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El fondo
Susana Cella
Barnacle,
Buenos Aires, 2017.
Por Lucas Peralta
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No. 108 / Abril 2018


Una aspereza expresiva

Para empezar me gustaría plantear mis dificultades. Estuve pensando mucho qué decir. Tengo algunas ideas, pero en su mayoría son muy provisorias. Frente a un libro como éste cualquier idea resulta provisoria. Voy a hablar de la relación que tuve con el libro, de mi experiencia de lectura. Digo, uno lee algo en determinado momento y no sé si esto será así en otro momento, si luego se lee de la misma manera; más si se trata de un libro nuevo y con una propuesta tan compleja como la que Susana Cella presenta en El fondo.

Es un libro complejo (intenso), al que hay que volver una y otra vez a transitar cada poema. Y en el que me fue imposible realizar una lectura lineal. Por los interrogantes que plantea, por los elementos que se ponen en juego, por las tensiones internas, y por la propia propuesta, cuesta mucho leerlo de corrido. Esta escritura concentrada nos obliga a pensar mucho y nos interpela respecto de su indagación.

Creo que un tema central es el trabajo con el lenguaje. Todo aparece mediado por un cambio de registro constante, un despliegue de vocabularios, de palabras, de acumulación, donde salen a borbotones las palabras. Tiene una promiscuidad de lenguajes, donde por momentos puede ser muy simple, digamos, mediante el uso del lenguaje corriente y muchas veces resulta al revés, con la utilización de un lenguaje hiper culto. Ese cambio de registro es lo que lo hace más rico. Porque no se trata de demostrar o decir “mirá que difícil escribo” sino que utiliza un amplio registro de voces para decir lo suyo. Puede ser uno u otro. Y eso es una marca en Cella. En este libro y en los anteriores. Es una marca en su poética.

El juego con el lector ocupa también un lugar primordial a lo largo de este poemario.  En este fino y meticuloso trabajo con el lenguaje, los temas son abarcados a través de un torrente léxico, de un cúmulo de palabras certeras que vienen a inundar la página, y que hacen de estos poemas un objeto de goce al momento de la lectura. Y es justamente ese hervidero de formas el que seduce y aterra. Nos dice “ven, no te detengas”. Esta variedad de registros y de voces que en estos poemas dialogan nos dice a nosotros como lectores: “buscá, soy múltiple, no te detengas, no te conformes”. Porque hay mucho detrás de estos textos y para los que una primera o sola lectura sería algo incipiente. Ciertamente estos trabajos requieren de un lector activo. Y es en este punto en que coincido plenamente en lo que Susana Romano Sued escribió acerca del libro: “Lo espontáneo queda fuera de la lectura, la oferta es el trabajo, labor, laboratorio de ensayo sobre el enigma de los vocablos. Sabiendo el dolor y el costo del pensar sin anestesia, es decir, reconocer la puesta en valor de la palabra en su elección ética”. Estos trabajos requieren de un lector activo. Aquí la oferta es el trabajo.

Pero el lector no solo se verá inmerso en este juego propuesto por Cella, sino que será interpelado ni bien comience a abordar El fondo. En la lectura de estos textos uno se deja llevar. Es como un encantamiento del lenguaje que hace que la sucesión de imágenes y momentos establecidos logre un efecto de construcción de clima poético propio. Pero al mismo tiempo, cuando se detiene, advierte inmediatamente un interrogante: ¿qué se hace con todo eso? Digo, el ritmo lo deja llevar a uno. Pero luego de leer cualquiera de estos poemas —porque el efecto se da en todos—, uno se pregunta qué leí, qué entendí, qué es esto que me está pasando, qué me está diciendo acá. Ahí es cuando se experimenta cierta perplejidad ante semejante vastedad. Por eso seduce y aterra y por eso el “no te detengas, no te conformes”. Y me permito volver a Romano Sued: “El filamento del don de la poesía, reflejo intermitente, luminando, ton y son, aurora y crepúsculo, carne y mente, grito y calladura, configura el ars poética de Susana Cella, cuya insistencia y tesón no dan tregua a la lectura”.

Insistencia y tesón, no es una lectura fácil, plana. Acá hay una lección ética de la palabra. Esto es algo realmente importante. Frente a tal propuesta, nosotros, como lectores, no podemos menos que estar a la altura de la circunstancia; trabajar estos poemas, meternos en ellos, rumearlos, indagar en la posibilidad de establecer semejanzas y diferencias en el territorio ocupado por la poesía.

