No. 107 / Marzo 2018
Leer un poema...


Estación Aldebarán de Rosa Durán*


Carmen Villoro

 

"perisodáctilo herbívoro y cuadrúpedo" dice ella ante el golpe de la noche que la ha dejado absorta. Lo dice como un rezo porque solo le queda la fe de la poesía después del vértigo. "Umbral dominus", pronuncia ella que viene saliendo de otros siglos. Ha llegado hasta aquí por transfiguración de la materia si es que acaso es materia lo que compone el volumen de su cuerpo y de su voz. Ha llegado hasta aquí por acto del lenguaje, porque alguien, en otra dimensión, la deletrea. Alguien la escucha, tal vez Usted, lector, percibe sus palabras como aquellos relinchos que vienen de tan lejos. Y qué más da de cuándo, si el tiempo es esta soledad intercambiable: te doy un siglo y tú me da tu trino; te doy la sal y tú me abres la sed como quien abre en dos el mar, así dice el poema primigenio.

Ella dice: "sé luz (…) seduce (…) no te apartes de mí (…)" y el día se despeja como página en blanco, como pantalla donde se proyectan las arterias del árbol para que se posen los vuelos y sus gritos, los destemplados gritos de las aves y de todo lo demás que vuela y se desbarata.

Ella se encuentra en trance, por eso habla en latín. Pronuncia: (…) Nynphalidae / Saturnia Albofasciata / Saturnia Cameronensis / la Pavoniella / Saturnia del Sancti Spiritus (…) Euphydryas Aurinia / (…) Tityrus Galathea / Polyommatus Icarus / Parnassius Apollo / Vanessa Atalanta (…), lo dice con esa seriedad que otorga la locura, con esa gravedad que tienen las abejas, con la formalidad del colibrí. Ella, ahora lo sabemos, viajó por las constelaciones y se trajo pegadas a su sueño las esquirlas del polvo sideral y ya no puede sino decir los nombres estelares. Va por la calle y dice: "Aldebarán Sirius Mintalca". Se sienta en la sala de espera del dentista y pronuncia "Alpha Centauro Monoceros", abre la puerta al que trae un paquete de mensajería y en voz alta lo increpa: "Ankaa Pictor / Piscis / Pyxis / Alpha Pyxidis"; cuenta los escalones de su casa: "Taygeta Tauri / Lambda Tauri / Tau Tauri / Kappa Tauri / Ómicron Tauri", provenientes quizá de otras agendas y de otros calendarios que al repetir recuerda vagamente como seres perdidos de otro mundo que es éste.

La autora, la poeta, escribe. Ya no lo dice más. Lo asienta en el objeto. Fija su lluvia de fragmentos ebrios en la unidad del texto. Hace eso de poner palabras, diagonales, puntos. Lo realiza, es decir que lo hace real. Representación, cosa de su cuerpo, esculpe su deseo y deja el fósil que llamamos poema. Tatuada piel la hoja de este tacto, ardiente y denso el verso dice la intimidad, cuenta el secreto, aviva el hueco que se plena en el lenguaje. Yo me pleno y también siento su piedra. Porque Rosa Durán escribe de su piedra. Desde su piedra escribe; desde la soledad del pitcher en el campo de béisbol escribe, y más allá. Desde su centro funda su big bang de estrellas diminutas y las deja llover sobre la luz del libro, sobre la herida del libro, sobre mi herida calcinada, cual si nada, cual si el sentido último del cosmos fuera ese "centro ígneo", "el núcleo de la Tierra", "materia incombustible". Ya le dijo muy bien Alcántara en su ensayo: es "su cordura".

Cordura delirante, extra-ordinaria, donde la historia es la construcción y en-sueño la vigilia. Qué bueno que chocó el meteoro. No hablo de Isón, sino del que cayó en Yucatán y extinguió nuestros robots en forma de dinosaurio. Qué alegría saber que las partículas de aquel planeta extinto siguen cayendo en forma de palabras, estructurando versos y silencios, y que alguien crea, unos en una sala convencionalmente ordenada crean, que más allá de los signos y sus callados continentes, algo, tal vez la nada, existe.
 
Marzo de 2017
Planeta Tierra
 


* Estación Aldebarán, Rosa Durán, Editorial Dharma, Ciudad de México, 2016.