No. 108 / Abril 2018


Resultados del Primer Concurso Internacional
Universitario de Poesía “Al aire de tu vuelo”
Al aire de tu vuelo

Finalista


María Isabel Andrés Llamero, estudiante de la Universidad de Salamanca (España). Poema inspirado en Nuno Júdice.


La soledad de la carcoma

        O Cristo esquecido

Hubo un tiempo al fin en que los feligreses
comenzaron a partir en éxodo
uno                  a uno
sentenciados y en paz
dejando solo en la cueva al Padre
porque envejecido su abrazo
ya no consolaba y su Verbo
                                                   apócrifo
no sabía nombrar
los pecados de sus hijos menores.

Más tarde fue Cristo quien resolvió
abandonar su cruz en la Iglesia para llorar
oculto la nostalgia del ganado
extraviado                   encontrado
que cree saber de rumbos y derrotas.

En aquellas capillas consagradas ya no
hay eco que repita el temblor y las angustias
de rosarios doloridos, ya los muros enmudecen
ya los nenúfares flotan
                                          en la pila bautismal.
Por una grieta atraviesa el aire espeso
del anfiteatro desolado un rayo de luz      equivocado
que ilumina la carcoma que devoró
el cuerpo y la sangre.

Siglos después en el vacío de las ruinas
solo silencio,
solo las efigies solitarias
talladas en madera de unos hombres y mujeres
envueltos en seda gélida e impúdico oro
recuerdan
                        la humanidad huida.
Solo ellos habitan la quietud
de los altares y fijan sus obscenos ojos
esmaltados, cubiertos de polvo,
nunca en la tierra, siempre en el cielo informe
sin divinidad,                   aguardando.
Aunque lo intentaran
no serían capaces de llorar.

Fueron esperanza

                                        y hoy no son nada.

La noche cae y nadie les reza.
Deus, ora pro illis.

En aquel lugar desierto permanecen
rígidos, desamparados
esas mujeres y hombres enfrentados
sin poderse tocar, mirándose
con pupilas cristalinas, observando
la pureza absurda de sus cuerpos
inertes.

Allá afuera se sucede el mundo
pero ellos           no
lo saben

porque dentro nada
quiebra la calma secular          imperturbable
de esterilidad,
de varones yermos
de vírgenes infecundas,
resignadas imágenes de esa vida

que nunca fueron.