..............................................

portada-desplazamientos-100.jpg Desplazamientos
Pedro Serrano, Candaya, Barcelona, 2006

Por Christian Barragán
..............................................

Desplazamientos, de Pedro Serrano (Montreal, 1957), reúne más de veinte años de su trabajo poético. Además de ser la primera ocasión en que se recoge en un solo volumen una obra que abarca ya tres títulos publicados y otros dos más hasta ahora inéditos, es, en conjunto, el testimonio más perdurable de la constancia poética del autor. Editado a finales del año 2006 bajo el sello catalán Candaya, en el número cinco de la colección de poesía, y acompañado por un prólogo ilustrativo del escritor Juan Antonio Masoliver Ródenas, el presente ejemplar comprende textos aparecidos originalmente en El miedo (El Tucán de Virginia, 1986), Ignorancia (El Equilibrista, 1994), Turba (Ediciones Sin Nombre, 2005), Nueces y Ronda del Mig.

La obra de Pedro Serrano, a diferencia de la de sus contemporáneos mexicanos nacidos en la misma década (Efraín Bartolomé, Coral Bracho, Adolfo Castañón, Juan Domingo Argüelles y Fabio Morábito, que son los casos más notables) no había sido reunida sino hasta ahora, debido en parte, quizá, a su escasa promoción y conocimiento en el medio literario nacional; lo cual también podría explicar el que no haya aparecido –como sí sucedido con el trabajo de sus pares mencionados–, por ejemplo, en la colección universitaria Poemas y Ensayos, en la serie Práctica Mortal, o bajo el auspicio del sello ERA. En contraste, también, con estas “poesías reunidas”, está el hecho de que Desplazamientos surge a partir de la lectura que el autor hace de su trayectoria, de donde rescata únicamente los momentos que sobrepuesto el tiempo aún lo representan y en los que él más se reconoce. De igual modo, no es una antología. Y es precisamente está cualidad la primera virtud de esta empresa: pues, aunque el corazón de ella es el recuento, al poner aquel material divulgado en juego con otros nuevos y desconocidos bajo un mismo orden (uno lírico de lo cotidiano), la obra final es de una factura original e inesperada. Quiero decir, un libro único e inadvertido en la lectura individual de sus textos anteriores.  

No será extraño entonces, siguiendo estas consideraciones, que a pesar de la inmejorable oportunidad que este evento representa para acercarse por primera vez y de manera definitiva a la escritura del poeta, quede su atención relegada por la miopía de la crítica y el gran auditorio al aprecio tan sólo de unos cuantos enterados. No serán ellos, en consecuencia, quienes podrán conocer a una de las pocas escrituras honestas y desengañadas de nuestra república de poetas. Tampoco serán ellos, en fin, quienes escuchen la voz desesperanzada y depurada de mentiras del poeta decir, a propósito de su oficio:

Él reconoce allí sus trastos viejos, sus sombras,
el avasallamiento de los hechos y su solidaridad,
su quieta reciedumbre y su urdimbre,
y avanza a cada paso como si fuera previsto,
como si tanta herrumbre convocara y nombrara,
y hereda así canciones y plumas y galletas y calcetines,
las usurpa y se hace de ese dolor que ya es ajeno,
ajado, que ya es historia,
una mercadería,
un trasiego sin fin de opacidades y brillos,
santos objetos de segunda mano, cuentas de vidrio, chuchearías,
polvo dorado su negocio de mercachifle.

En cambio, quien se aventure entre las páginas de este poemario tiene la posibilidad de encontrar un rostro más justo del hombre actual, pero también de la poesía de este tiempo, como no se había visto antes tan próxima al acaecer de la vida diaria, a ras de suelo. Y no es que, como lo demuestran los esfuerzos de tantos poetas durante el siglo XX, su poesía verse sobre temas propios de la cotidianidad de la vida moderna, ni que sus recursos estilísticos provengan igualmente del mundo reciente, sino que la voz que habita estos poemas deviene en protagonista fiel de la realidad presente y en testigo de su condición dentro de ella; no es su escritura la crónica de la rutina de cualquier hombre, ni una representación realista de aquélla, por el contrario, es, en su mayor alcance, la vida misma observada en silencio.

Sumado a las preocupaciones del poeta por el acto de escribir: “¿En dónde está este desbarajuste de lenguas,/ esta suicida huida de palabras”; o la trascendencia del lenguaje poético: “...si yo pudiera conjugarme, fluir furiosamente./ Como si yo pudiera soltarlo todo [...]/ desheredarme,/ desafanar al fin este trasiego./ Aprender allí a balbucear,/ en la inocencia, en la ignorancia de los ecos”, yace su interés primordial por decir lo que el mundo le ha mostrado con la misma intensidad y pureza: “Otra vez el olor santo de la mañana,/ la rumorosa soledad que es el amanecer,/ [...] la escarcha de los árboles,/ el detenimiento de sus sombras,/ el humo blanco de este día./ El pino sigue en pie,/ una forma rotunda contra la niebla luminosa,/ y frente a los manchones de la acacia,/ el esfuerzo maestro de la golondrina”, mas cifrado bajo la posición inevitable, como hombre y poeta, de ser parte –a la vez protagonista y testigo, como he anunciado ya– de la vida que relata: “Yo adentro./ Yo viendo./ Yo respirando/ los primeros ruidos humanos.”

A Serrano, tal decir poético le ha llevado ha entrever sin pretensiones ni engaños, en un amanecer cotidiano, la urdimbre velada de que están constituidos no sólo el mundo y la vida que nombra su palabra, sino también la sutil filigrana de que está hecha su escritura:

No hay
posesión
sobre las cosas.
La hiler
de este mundo
se deslíe.
El fresno pierde
sus hojas
de arriba abajo.
En las puertas
quedan astillas
mientras la fronda
se contrae.
Se borran
las sombras.
Todo pasa
por las manos
como guasa.
El mundo
se desconoce

y se deforma.

 

 


Leer poemas...


{moscomment}