No. 109 / Mayo 2018

Poesía en tiempo de guerra


Carlos Drummond de Andrade
(Minas Gerais, 1902-Río de Janeiro, 1987)

Carlos Drummond de Andrade nació el 31 de octubre de 1902 en Minas Gerais. Muy temprano se interesó por la vida literaria de su país y, para 1924, ya estaba en contacto con escritores del movimiento modernista brasileño: Mário de Andrade, Tarsila de Amaral y Oswald de Andrade. Farmacéutico de profesión, fue colaborador de publicaciones como Revista de Antropofagia y Diário de Minas. En 1930 lanzó su primer libro Alguma poesía y a partir de entonces no dejó de dar a conocer su obra: Poesias (1942), A rosa do povo (1945), Versiprosa (1967), Boitempo (1968), por mencionar sólo algunos títulos de poemarios, ya que también fue cronista y autor de cuentos. Considerado uno de los poetas más influyentes de la literatura brasileña, Drummond dejó en sus versos diferentes rangos de expresión: desde ironía hacia el mundo hasta un sentir metafísico, pasando por reflexión lingüística y social. Murió en agosto de 1987.


Consideração do poema

Não rimarei a palavra sono
com a incorrespondente palavra outono.
Rimarei com a palavra carne
ou qualquer outra, que todas me convêm.
As palavras não nascem amarradas,
elas saltam, se beijam, se dissolvem,
no céu livre por vezes um desenho,
são puras, largas, autênticas, indevassáveis.

Uma pedra no meio do caminho
ou apenas um rastro, não importa.
Estes poetas são meus. De todo orgulho,
de toda a precisão se incorporam
ao fatal meu lado esquerdo. Furto a Vinicius
sua mais límpida elegia. Bebo em Murilo.
Que Neruda me dê sua gravata
chamejante. Me perco em Apollinaire. Adeus, Maiakóvski.
São todos meus irmãos, não são jornais
nem deslizar de lancha entre camélias:
é toda a minha vida que joguei.

Estes poemas são meus. É minha terra
e é ainda mais do que ela. É qualquer homem
ao meio-dia em qualquer praça. É a lanterna
em qualquer estalagem, se ainda as há.
-Há mortos? Há mercados? Há doenças?
É tudo meu. Ser explosivo, sem fronteiras,
por que falsa mesquinhez me rasgaria?
Que se depositem os beijos na face branca, nas principiantes rugas.
O beijo ainda é um sinal, perdido embora,
da ausência de comércio,
boiando em tempos sujos.

Poeta do finito e da matéria,
cantor sem piedade, sim, sem frágeis lágrimas,
boca tão seca, mas ardor tão casto.
Dar tudo pela presença dos longínquos,
sentir que há ecos, poucos, mas cristal,
não rocha apenas, peixes circulando
sob o navio que leva esta mensagem,
e aves de bico longo conferindo
sua derrota, e dois ou três faróis,
últimos! Esperança do mar negro.
Essa viagem é mortal, e começá-la
Saber que há tudo. E mover-se em meio
a milhões e milhões de formas raras,
secretas, duras. Eis aí meu canto.

Ele é tão baixo que sequer o escuta
ouvido rente ao chão. Mas é tão alto
que as pedras o absorvem. Está na mesa
aberta em livros, cartas e remédios.
Na parede infiltrou-se. O bonde, a rua,
o uniforme de colégio se transformam,
são ondas de carinho te envolvendo.

Como fugir ao mínimo objeto
ou recusar-se ao grande? Os temas passam,
eu sei que passarão, mas tu resistes,
e cresces como fogo, como casa,
como orvalho entre dedos,
na grama, que repousam.

Já agora te sigo a toda parte,
e te desejo e te perco, estou completo,
me destino, me faço tão sublime,
tão natural e cheio de segredos,
tão firme, tão fiel...Tal uma lâmina,
o povo, meu poema, te atravessa.

 
 

Consideración del poema

No rimaré la palabra sueño
con la incorrespondiente palabra pleno.
Rimaré con la palabra carne
o cualquier otra, que todas quedan.
Las palabras no nacen amarradas,
ellas saltan, se besan, se disuelven,
en el cielo libre a veces como un dibujo,
son puras, largas, auténticas, invulnerables.

Una piedra en medio del camino
o apenas un rastro, no importa.
Estos poetas son míos. Con todo orgullo,
con toda precisión se incorporan
a mi fatal lado izquierdo. Robo a Vinicius
su más limpia elegía. Bebo en Murilo.
Que Neruda me dé su llameante
corbata. Me pierdo en Apollinaire. Adiós, Maiakóvski.
Son todos mis hermanos, no son periódicos
ni deslizarse en lancha entre camelias:
es toda mi vida que aposté.

Estos poemas son míos. Es mi tierra
y más que eso. Es cualquier hombre
al mediodía en cualquier plaza. Es la linterna
en cualquier posada, si todavía las hay.
¿Hay muertos?, ¿hay mercados?, ¿hay enfermedades?
Es todo mío. Ser explosivo, sin fronteras,
¿por qué falsa mezquindad me rasgaría?
Que se depositen los besos en el rostro blanco, en las primeras arrugas.
El beso todavía es una señal, aunque perdida,
de la ausencia de comercio,
flotando en sucios tiempos.

Poeta de lo finito y de la materia,
cantor sin piedad, sí, sin frágiles lágrimas,
boca tan seca, mas ardor tan casto.
Dar todo por la presencia de los lejanos,
sentir que hay ecos, pocos, mas cristal,
no sólo roca, peces circulando
bajo el barco que lleva este mensaje,
y aves de pico largo confiriendo
su derrota, y dos o tres faroles,
¡últimos! esperanza del mar negro.
Ese viaje es mortal, comenzarlo.
Saber que hay todo. Y moverse en medio
de millones y millones de formas raras,
secretas, duras. He aquí mi canto.

Es tan bajo que ni siquiera se escucha
pegando el oído al piso. Pero es tan alto
que las piedras lo absorben. Está en la mesa,
abierto en libros, cartas y recetas.
Se filtró en la pared. El tranvía, la calle,
el uniforme del colegio, se transforman,
son olas de cariño envolviéndote.

¿Cómo huir al objeto pequeño
o rehusarse al grande? Los temas pasan,
sé que pasarán, pero tú resistes,
y creces como fuego, como casa,
como rocío entre dedos,
en el pasto, en que reposan.

Ya, ahora te sigo a todas partes,
Y te deseo y te pierdo, estoy completo,
Me encamino, me hago tan sublime,
Tan natural y lleno de secretos,
Tan firme, tan fiel… como una navaja,
el pueblo, mi poema, te atraviesa.