu gracia sea sobre nosotras,
concédenos nuestro deseo.

Cúmplenos, oh canción de nuestro voto.
 



*[Del libro en preparación Poesía mística de la India.]