No. 109 / Mayo 2018
Lenguas originarias


¿Poesía Wixarrika? Nierika. Cantos de visión de la contramontaña.
Poemas traducidos del peyote
(Primera parte)


Kalu Tatyisavi


¿Cómo definir y examinar la poesía de las naciones originarias en México? ¿Desde cuál metodología, crítica, análisis? Sin duda el reto se trata entonces de abrir una brecha, una y otra vez. Golpear incansablemente la madera musical para extraer su silencio, o golpear constantemente nuestra cabeza contra el muro hasta abrirlo. Así, algo surgirá.

Lo realmente importante sería que esas mismas naciones se dijeran, que “pudieran” hablar sobre ellos mismos. La poesía, como creación, busca existir: de una u otra manera, a veces colonizada, a veces bajo tierra o en el aire, pero respirando, siempre presta a sacar aunque sea una ramita verde en el desierto. Esto depende de nosotros, intentemos darle un pequeño respiro desde lo “otro”.

Cada una de las naciones originarias en México tiene un lugar especial, diferente; un estadio distinto, unas comienzan a moverse lentamente, otras estiran ya los brazos, unas más abriendo los ojos; otras aún en la media noche… La mayoría de ellas se mueve hoy en el ventriloquismo, desde una voz moderna considerada como autorizada, única, verdadera; una voz desde las instituciones y los medios oficiales. Así se forma el paradigma. Tan así sucede que alguien ha dicho recientemente y de manera irresponsable: “¿Para qué el esfuerzo de revitalizar nuestros múltiples idiomas si ya tenemos uno en el cual nos entendemos?” Esto es similar a: ¿Para qué nos esforzamos ahora los pobres si de todas maneras vamos a llegar al paraíso?

Como animales humanos podemos decidir, tomar en nuestras manos el presente, pero, ¿cuál es el precio y el tiempo de la dignidad? ¿Cuál es el valor que hay que pagar por un mendrugo de pan? ¿Cuál es el peso de la Colonia en todas sus implicaciones? Esto depende de la fuerza, de la perseverancia, del carácter de uno. Contra el arrasamiento de la historia no queda más que el esfuerzo permanente. Por esto el ser humano necesita rehacerse constantemente, luchar contra sus errores, aprender y aprehender. Actuar de acuerdo con nuestras limitaciones e impulsos éticos, ya como fuerza, en formación, como presión que acompaña y permite prever un camino en acumulación. Pero más, sería mucho más la ética si recuperamos su esencia como acción, como el actuar constante, como el no traicionarte ni a nadie. Si se le pudiera añadir autocrítica sería formidable, pero es casi imposible.

Pienso en esto cuando releo el libro Nierika. Cantos de visión de la contramontaña. Poemas traducidos del peyote de Serge Pey, traducido por Enrique Flores y Adán Medellín (México, CONACULTA/UNAM, 2012). La obra parece ser una autoridad y, más porque viene de afuera, de un francés; valoración que se confirma con la traducción de la academia. Obviamente lo que contiene no es creación del autor, es recopilación, grabación, lo que se “entendió” —quizá como las versiones de Antonin Artaud de los cantos de los Rarámuri. Con Nierika convendría hablar de tradición, la que se forma en colectivo, que se repite una y otra vez porque supone que es la base de las relaciones humanas y de la comunidad, es la forma de religación de lo interno con lo externo. Así es lo que se ha estandarizado como religión, como lo aunado entre lo político y lo social. Pero siempre hace falta un aire distinto, hace falta moverse, romper la rutina, temblar realmente, buscar/se…

Ahora que hablamos de la cultura Wixarrika, podemos aunarla con el drama de las elecciones: uno de los integrantes de la cultura y su hijo —el exintegrante del rock Venado azul y su hijo Yuawi— hacen un triste e indigno papel de mascotas y limosneros, realizando parte del trabajo de la derecha más deshonesta. Con un poco de inteligencia y dignidad hubieran dicho no. Esto es difícil cuando vivimos en la cultura del sí, sin recapacitar, sólo viendo el interés de uno y del momento. ¿No ha sido así el fondo del actuar de la mayoría de las culturas originarias en México? Ha sido así en todos los campos.

