No. 108 / Abril 2018


Mesa de traducciones
 

 

 


Jon
Davis

(New Haven, 1952)


Traducción de Roberto Appratto


Poeta y editor. Actualmente es profesor en el Instituto de Artes Indias Americanas en Santa Fe, New Mexico. Ha sido reconocido con el Lannan Literary Award, dos becas nacionales y un premio para poetas jóvenes de la academia de poetas americanos. Sus libros publicados son Dangerous Amusements, Scrimmage of Appetite, Local Color, The Hawk. The Road. The Sunlight After Clouds y Preliminary Report.

Los primeros datos acerca de Jon Davis los encontré en En cuerpo y en lo otro, el libro que recoge colaboraciones de David Foster Wallace. En el capítulo dedicado a la reseña de Lo mejor de la prosa poética (2001) Foster Wallace se expresa de la siguiente manera: "…un tal Jon Davis, un poeta al que este reseñista no conocía de nada pero cuyos textos en esta antología son tan excepcionalmente tremendos que el reseñista ha salido a la calle y se ha comprado el único libro de Jon Davis que menciona en su nota biográfica". Y, luego: "se puede ver cómo el poema en prosa se las apaña para alcanzar esa extraña mezcla de lógica y magia de la poesía sin apenas ninguna de las bazas ni las herramientas habituales de la poesía…"

Mi siguiente movimiento, dado el respeto que tenía y tengo por la opinión de David Foster Wallace, fue conseguir Dangerous Amusements, Preliminary Report y Scrimmage of Appetite. Confirmé el juicio de Wallace, y fui más allá en mi entusiasmo, tanto que traduje Scrimmage ofAppetite con gran placer en unos meses del año pasado. Los comentarios sobre este libro destacan la unión de lírica y meditación, el examen de la condición humana, la captación de la necesidad de significado, la exploración de la realidad. Puedo agregar la sorpresa que me llevé con la capacidad de Davis, tanto en prosa como en verso, para fusionar el estilo conversacional con la argumentación a la luz de un infalible sentido del ritmo y lograr, con más frecuencia que la habitual en la poesía contemporánea, momentos de luminosidad a la vez ambigua y exacta.

Los poemas seleccionados pertenecen a Scrimmage of Appetite.




The Sixties: Two Scenes

1. In the Church/4th of July/ Derby, Connecticut

Once the mercury flowed in Danbury and found the river down there. The children kept climbing the hills. Kept sliding back down. Posters, papers, incense. Stoned and adrift on the water bed. Wine in a paper bag. A park full of promise. When they finally sent the police in. Whose children were they? He carried his flute everywhere he went. The door to the church was open. Someone blew every candle out. The light from the parking lot glowed against the stained-glass Windows. Flute song like torn wind. Like a flame. Anything could happen. The man on the cross kept opening his arms. The Grand Finale was about to begin. Flute song. Flute song. Detonations through the church walls.

2. Listening

Standing on the lake. Winter. There were more drugs in there, he said. His eyes kept trying to escape his face. Later, he would live with cows in Massachusetts. Would work in a pickle factory. Later he would live in a hole in the ground. All Winter, he said, digging deeper when it got cold, sliding the darkness over his head. Here is the sun, dazzling the lake. Surfaces full of presence. Hendrix wanted us all to. Hendrix kept appearing in the form of smoke. The world was frozen over. Later, on an oil rig in Texas, the boom would thump his head and the medical team would suspect a brain lesion. Hendrix, he'd whisper to the spinning record, what do you want from us?




Los sesentas: dos escenas

1. En la iglesia/4 de julio/ Derby, Connecticut

Una vez el mercurio fluyó en Danbury y encontró al río ahí abajo. Los niños seguían trepando a  las colinas. Seguían  deslizándose hacia abajo. Carteles, papeles, incienso. Drogados y a la deriva en el colchón de agua. Vino en bolsa de papel. Un parque lleno de promesas. Cuando al final llamaron a la policía. ¿De quién eran los niños?  Llevaba la flauta a donde fuera. La puerta a la iglesia estaba abierta. Alguien apagó todas las velas. La luz del estacionamiento brillaba contra los vitrales. Canción de flauta como viento roto. Como una llama. Todo podía pasar. El hombre en la cruz seguía abriendo sus brazos. El Gran Final estaba por empezar. Canción de flauta. Canción de flauta. Detonaciones a través de las paredes de la iglesia.

