No. 108 / Abril 2018


Resultados del Primer Concurso Internacional
Universitario de Poesía “Al aire de tu vuelo”
Al aire de tu vuelo

Finalista



Rafael del Arco Maeso, estudiante de la Universidad de Salamanca (España). Poema inspirado en Antonio Colinas.


Me he sentado en el centro de la piscina a respirar



Me he sentado en el fondo del olímpico cubo a vislumbrar
entre la materia prístina y artificial cloro,
la dicha del privilegio de mis días.

Allá donde comienza el fin de semana
y la ciudad está inquieta
por el incipiente fenómeno de la música y el vino,
yo elijo resguardarme en lo nocturno
de esta subterránea cueva,
rebosante de estridente silencio,
roto si acaso por el ebrio fluir de la sangre
que circula en cada uno de los músculos de mi cuerpo.

[Rojizo líquido eterno contenido en carne mortal,
carne contenida en el primer y último invisible líquido.
Lo transparente contenido en pétreo polígono
trazado en el círculo de la celeste esfera global.]

[…]

De un salto
me impulso hacia el rectángulo del olvido diario,
y al primer zambullido
la pesada rutina
se desliga de mi ser,
quedándose la misma en la cristalina superficie, limpiándome de la inmundicia
del terrorismo de lo vacuo.

Con cada brazada siento avanzar los segundos de mi finitud,
y siento también el tensarse de mis hombros y mi espalda.
Movimiento y agua moldean mis límites como el alfarero
que se coloca a sí mismo en el centro del torno del universo,
y un centro de gravedad permanente hay en mi corazón
cuando es el agua
la que cubre cada poro
de éste
al que los otros llaman yo.

De la disputa de los elementos que se da en los presocráticos,
yo siempre apoyé al de Mileto,
que entendió que la humedad es el principio de Todo,
de las plantas y los animales, pero también del amor
que crea todo lo demás.
Pues es en lo húmedo donde los amantes se encuentran,
y es en este agua donde me deshago en la infinitud
de lo concretamente incontable.

Me he sentado en el centro de la piscina a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.

A contar los sístoles y diástoles,
y a pensar en la unión de los contrarios
en el fuego del motor de mi corazón
al fluir del aire mantenido en mis pulmones
en esta térrea superficie azulada.

El cuarto elemento me abraza
en un círculo de perfecta consciencia.
Como el líquido amniótico de una madre,
como el cariñoso olvido del sueño
que un día osamos tener
en aquel ardiente verano de Castilla.