Un artista, un deportista, un escritor, un profesor… no pueden ser perritos falderos de nadie. Mucho menos un miembro de alguna nación originaria que comprende el panorama y conoce su lengua, su historia y desea otro presente y futuro. Es cierto, a todos nos usan, pero hay de uso a uso; lo que no se vale es ser siempre objeto.

Con relación al arte y al sentimiento y referente a los músicos y poetas; pocos, muy pocos son dignos de ver más allá. La mayoría, como en este caso (el del Venado azul), están en los pañales de la dignidad. Cuando la música o cualquier arte rebasa el sentimentalismo y luego la tradición, habla desde creación y el conflicto; propone.

Retomando el libro. ¿Qué y cómo son sus “intestinos y hojas”? ¿Poemas, cantos, delirios, éxtasis, alucinaciones, sueños o pesadillas? Si son cantos, son enormes, largos, nocturnos, inmensos, internos, visiones más allá de lo terrenal. Son como el viaje mismo hacia Wirikuta.

Hace varios años, cuando inauguré esta columna denominada Lenguas originarias, señalé precisamente, que no se podría limitar a creación como sinónimo de poema, sino que se iba a encontrar “algo” más allá, más allá del tiempo, más allá de las limitaciones, conceptos, teorías, definiciones; más lejos de las academias, burocracias, grupos, comunidades, colectividades, talleres, etcétera.

Tarde reflexionamos como seres humanos, tarde recapacitamos y vemos la diversidad con respeto. Cuánta cordura, inteligencia, abrazo real se necesita de los principios, los necesitamos para no errar, o mejor dicho: “para errar mejor”.  

En la próxima parte (segunda) analizaré la introducción del libro, hablaré sobre Sergio Pey y haré comentarios más amplios. Mientras muestro un par de “escritos” del libro.



Poema del camino hacia el peyote

Cuando llore
sobre el Mundo
hazme ver el puñado
de pájaros lisiados
que sostienen mi pecho

Cava un agujero
en la materia
a través del puente de las
plantas y de la línea pura

Permite que yo muera en
el centro en que se cruzan
los colores que suspenden
la noche

Delimita un agujero
que me suelde
y me llene del sonido
de la cosa inmóvil

Ármame de aire para
ver el aire
Ármame de fuego para
ver el fuego
Ármame de tierra para
ver la tierra
Ármame de agua para ser
el ojo de agua

Enséñame a
los que golpean la tierra
y la balanza que sostiene
mi pie desnudo

Soy el Norte del cerebro

Soy el Sur de la pierna

Soy el centro
de la mano y de la lengua

Soy el Este-Oeste
del árbol inminente
que brota en la mujer
muerta

Soy la Dirección
quinta de la voz

Vamos al país
de nuestro Bisabuelo
en las montañas
donde moran
Venado Negro
Venado Blanco
y Venado Azul

Allá donde el peyote es
una rosa
en la cima del Leunar
chupando la hormiga vertical

                       Poema del peyote, Las Latas. Fiesta del Tambor, 10 de octubre de 1985.




Bajo el sonido el tepe

Río repentino
amurallado en los
huesos de los cactus
y el ojo del
buitre

Ahora que las
cosas intercambian
sus nombres
yo me llamo
como tú
y contra ti

Un pájaro
come
agujas frente a mí
para hablar como un
hombre

Y sé que
las cosas
ya cambiaron
y comienzan a
hablarse
en el fulgor
deshabitado y
conjurado

Y huelo a las
mariposas más
negras que peinan
nuestras manos y
camisas visibles

Coso con una
espina los ojos
de un lagarto

Y en valle hace cantar
a un gallo de plumas verdes

En el
presentimiento del
desierto una cigarra
golpea y deseca las
otras lenguas del
tambor

Y colocamos
las sílabas como
dientes en la
boca del aire
que nos llama
a la venganza
de las humaredas

Yautahupa

Yautahupa

Bate aún el
tambor
diciendo el nombre
que mata el nombre

Tumm Tumm
Tumm Tumm
Tumm
Tumm
Tumm
                      Poema del peyote. 15 de octubre de 1985