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No. 108 / Abril 2018

Tania Dolores Langarica
(Cuernavaca, 1993)



No hay manantiales en la carne

Todos los días
las batallas:
la espalda mojada
           se unta. Cabello
que siente la vida lejos de la tuya
rebota por la casa
decide
sobre ti
como el resto de las cosas.

Fuego a las naves
de los
comensales.


Caminar con las manos

play back el día anterior
aún trato de explicarme
esta cantimplora de sonidos. La calle y tú
El cuerpo infante para cualquier tragedia
entiendo
por qué has sido tan voraz
con mi existencia.

 

Hoy es gravísimo
si lo ves
de cerca
             —verte dormir—
ver la banqueta
la puerta cerrada y abierta. La cabeza
desnuda puedo empezar a reconocerte

                 no hay
                                  manantiales en la carne.


Con religiosidad
enfermar lo que eres
dar las noches
quedar viva
con el cabello mojado
un domingo. Sollozar
Lo que aquí se escucha
no es     escarcha de tu hielo.

 
Templo
Flujo. La danza de mis manos
otra vez sin mí
él dice <Hola>
omisión del sujeto interno. Batallar
Grasa en la sangre
la carne, al fin
no es tan jugosa.


Quiero abandonar
la palabra
ser heredero de nada
porque es gravísimo
                  —silbar sobre ti—
que regrese a tiempo
mi deseo
que nadie lo llame
almático
que nadie vuelva a decir
dicotómico. Estallar


Tallar los lagrimales
en otra ciudad
aquí. Calla
no estamos satisfechos
pero todavía

los manantiales.