No. 108 / Abril 2018

Ilustración y poesía

Ilustración y poesía


El libro es nuestra sombra


Pablo Otero

 ABCdiario



Se dice de una imagen que es un cómo que avanza. En el desierto del libro, como le gustaba a Jabès, una idea ha adoptado una actitud puramente visual y al amparo de las estrellas propone algo que desconozco.

He querido dar la forma de una reflexión en voz alta a este escrito. Algo especulativo sin ningún afán de declaración de principios o de teoría. Algunas preguntas, varias dudas e inquietudes personales a cerca de la imagen en el libro, quizá contradictorias y que me gustaría compartir.

Me pregunto cuánto pesa una palabra al nacer, cuánto pesará una imagen en ese instante misterioso en que abandona la esfera de las ideas para ser ese otro visible que va a vivir en el libro. Todo un tiempo, una vida, hasta que la palabra sea vieja, la imagen y el libro viejos. Hasta que la idea caduque.

Me fascina el carácter irredento e independiente de la palabra. También así la imagen, al menos cuando posee ese mismo carácter. Cuando dice para sí misma o cuando tiene ojos para sí misma. Lo que una palabra calla diciéndose, lo que una imagen no muestra al mostrarse. En este sentido, cada día me interesa más lo que de una imagen queda fuera de plano. La imagen que es, la que no es y todas las que pueden ser pero no están estando.

Una imagen es una imagen es una imagen...

La imagen en el libro como continente a la deriva.

Veo que en el libro la imagen funciona a menudo como entidad autónoma con una personalidad propia, única. Se propone con indiferencia, trabajando en silencio ajena a la actitud que adopte el lector.

Un libro ilustrado es un artefacto con varios inquilinos. Una propuesta de suma y sigue en la cual existe cierta relación entre lenguajes. Transmisión de una idea común con voces diferentes, pero como un castillo de naipes, esto puede acrecentar el placer o disminuirlo. Pertinencia de la ilustración.

En la elaboración de un lenguaje visual, como el de las imágenes para un libro determinado, la carga de autoafirmación que poseen esas imágenes es interesante. Parece que entonces la imagen se resiste a entrar del todo en el juego que propone el texto, el autor, el libro… parece que también ocurre algo así con la palabra en poesía. Una forma de independencia, como si el centro íntimo de la palabra jamás pudiera ser alcanzado del todo.

Antes pensaba que la ilustración de un libro tenía que ver con esto que he mencionado antes; con una relación de lenguajes paralelos que comparten un mismo espacio y un mismo discurso. Habitualmente se da el caso en este tipo de relación, de una dependencia por parte de alguno de los lenguajes. Al mismo tiempo, siempre he tenido al territorio del libro y de la edición en general, como el formato de exploración ideal del artista. Hoy ya no tengo tan clara esta forma tradicional de relacionar los lenguajes. Ni siquiera en un ámbito como el del álbum infantil ilustrado, en el que tanto la propuesta visual como la narración escrita aparecen generalmente tan vinculadas que en muchos casos, una de las propuestas es igual a la otra pero por otros medios.

Quizá deberíamos explorar más el modo de acercarnos al texto, nuestra manera de estar en el libro.

Sin dependencia, no ofreciendo precisamente una renuncia de carácter. Como en el amor. Quizá sea una forma válida de crecimiento en el libro, más cercana al espíritu de la voz del texto. ¿Ofreceríamos nuevos horizontes de posibilidades al lector, cierta complicidad? Como en una cita a ciegas, igual es importante incluir algo de azar, o simplemente ser conscientes del que ya existe. 

Abril 2018   


De catro a catro

 De catro a catro 2

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