2. Escuchando

De pie en el lago. Invierno. No había más drogas ahí, dijo. Sus ojos trataban de escapar de su cara. Más tarde viviría con vacas en Massachusetts. Trabajaría en una fábrica de pickles. Más tarde viviría en un agujero en la tierra. Todo el invierno, dijo, cavando más profundo cuando hacía frío, deslizando la oscuridad sobre su cabeza. Aquí está el sol, deslumbrando el lago. Superficies llenas de presencia. Hendrix quería que todos. Hendrix seguía apareciendo en forma de humo. El mundo estaba  congelado. Más tarde, en un pozo petrolero en Texas, el estampido impactaría en su cabeza y el equipo médico supondría una lesión cerebral. Hendrix, susurraría en el disco que daba vueltas, ¿qué quieres de nosotros?




The Hawk. The Road. The Sunlight After Clouds

Say you are driving in Vermont, spring, the sun emerging  from clouds, the road twisting among farmhouses and farmhouses converted into country homes for the wealthy, anda a bird breaks out of the woods into the air above and just in front of your car, startles, catches himself, spreads his rufous wings and his broadly striped tail and becomes a hawk,  a broad-winged hawk.

You have been driving five hours and, until this momento, have deadened yourself with the radio’s ragged rock –a half-dozen chords and the lyrics: “I love her but now she’s shopping with him”, “The refrigerator’s open and the beer is gone”. Some cross between pleasure and pain where noise meets noise: the guitar’s doodle and thwack, the tires’ rabble, the whistle from the window that won’t quite shut.

You are leaving a place where you could not quite make a living, heading to a place where you will not quite make a living. You are, of course, me. You ( here I mean you) are probably relieved to be out of that car, although you can, if you were born in America at midcentury, no doubt recall being in similar circumstances

I am writing this for you, though I hope others –Mexicans, Swedes, Egyptians, Americans of future and past generations– can imagine driving a car, seeing a bird, a hawk, a small hawk not ten feet away through the windshield, beautiful the way it catches itself, acknowledging your presence by veering slightly.

I want you to see this because seeing it myself is meaningless, lonely. I don’t want to be alone in my seeing. Though the sight lightened me, somehow, made me forget the pains in my back, the dull throbbing in my temples. And it was a way of keeping time, of remembering. The Trip Before the Hawk /The Trip After the Hawk.




El halcón. La carretera. La luz del sol después de las nubes.

Digamos que estás manejando en Vermont, primavera, el sol emerge de las nubes, la carretera se tuerce entre chacras y chacras convertidas en casas de campo para los ricos, y un pájaro sale del bosque al aire  arriba y justo enfrente a tu auto, se asusta, se recupera, despliega sus alas rojizas y su amplia cola rayada y se convierte en un halcón, un halcón de alas desplegadas.

Has estado manejando  cinco horas y, hasta este momento, te has adormecido con el deslucido rock de la radio –media docena de acordes y la letra: “La amo pero ahora va de compras con él”, “El refrigerador está abierto y no hay más cerveza”. Un cruce entre placer y dolor en que el ruido se encuentra con el ruido: la guitarra rascada y aporreada, el estruendo de las gomas, el silbido de la ventana que no se cerraba del todo.

Estás dejando un lugar donde no podías vivir con plenitud, yendo a un lugar donde no podrás vivir con plenitud. Tú eres, por supuesto, yo. Tú (aquí quiero decir tú) te sientes probablemente aliviado por  salir de ese auto, si bien puedes, si naciste en América a mitad de siglo, recordar sin duda haber estado en circunstancias similares.

Estoy escribiendo esto para ti, aunque espero que otros –mexicanos, suecos, egipcios, americanos de futuras y pasadas generaciones– también puedan imaginarse manejando un auto, viendo un pájaro, un halcón, un pequeño halcón a menos de diez pies del parabrisas, hermoso en su manera de recuperarse, notando tu presencia al girar ligeramente.

Quiero que veas esto porque que yo lo vea es insignificante, solitario. No quiero estar solo en mi acto de ver. Aunque la vista me alivió, de algún modo, me hizo olvidar mis dolores de mi espalda, las sordas palpitaciones en mis sienes. Y era una manera de mantener el tiempo, de recordar: El Viaje antes del Halcón / El Viaje después del Halcón.




