No. 109 / Mayo 2018
Celebración
 

El canto como potencia

 
Luisa Manero Serna



 


Voy a comenzar con un ejemplo de lo que mejor conozco. Entre los cantos lacandones hay uno proveniente de un grupo desaparecido que se conoce como la “Canción de los Nawat” (U'kay Nawäto'). Habla de un muchacho que comienza la pubertad y quiere conquistar a una mujer, pero siente mucha vergüenza. Por los nervios bebe de más y termina borracho y sin poder acercarse a ella. Este canto festivo se burla del pobre chico. Se han recopilado dos testimonios, que por su brevedad transcribo aquí en lacandón y en traducción mía:

Testimonio 1

Sak'i'! Sak'o'! U jok'or in me'exo'!
Sak'i'! Sak'o'! U jok'or in me'exo'! Lak'eexe'!
Sak'i'! Sak'! U jok'or in me'exo', lak'eexe'!
Kära'anen, lak'eexe'! T'änen, lak'eexe'! Kära'anen!
Ma' tin wuyik tub chara'anen, lak'eexe'!
Sak'i'! Sak'o'! Jok'or in me'exo', lak'eexe'!


¡Ay, comezón, cuánto picor! ¡Sale mi barba!
¡Ay, comezón, aquí la siento!
¡Me sale barba, gente mía!
¡Ay, la siento aquí, tanto picor!
¡Gente mía, está saliendo mi barba!
Estoy borracho, compañeros, lo he dicho,
¡estoy borracho, compañeros!
¡No sé dónde estoy tirado, compañeros!
¡Comezón, comezón! ¡Sale mi barba, gente mía!

Testimonio 2

Na'ate'! Na'atu! Ba'ar in churo', huwek'!
Na'ate'! Na'atu! Ba'ar in paxo', huwek'!
Na'ate'! Na'atu! Ba'ar in so'oto', huwek'!
Na'ate'! Na'atu! Ba'ar in k'ayo', huwek'!
T'äneh, ne huwek'!


¡Entiendan! ¡Oh, naté natú!
¡Negro, ay! ¡Es el sonido de mi flauta!
¡Entiendan! ¡Oh, naté natú!
¡Mancha mía! ¡Es el sonar de mi guitarra!
¡Entiendan! ¡Oh, naté natú!
¡Estoy sucio! ¡Aquí el sonar de mis maracas!
¡Entiendan, oh entiendan!
¡Negro, ay! ¡El sonido de mi canto!
¡Lo digo, ay! ¡Y yo tan sucio!

¿Qué puede verse? En los cantos no se menciona a la mujer. El segundo ni siquiera habla de un muchacho ebrio, y en el primero a duras penas se entiende que un chico comienza la pubertad. Y lo peor: no se parecen entre sí. Sin embargo, son un mismo canto.

En la primera entrega de esta columna mencioné que los cantos viven como potencia. Una potencia cultural. Más tarde son vocalizados y viven en su práctica, la cual puede tomar muchas formas. Cuando acaba la praxis, regresan a la potencia. Todo lo que un canto puede llegar a ser y significar es un saber compartido. Entonces, cada vocalización puede utilizar la parte que desee de esa totalidad de sentidos. Puede ser muy explícita, denotar “muchacho”, denotar “mujer”, denotar “borrachera”; o puede rescatar solo los sonidos, una frase musical, una entonación… Lo interesante es que ese pequeño componente manifiesto activa todos los significados potenciales, los cuales no están en la percepción pero sí en el pensamiento de quienes lo conocen y escuchan. Y entonces termina siendo siempre el mismo canto, pero siempre diferente. Todos lo saben.

Existe un único espacio de potencialidad para la “Canción de los Nawat”. Un espacio rico en sonidos, ritmos y sentidos. Decimos que varios testimonios son un mismo canto cuando, no importa lo disímiles que puedan ser, culturalmente ocupan un mismo espacio de potencialidad.

Con esto en mente, quisiera continuar la lectura de “Los chiles verdes”, son jarocho del que hablé en la entrega anterior. Ahora presento cuatro versiones distintas (en la parte inferior de esta columna). Me centro en los componentes verbales a falta de conocimiento profundo de armonía. ¿Qué tienen en común? Para empezar, los octosílabos, pero eso no define a estas canciones distintas como una sola, sino que las identifica con la forma más usual del son jarocho y de buena parte de la música tradicional mexicana. Más en específico, comparten la estructura en espejo:

Ni con la ausencia se olvidan
los recuerdos de una historia /
los recuerdos de una historia
ni con la ausencia se olvidan;
y comparten también un conjunto de dos voces que se contestan la una a la otra con los versos de la anterior. Todas tienen en común la reiteración obsesiva del lamento por la pérdida amorosa —lo cual, en realidad, es algo muy general.

La estrofa más antigua que se ha registrado de este son, del siglo XVIII, es:

Ahora sí, china del alma,
ya no nos condenaremos,
los infiernos se apagaron
y los diablos se murieron.
Sin embargo, las versiones más actuales ya no abordan el tema religioso de la condenación. De todos los versos que aparecen en las cuatro canciones que aquí se muestran, el único compartido por todos es:

Ahora sí, china del alma, ya se te acabó…
Esa frase es “Los chiles verdes”.

En la versión de Mono Blanco, solo una vez se hace mención del chile: “el chilar está floreando”. La versión de Son de Madera no menciona ningún tipo de chile, ni de picor ni de planta. Sin embargo, claro que todas las versiones hablan de chiles verdes. Porque quien lo conoce lo sabe. Como en la “Canción de los Nawat”, el sentido se activa en la mente. Dos voces como espejo, una lamentación muy triste por la pérdida de la amada, pero sobre todo, un “Ahora sí china del alma…”, por supuesto que juntos hablan de chiles que germinan, de sexo, de deseo y de parejas que se gozaron en la tierra de los cultivos. Quien lo comparte lo entiende.

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Los chiles verdes

Versión de Mono Blanco:
https://www.youtube.com/watch?v=7Fsyz0cJMOI

Versión de Son de Madera:
https://www.youtube.com/watch?v=75QPFSAPMOY&index=4&list=RDhCeYsNU5LOU

Versión de Tembembe / Patricio Hidalgo:
https://www.youtube.com/watch?v=hCeYsNU5LOU&list=RDhCeYsNU5LOU&start_radio=1

Versión de Los Vega:
https://www.youtube.com/watch?v=x3DQeCuqnEY&index=8&list=RDhCeYsNU5LOU