No. 107 / Marzo 2018

Poesía y Espíritu III

Mística gay:
Una antología de poesía homosexual
hacia el espíritu

Andrew Harvey

Traducción de Luisa Manero Serna


Este texto de Andrew Harvey fue originalmente publicado como introducción a su antología The Essencial Gay Mystics [Místicos gays imprescindibles] (Ohio: The Pilgrim Press, 1997 [San Francisco: Harper Collins]), la cual hace un recorrido a través de voces homosexuales que vierten poéticamente su búsqueda espiritual, recorrido que abarca culturas, tradiciones y siglos contrastantes. En este especial se publican, además de fragmentos de dicha introducción, poemas provenientes de los apartados de Lewis Thompson y Hildegard Elsberg, ambos de la sección última de la antología, dedicada a la segunda mitad del siglo XX.

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¿Qué es un místico? La más hermosa definición corta que he escuchado me la dijo una vieja amiga en París: “Un místico es alguien que tiene una percepción directa y desnuda de la divinidad, más allá del dogma, más allá de las ideas, más allá de cualquier formulación posible en palabras de cualquier tipo.” A lo largo de la historia, hombres y mujeres de todas las sexualidades y culturas han tenido esta “percepción directa y desnuda de la divinidad” y han sido transformados por su arrebato y sus retos. Casi siempre han elegido interpretar esta percepción en términos de símbolos religiosos y culturales existentes en su tiempo; la percepción misma, no obstante, permanece atemporal y esencialmente más allá de toda expresión formal, nacida como tal de una conversación sin palabras entre el Dios y el Corazón humanos, la vida y su Fuente, que es más intensa y más íntima que cualquier otra relación.

En su obra maestra, Myisticism [Misticismo], Evelyn Underhill escribe:

El misticismo nos ofrece la historia, tan antigua como la civilización, de una raza de aventureros que han llevado a término el proceso de un retorno deliberado y activo a la fuente divina de las cosas. Ellos se han rendido al movimiento vital del universo, y por tanto han vivido una vida más intensa que la que otros seres conocerán… Por consiguiente, atestiguan todo lo que nuestra consciencia espiritual latente, que se revela en el ‘hambre de absoluto’, puede significar para nosotros si la desarrollamos, y a ese respecto, tenemos un aprecio único por la raza.


No ha habido momento en que haya sido tan importante como ahora tomar completamente en serio la evidencia y el testimonio de esa “raza de aventureros”. Sin la creencia y sin la cultivación radical de una consciencia mística y de una introspección hacia la interconectividad de la realidad entera, en una dicha sagrada y un amor sagrado que solo ellas pueden traer, no seremos capaces de desarrollar ese “estar despierto” necesario para resolver los problemas terribles que amenazan nuestras vidas y toda vida en el planeta.

En el gran coro de testigos del poder transformador de la relación directa con la “fuente divina de las cosas”, un número sorprendentemente alto ha sido gay. Sorprendente, porque la retórica de casi todas las religiones mayores te hace creer que la introspección y la realización espiritual son incompatibles con la homosexualidad. La homofobia ha manchado todas las religiones semíticas; Mahoma estalla contra ella en el Corán; los sabios judíos que compusieron el Pentateuco la condenan; los registros del cristianismo de Pablo en adelante, a pesar de cierto grado de tolerancia temprana, han sido de aplastante ignorancia, crueldad y persecución. Tampoco el hinduismo ni el budismo han estado exentos de este rechazo hacia una porción considerable de la raza humana; muchos sabios hindús, tanto antiguos como modernos, han sido vociferantes en su condenación a las relaciones entre personas del mismo sexo. En su reciente The Way to Freedom [El camino a la libertad], el Dalai Lama escribe, lamentablemente, que “el extravío sexual… es un acto sexual llevado a cabo con una persona inapropiada… [para los hombres, esto] incluye otros hombres”. El New Age, con todos sus eslóganes de amor universal y compasión, tampoco está libre de homofobia. Muchos “maestros” contemporáneos de todas las tradiciones son abiertos respecto a su rechazo por los homosexuales. Yo mismo he experimentado este prejuicio en formas atroces y humillantes, y he llevado la cuenta junto con otros desilusionados gays en búsqueda espiritual provenientes de muchas distintas iglesias, religiones y áshram, los cuales han descubierto que la definición de amor universal enunciada por sus gurús o sacerdotes no incluye a los homosexuales. A aquellos familiarizados con la realidad de la homofobia contemporánea en todas sus formas, y con ambas las vías evidentes y sutiles en que las religiones de todo tipo la perpetúan, no les sorprenderá saber que, de acuerdo con Amnistía Internacional, la homosexualidad es condenable a muerte en más de cuarenta países, en muchos casos con la sanción entera de la ley religiosa.