The Levelled Site of the Page

In the broom closet, in the writer's nook,  in the wires
inhabiting the night.
Not the solvents and brews; the levelled site of the page.
Some staring at the sun, where the sun had been.
If you must, then. If you cannot help yourself.
The colonel, walking with a limp, sounded like a woman in a
jingle dress.
The golden eagle brushing its wingtips against the cliff.
The moon. The full moon. The moon at perigee drawing
potatoes out of rich humus. Potatoes emerging like
turtles out of a long hibernation.
In some Scandinavian countries, ideas wear woolen skirts
winter.
In summer, stars fall over the countryside like salt.
Not even the president, began one of my grandmother's
favorite sayings.
The truck veered like a swooning boxer.
The moon swayed. The. Moon. Swayed.
Dogs rooted in the garbage. Dogs howled.
Not a single one. Over. Over my. Over my dead.
Over my dead body, under the sounds inhabiting the wire,
Under the wires inhabiting the night.                           
Not the solvents and brews.
Sniffing the air. The air full of howls and night sounds.
In Moenkopi, with my friend Cedric, among the stone walls,
near the spring, beside the fields, under the July sun.
In with among beside near under.
If you must. If you cannot help yourself.
An ant suspended in amber. A coat of arms.
A waltz.
A held note.




El lugar nivelado de la página

En el armario de las escobas, en el rincón del escritor, en los cables
que habitan la noche.
No los solventes ni las mezclas; el lugar nivelado de la página.
Algunos mirando el sol, donde había estado el sol.
Si tienes que hacerlo. Si no puedes evitarlo.
El coronel, cojeando, sonaba como un vestido
de campanillas.
El águila dorada limpiando las puntas de sus alas contra el risco.
La luna. La luna llena.
La luna en su perigeo sacando papas
del rico humus. Papas saliendo como
tortugas de una larga hibernación.
En algunos países escandinavos, las ideas llevan polleras de lana
en invierno.
En verano, las estrellas caen sobre el campo como sal.
Ni siquiera el presidente, empezaba uno de los dichos favoritos
de mi abuela.
El camión viró como un boxeador mareado.
La  luna se balanceaba. La. Luna. Se balanceaba.
Los perros permanecían en la basura. Los perros aullaban.
Ni siquiera uno. Sobre. Sobre mi. Sobre mi muerto.
Sobre mi cuerpo muerto, bajo los sonidos que habitan el cable,
bajo los cables que habitan la noche.




In the Sleep of Reason

In “The sleep of reason”, the bats, whose meaning might
be delicacy, benign mystery–
A flight of hazards, their comic faces trust into the night
               flowering cactus
Have become emblems of a dangerous chaos
because they fly in darkness,
because they should be birds and are not
because they twitter like mice and have access to our secret
skins,
because the teeth,
because they careen, dodging what we cannot see,
because their stories are told in the night, in caves,
because they are sudden, walk upside-down on wings,
because darkness is a kind of water,
because they can be upon us unexpectedly –like spiders and
snakes, sickness and death,
because the unseen is a threat,
because hope and danger fly on the same wings,
because they stream out of the caves of our sleep and map us
with inaudible languages, 
because they listen to us without reproach,
because their voices return with news of the solid world,
because we are earthbound, light-locked, governed by
appearance and theory,
while they navigate the solid, glistening darkness




En el sueño de la razón

En “el sueño de la razón”, los murciélagos, cuyo verdadero significado podría
ser delicadeza, misterio benigno–
un vuelo de riesgos, sus caras cómicas arrojadas al cactus que
       florece de noche
se han vuelto emblemas de un peligroso caos
porque vuelan en la oscuridad,
porque deberían ser pájaros y no lo son,
porque chillan como ratones y tienen acceso a nuestras
secretas pieles,
porque los dientes,
porque se inclinan, esquivando lo que no podemos ver,
porque sus historias se cuentan de noche, en cuevas,
porque son imprevisibles, caminan cabeza abajo sobre las alas,
porque la oscuridad es una especie de agua,
porque pueden estar sobre nosotros de repente –como arañas
y víboras, enfermedad y muerte,
porque lo que no se ve es una amenaza,
porque la esperanza y el peligro vuelan en las mismas alas,
porque salen en bandadas de las cuevas de nuestro sueño y nos mapean
con lenguajes inaudibles,
porque nos escuchan sin reprochar,
porque sus voces vuelven con noticias del mundo sólido,
porque somos prosaicos, bloqueados a la luz, gobernados por la
apariencia y la teoría,
mientras ellos navegan por la oscuridad sólida, reluciente.