Y en esa actitud, en ese compromiso para con el lenguaje poético podemos reconocer ciertas referencias fundamentales que, creo, gravitan en la obra de la autora, en su producción y en su decisiva incidencia al momento de encarar el trabajo poético. Me refiero a César Vallejo y a José Lezama Lima.

Respecto de Lezama, como una poética que no se rinde a la facilidad. Que busca no decir las cosas directamente sino trabajar a partir de las sugerencias con lo no dicho. Y me parece que a Cella lo que más le gusta de Lezama es la extrañeza de la palabra. En Lezama todas las palabras son extrañas. Aunque use una palabra común la dispone de manera tal que uno se pregunta qué es esto, por qué esta palabra. La propuesta sería no quedarse nunca en lo fácilmente identificable sino hacer lo propio ante la sensación de una palabra que no se sabe bien dónde terminará su efecto. Cella deja a las palabras en suspenso, suspendidas, sin familiaridad. Todo sujeto que entra en relación con el texto encontrará en él, al igual que en el enorme poeta cubano, sugerencias simbólicas, tersura, elegancia, oficio poético.

De César Vallejo, Cella toma un posicionamiento sobre el lenguaje; una elección ética, política. No se trata de situarse, al igual que Vallejo, afuera del sistema —lo que, en el caso de la lengua, llevaría a la incomunicación absoluta— sino de rechazar la comodidad de quien permanece acríticamente adentro. Y es muy parecido lo que Susana encuentra en Vallejo de lo que encuentra en Lezama. Me parece que en Vallejo lo que ella ve, por un lado, es eso de Lezama, la extrañeza de un lenguaje que está quebrado, roto, que no tiene un fluir discursivo coherente, que se entienda fácilmente, también hay extrañeza, pero además en Vallejo hay una cosa más de lo abrupto, de lo terrible, que en Lezama no está. Lo terrible, el hueso, la materia está. Y Cella trabajo mucho con la cuestión de la materia. Aparece en este libro y lo toma al momento de la escritura. Trabaja la materia verbal, trabaja la relación con la palabra hasta, justamente, el fondo.

Estamos frente a una autora muy empecinada. Tiene un estilo muy poderoso, empecinado. Y eso puede ser una diferencia con Lezama. Porque Lezama es fluido. Y Cella no es fluida, es abrupta. Ingresa a zonas que son difíciles de tocar, bravas; la propuesta es ir a la cosa más fuerte, más dura, más difícil, más dolorosa. Insta a no quedarse con discursos consoladores. Todo lo contrario a cualquier discurso consolador vamos a encontrar en el presente poemario. Es una lucidez crítica, una poesía muy crítica. Todo lo ve, lo toca y lo plasma en poesía con una mirada extremadamente crítica. Es una poesía abrupta, que propone una visión abrupta de las cosas. No es para un lector que piensa salir inspirado o lo que sea, sino que deberá ponerse a trabajar con algo espeso, rudo.

A lo largo de estos textos, de su lectura y de su trabajo con ellos nos ubica en un espacio donde fulgura una silueta, una idea, un estado imposible de traducir a ningún concepto transferible. En todo caso, aquí, el único contenido susceptible de comunicar sería la presencia de lo ausente. Y en este recorrido es donde Cella hace estrellar a las palabras, atropellarse, volver una y otra vez a dar cuenta de aquello que ya no está pero que vuelve, en este caso, con la poesía. De alguna manera se hace presente y actúa; creando un clima y saturando las palabras. Es el diálogo con una ausencia, expresiones de algo vivido y padecido lo que está debajo de estos textos y en el origen de los mismos.

Por la construcción de situaciones, por la fuerza de las palabras que emplea, por cómo juega con la musicalidad, por el ritmo interno que tiene esta obra en su conjunto, por el desconcierto, por la construcción de imágenes, podemos decir que al fondo, justamente de este trabajo, está la poesía. Y si de poesía hablamos, entre el compromiso y actitud que Susana Cella ofrece, tenemos muchas cosas por buscar. Leer y releerlo. Porque como dije hace un momento, este es un texto múltiple que no se agota en una sola lectura. Es una aspereza expresiva, una desnuda franqueza en un movimiento que aparece a la par de aquello que se perdió.