Fue como una protesta de amor contra esta obscena y trágica situación que concebí una antología de místicos gay. Quería que todos —más que nadie mis hermanos y hermanas gay— fueran completamente conscientes de que digan lo que digan los mulhas y gurús y arzobispos y pseudoavatares, no hay ningún registro de lo Divino en sí mismo que de alguna forma excluya a los homosexuales del contacto directo con su amor, que es ofrecido libremente y para siempre a cada ser sintiente.

La mejor arma en esta guerra de la mente y el corazón es la información veraz. Los testimonios de místicos homosexuales que he reunido aquí hablan con voz más potente que la de cualquier otra retórica sobre los logros extraordinarios del genio místico homosexual a lo largo de la historia. Espero que esta antología ofrezca imágenes alternativas —y divinas— de lo que las relaciones homosexuales pueden ser. El testimonio de Platón de los amantes del mismo sexo como puerta hacia la revelación; el conocimiento de Saadi y Attar sobre el amor entre personas del mismo sexo como potencialmente shahid —testigo de la belleza divina—; la celebración mística de la sexualidad sagrada como iniciación directa al ser divino, llevada a cabo sin miedo por Walt Whitman y Elsa Gidlow; el argumento hermoso de Edward Carpenter sobre el rol esencial de sanación propio de la homosexualidad en la creación de una nueva democracia sagrada extendida al mundo entero; todas estas visiones e ideales pueden inspirar a los gays en búsqueda espiritual a ir más allá de la autoimagen limitante y negativa que esta cultura propaga —puede alentarlos a contemplar su poder de amor desde la perspectiva más alta. También espero que esta antología ofrezca a los heterosexuales no una provocación respecto a quién era o no era un amante de personas del mismo sexo sino una visión de la sabiduría noble que los homosexuales en búsqueda espiritual, dentro o fuera de una relación, pueden ofrecer a todos, y las contribuciones que esta sabiduría ha hecho y continúa haciendo hacia la cura de las heridas del corazón de la humanidad.

Al reunir todas estas voces místicas gay —algunos de estos escritos se publican aquí por primera vez— no quiero limitar o predeterminar su testimonio. Como se puede esperar, las personas gay han tomado muchos caminos místicos diferentes. Encontrarás aquí tanto austeros como extravagantes amantes de Dios. Algunos están hambrientos de silencio sagrado y ausencia radiante, como Pessoa o Kobo Daishi o Christina Rossetti, mientras que otros, como Safo o Sofía Parnok o Esenin, abrazan toda la gloria sufriente de la realidad. Encontrarás aquí cada aspecto de la relación del alma con su amado. No obstante, he enfatizado en una corriente particular de la contribución gay al entendimiento místico, porque pienso que es de importancia fundamental para el futuro: la visión tántrica de la realidad. Esta es una visión que rechaza las antiguas separaciones entre cielo y tierra, cuerpo y espíritu, corazón y mente, y en cambio contempla y conoce a la realidad como una danza constantemente explosiva de energía divina, amor y dicha, que los interconecta en todos los eventos y los momentos particulares.

Hay una dificultad obvia que uno se encuentra al armar una antología como ésta: ¿a quiénes podría uno “proclamar” como amantes del mismo sexo? El construccionismo social sostiene que términos como “gay” y “condición gay” son imaginarios y recientes—constructos sociales. Este argumento es reforzado por una definición extremadamente angosta de lo “gay”. ¿Cómo pueden las exposiciones semejantes enfrentarse a las implicaciones de la investigación moderna transcultural? Por otra parte, la insistencia construccionista en que los conceptos son dependientes del lenguaje, y que los términos preceden a las ideas, es altamente cuestionable. Definir una actividad o un estilo de vida puede acarrear un nivel más alto de autoconsciencia, pero esto no significa que la actividad y la identidad consciente no haya ocurrido antes de la definición en muchos espacios distintos.

