No. 107 / Marzo 2018


“Una línea sueña”: sobre un poema de Michaux


Mariela Castañeda



Une ligne rêve. On n'avait jusque-là jamais laissé rêver une ligne.

Michaux sobre Klee.

Sobre líneas trazadas sin objeto
sobre el papel; sobre páginas de líneas.

“Líneas” de Michaux.


1. Jamás se había dejado soñar a una línea, dice Michaux. Luego Klee y, muy cerca, Miró. Aisladas, las palabras del poeta arrojan luz sobre los procedimientos del lenguaje no solo pictórico, sino poético y sobre la interpretación de ambos. Una línea es la unión de infinitos puntos en un plano. Entre punto y punto, aire o, mejor dicho, vacío, maleza que se presta a ser atravesada, que no opone resistencia porque, a pesar de lo que solemos creer, las palabras no se resisten, son la voluntad nómada del sobreviviente. Una línea es tantos puntos quiera y, esencialmente, pueda imaginarse. Vamos por la vida uniéndolos, condenados a formar sentido, como alguna vez oí decir. Vamos, incisivamente, de punto en punto, tratando de leer todo gesto. 

Ennoblecida por un trazo de tinta, una línea fina, una línea,
donde ya nada apesta
No para explicar, no para exponer, ni en terrazas
ni monumentalmente
Sino más bien como en el Mundo hay anfractuosidades,
sinuosidades, como hay perros vagabundos

2. No se malentienda, no hay desproporciones, no hay un ímpetu de lectura universal o monumental, no se puede tenerlo. Pienso en unas líneas que traza Eduardo Padilla: “Lo universal y lo particular son buenos nortes. Toda cancha necesita de buenos postes para saber por dónde meter la pelota. Entre lo particular y lo universal hay suficiente espacio (hay demasiado espacio incluso, hay una terrible desmesura de espacio) como para todo tipo de maniobra y jugada.” Esa desmesura que nos come, o que finalmente nos delata cual puntitos a la intemperie, es también el medio por el que planteamos toda interpretación. Es esa libertad de movimiento —que a veces nos hace quedarnos estáticos en el pavor—, la que vuelve posible, incluso probable decir yo creo que aquí el poema dice
 
3. Sirva repetirlo, si es que aún no se asoma esta ya conocidísima conjetura: un verso es una línea en una hoja, antes que nada, incluso que un verso. Antes del procesamiento neuronal, antes del temblor de los átomos, antes de la retórica y la poética, y las escuelas, y las herencias y las resonancias. Una línea es una línea. Reconocemos su disposición gráfica, la cajita delimitada por aire, las hileras de signos alineados uno tras otro, una tras otra, líneas y líneas. Y el lenguaje poético se vuelve la máquina lectora, prisma refractante. Las líneas pasan a tener fuerza y dirección, a ser vectores. Pienso, esta imagen ayuda incluso a que lo siguiente parezca una consecuencia natural de esta disposición: en las líneas se glosa el mundo entero. Solo lo que se dice, en el preciso instante del trazo, es lo que se puede decir. Sin importar cuanto se modifique el ángulo de lo dicho, estamos condenados al sentido, y a la sucesión. De ahí que el poema de Michaux funcione también como reflexión sobre la interpretación del texto y de la imagen.

una línea, una línea, más o menos una línea…

4. Las líneas son sucesión, continuidad, marcan el desarrollo de una lectura. De su cruce nacen nuevas líneas interpretativas que dicen, de a se va a b y luego a c. En este punto tenemos un texto, con suerte, un tejido. Es decir, esa misma linealidad logra ser liberada. Se revientan en direcciones insospechadas nuestras líneas y sucede la interpretación. Yuxtapuestos o cercanos, casi tocándose, las líneas dejan de ser límites o delimitaciones para volverse coordenadas, constelaciones que contienen todas las lecturas posibles, las infinitas maneras de unir esos puntos..

En fragmentos, en comienzos, tomada por sorpresa,
una línea, una línea…
…una legión de líneas
Alevines del agua nueva de un sentimiento que despunta,
habla, ríe, rapta o que ya por momentos apuñala

5. Ahora bien, en la lectura no se unen todos los puntos; siempre quedan cabos sueltos. Por fortuna existen lectores hechos a la medida de esos cabos: hay quienes obtienen placer de hacer crucigramas. Cazadores de hilos sueltos, pienso. Dice Peter Sloterdijk al respecto: “Al estudiar los escritos de autores filosóficos con grandes pretensiones de control sobre su discurso, uno se topa en ocasiones con párrafos que le causan sorpresa porque obviamente no surgen de la necesidad de la consideración en curso, sino que obedecen a un repentino impulso asociativo que rompe el desarrollo de un argumento.” Acierta el traductor al conservar la violencia del acto de “romper” la trama. Hay algo frenético en la desviación de la línea. En ocasiones, leemos los versos torciendo su hilo, para que diga lo que uno busca decir (cosa que puede o no estar en el poema). Cabe aclarar que no me refiero, en todo este andamiaje de ideas, al acto interpretativo que busca agotar, que busca mostrar el sentido total de una obra literaria. Estoy intentando describir, a golpe de imágenes, lo que la lectura asociativa, de naturaleza absolutamente subjetiva, irremediablemente ficcional, es para mí.

Escapadas de prisiones heredadas, llegando no para definir,
sino para indefinir, para pasar el rastrillo, para volver a hacerse
la rabona, líneas, por aquí y por allá, líneas,
Descendientes, zigzagueantes, sumergiéndose para
soñadoramente, para distraídamente, para múltiplemente…
en deseos que se estiran, que liberan.

6. Los gestos de movimiento que Michaux lee en las pinturas de Klee son aquellas de quien observa al danzante enfebrecido. Algo se libera cuando uno ve las líneas soñadoras de Klee. Existe algo curativo, casi hipnótico, en ver esas líneas liberadas, en éxtasis. Como bailan, como se nos escapan. Algo parecido sucede con los poemas. Imposible asirlos, imposible despertarlos de ese sueño vertiginoso, traerlos a una hoja y afirmar: este poema significa esto.
 
7. En alguna entrevista, dice Alejandro Tarrab: “Me interesaba mucho lo que podía hacerse con lo que uno no considera de entrada, todos esos residuos que se dejan a un lado, pero que finalmente se guardan por algún motivo.” Porque también en Klee hay líneas sueltas, puestas por el azar, por el inaccesible arte de la composición. Esto logró convocar una imagen: esos motivos, generalmente opacos, se hayan ensamblados al texto por una especie de fuerza gravitatoria. Esta fuerza evocativa logra mantener unidos toda clase de esquirlas o guijarros, imágenes, sonidos, olores. Conforman anillos planetarios de polvo y partículas vivas de memoria, de pensamiento, si se quiere.

Restos sin escolta, lo real limpiado de minas,
Ratón del recuerdo perfilándose indefinidamente
en el horizonte de la página,
o bien trazados leves de incierto futuro.

7. El poema es territorio de nadie. Permanece redondo e inhabitable hasta que alguien lo inaugura. El poema es siempre torre de babel. En él todas las lenguas, el lenguaje entero habita, y no es la discontinuidad del mundo su regla. En el poema la línea es nómada, la línea sueña y suena sin dejar de ser eso, una línea.

De ninguna lengua, la escritura –
Sin pertenencia, sin filiación
Líneas, solamente líneas.



 

Lecturas.
"Líneas" en Henri Michaux, Momentos. Córdoba, Alción Editora, 2001.
Peter Sloterdijk, Celo de Dios. Sobre la lucha de los tres monoteísmos. Madrid, Ediciones Siruela, 2011.