No. 108 / Abril 2018
Resultados del Primer Concurso Internacional
Universitario de Poesía “Al aire de tu vuelo”
Veredicto
Palabras del jurado
Finalistas:
- María Isabel Andrés Llamero
- Ignacio Ballester Pardo
- Araceli Bedolla Mendoza
- Andrea Crespo
- Rafael del Arco
- Sofía Gato
- Lorenzo Gómez Oviedo
- Daniel Gonzaga Bonilla
- Félix Moyano
- Chema Remesal Pérez
- Rosacruz Trigo
- Miren Usunáriz
Al aire de tu vuelo
Finalista
María Isabel Andrés Llamero, estudiante de la Universidad de Salamanca (España). Poema inspirado en Nuno Júdice.
La soledad de la carcoma
O Cristo esquecido
Hubo un tiempo al fin en que los feligreses
comenzaron a partir en éxodo
uno a uno
sentenciados y en paz
dejando solo en la cueva al Padre
porque envejecido su abrazo
ya no consolaba y su Verbo
apócrifo
no sabía nombrar
los pecados de sus hijos menores.
Más tarde fue Cristo quien resolvió
abandonar su cruz en la Iglesia para llorar
oculto la nostalgia del ganado
extraviado encontrado
que cree saber de rumbos y derrotas.
En aquellas capillas consagradas ya no
hay eco que repita el temblor y las angustias
de rosarios doloridos, ya los muros enmudecen
ya los nenúfares flotan
en la pila bautismal.
Por una grieta atraviesa el aire espeso
del anfiteatro desolado un rayo de luz equivocado
que ilumina la carcoma que devoró
el cuerpo y la sangre.
Siglos después en el vacío de las ruinas
solo silencio,
solo las efigies solitarias
talladas en madera de unos hombres y mujeres
envueltos en seda gélida e impúdico oro
recuerdan
la humanidad huida.
Solo ellos habitan la quietud
de los altares y fijan sus obscenos ojos
esmaltados, cubiertos de polvo,
nunca en la tierra, siempre en el cielo informe
sin divinidad, aguardando.
Aunque lo intentaran
no serían capaces de llorar.
Fueron esperanza
y hoy no son nada.
La noche cae y nadie les reza.
Deus, ora pro illis.
En aquel lugar desierto permanecen
rígidos, desamparados
esas mujeres y hombres enfrentados
sin poderse tocar, mirándose
con pupilas cristalinas, observando
la pureza absurda de sus cuerpos
inertes.
Allá afuera se sucede el mundo
pero ellos no
lo saben
porque dentro nada
quiebra la calma secular imperturbable
de esterilidad,
de varones yermos
de vírgenes infecundas,
resignadas imágenes de esa vida
que nunca fueron.