Una gran cantidad de evidencia nos muestra no solo que el deseo hacia personas del mismo sexo siempre ha existido (y siempre se ha sabido que existe), sino que en muchas culturas aquellos que siguieron esta inspiración eran vistos como conectados en formas particulares y luminosas con lo sagrado. Esta evidencia nos lleva —o debería llevarnos— a expandir nuestra visión de lo que ha sido la condición gay y de lo que puede ser. Esta mayor continuidad y tradición humana es la que he elegido celebrar aquí.

Otra dificultad que tuve que enfrentar fue la escasez de literatura mística lésbica identificable. Esto no indica, por supuesto, una falta de místicas lesbianas; más bien, muestra que han sufrido el mismo destino de tantas mujeres —opresión y silenciamiento. Estoy convencido de que muchas de las mujeres cristianas místicas más distinguidas de los siglos XIII y XIV podían haber sido total o parcialmente lesbianas, pero hay poca evidencia para justificar la inclusión, como yo quería hacerlo, de Matilde de Magdeburgo o Hildegarda de Bingen. Intenté equilibrar la balanza al iniciar con una gran voz lésbica, la de Safo, y terminar con cuatro grandes místicas lesbianas modernas: Marguerite Yourcenar, Elsa Gidlow, Audre Lorde y Hildegard Elsberg.

Otra dificultad que he tenido que enfrentar es el enorme silencio que rodea la probable homosexualidad de muchos místicos que escriben al interior de las estructuras religiosas convencionales. Cuántos de los grandes monjes cristianos de todas las denominaciones cristianas han de haber sido homosexuales, y qué poco —a pesar del esfuerzo de historiadores como John Boswell— sabremos sobre ellos. El mismo silencio nos confronta en las otras grandes tradiciones. Miedo, vergüenza, y la tendencia, especialmente de las tradiciones asiáticas, de idealizar al Maestro de cualquier sexo como un ser asexuado que está más allá del deseo, han eclipsado, probablemente para siempre, el poder de muchas voces gay.

He decidido incluir en mi antología algunos artistas y escritores (Oscar Wilde, Jean Cocteau y Colette, por ejemplo) que no serían normalmente considerados como místicos. Esto es en parte porque me di cuenta —como todos aquellos en búsqueda espiritual dentro de la historia gay— de que muchas personas gays de todas las culturas, repudiadas por la homofobia de las religiones existentes, han desviado sus pasiones religiosas al arte. Como poeta y novelista, también soy consciente de cómo muchos aspectos del llamado arte secular fueron inspirados por la verdad y la introspección espiritual, y éste puede ser uno de los más grandes vehículos de su propagación secreta. Alguna vez un abad zen muy culto me describió a Colette como “el mayor escritor zen del siglo”, y Claudel, en un desatado momento de entusiasmo, llamó a Rimbaud “el mayor visionario místico de Francia, mayor que cualquiera de los místicos oficiales de la Iglesia”. También pienso que nuestras definiciones actuales de la palabra místico son demasiado especializadas, elitistas y estrechas; cualquiera es potencialmente un místico, si tiene el entrenamiento, la dedicación y el ambiente adecuados. La verdad mística es la verdad de todos los seres. Cuando observamos los últimos doscientos años de prevaleciente cultura materialista, frecuentemente encontramos las más grandes introspecciones místicas en el trabajo de los artistas de todo tipo, en lugar de las lucubraciones monótonas de los teólogos o las fórmulas repetitivas de aquellos místicos que se mantienen demasiado cercanos a las convenciones de su propia tradición.

Reunir The Essential Gay Mystics ha sido uno de los gozos más grandes de mi vida. Aún puedo verme como un joven hombre gay con hambre de imágenes de la condición gay más nobles y más inspiradoras que aquellas ofrecidas tanto por la cultura heterosexual como por la cultura gay contemporánea —imágenes que trascendieran los estereotipos del esteta atormentado, la loca, el chico vestido de cuero o el promiscuo rebelde sexual. Lentamente, a lo largo de una larga, a menudo desconcertante y dolorosa búsqueda personal, las descubrí tanto en mi consciencia interna como en los escritos de las personas cuyo trabajo tengo el honor de presentar aquí. Ahora los siento como compañeros vivos y vigorizantes en mi viaje hacia la autoaceptación y la enteramente divina compasión y consciencia humanas. Que estos maravillosos aventureros y su sabiduría cobren vida ahora con y dentro de ti.