No. 108 / Abril 2018

Ilustración y poesía
Ilustrando poesía


Nury R. Melgarejo



Redescubrí la poesía en la ciudad mientras realizaba mi servicio social en el MUAC, para ese entonces yo ya llevaba alrededor de tres años sin leer poesía pues me parecía más interesante la investigación y teoría estética. Recuerdo que me pareció ajeno a todo lo que yo asociaba al término “poesía” y no era de extrañar pues se trataba de un proyecto editorial independiente que pretendía publicar poetas emergentes; la verdad es que yo no sabía si lo que estaba leyendo era o no necesariamente bueno, sin embargo me parecía interesante y sentía que había algo que se desarrollaba entre las palabras que necesitaba ser contado a través de la imagen. El hacer portadas para publicaciones independientes fue una especie de ritual iniciático al mundo de la poesía, desde entonces es algo de lo que no me puedo separar pues de alguna u otra forma uno siempre termina en el lugar donde pertenece, en el que quiere estar y para mí ese lugar es entre las letras.

Mantener una editorial independiente es un reto y en su momento no dimos el ancho para hacer del proyecto algo viable y, aun cuando “no solo de pan vive el hombre”, siempre es agradable tener algo de estabilidad y tal vez un poco de pan; fue entonces cuando conocí a Rocío Cerón. En ese momento ya había pasado por la escena de los poetas jóvenes, me habían compartido su trabajo y también referencias a las que me acerqué con fascinación pero también con un poco de cautela; no obstante nada de lo que me habían compartido se acercaba a lo que Rocío traía entre sus manos. La devoré, la leí toda primero por cumplir con el trabajo y luego por gusto. Reconocí su tono, sus recurrencias y los juegos de los que ser partícipe. Las posibilidades a partir de su trabajo me parecían infinitas y pasé a ser no solo su ilustradora sino también su colega. Al terminar con su cuerpo de trabajo pasado decidimos aventurarnos a hacer línea a línea un nuevo poemario, las líneas llegaban de una a la semana y yo debía hacer ilustraciones abiertas a todas las posibilidades de lo que se pudiera contar.

La poesía me siguió encontrando y fue así como terminé reinterpretando los sonetos de Shakespeare a través de GIFs ilustrados, ilustrando poemas sobre la frontera, ilustrando poemarios en lenguas ajenas y siendo testigo del poder de la poesía para transformar los espacios de poblaciones en riesgo. De hecho uno de mis proyectos favoritos, aunque a lo mejor el que los poetas veían con menos confianza, fue el de visitar comunidades vulnerables y con menor acceso a los espacios y programas culturales que ofrece la ciudad con programas de poesía, escritura e ilustración. Uno no lo imagina pero estas son cosas que pueden hacer la diferencia y al mismo tiempo forman publico lectores que en algún punto se encontrarán con que la poesía es más de lo que ellos imaginan.

El ilustrar poesía nunca ha dejado de presentar retos, uno no quiere caer en el cliché de ilustrar exactamente lo que se le está contando y al mismo tiempo busca tomar del poema las herramientas necesarias para poder contar una historia propia e íntimamente relacionada con el texto. Uno también se tiene que enfrentar el desprecio que algunas personas sienten por los textos ilustrados, como si valieran menos o fueran para un público menos educado en la palabra cuando en realidad a través de la ilustración se construyen nuevas narrativas y se le pude dar al poema un sentido completamente diferente al inicial. Y a pesar de los retos, las desveladas, los cambios que parecieran interminables, las juntas que pudieron ser un mail, como lo dije en un inicio, uno siempre termina en el lugar donde pertenece y no hay mejor lugar que la poesía.