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portada-cabaret-provenza-fa.jpg Cabaret Provenza
Luis Felipe Fabre,
FCE,
México, 2007

Por Luis Paniagua
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Hay quienes dicen que una palabra no es sino una vaga referencia de otra cosa, que una palabra no es sino la definición de otra cosa (quizá de otra palabra) que, a su vez, necesita de más palabras para poder afianzarse y arraigar en el territorio móvil al que llamamos Mundo. Una imagen alegórica de lo que digo tal vez pudiéramos encontrarla en la estructura de las cajas chinas, en los huevos de Fabergé o en las típicas muñecas rusas llamadas matriuskas; cada uno de los objetos mencionados anteriormente guarda con los demás algunas afinidades claramente identificables: todos son objetos ornamentales, más o menos extraños y, casualmente, guardan en su interior una estructura que despliega una sencilla pero intrincada serie de repeticiones en número variable; esto es: dentro del cascarón exterior se encuentra una figura que a su vez es envoltorio externo de otra pieza más pequeña que asimismo circunda a otra, etcétera. Es decir, cada capa es la expresión que se repite en la siguiente casi como (diríase gramaticalmente) una definición. Una caja china, un huevo de Fabergé o una matriuska y su movimiento de apertura estarían relacionados, de una manera u otra, con el signo escritural de los dos puntos: la puerta abierta a la definición, a la explicación.

Las anteriores palabras bien pudieran ser aplicables a Cabaret Provenza de Luis Felipe Fabre (México, D.F., 1974). La de Fabre es una poesía que se desdobla, que tiende a la prolongación sabiendo que la misma es imposible ya que cualquier intento de extensión es vano porque al fin todo remite al inicio (que es, a fin de cuentas, la palabra explosiva, la que detona la aparición de los dos puntos). En el presente libro (que, dicho sea de paso, reúne la producción poética de diez años de trabajo), el poeta arriesga con una propuesta novedosa, fresca pero, claro está, muy personal y característica. A caballo entre lo popular y lo culto, Luis Felipe echa mano de diversas referencias y registros, a veces opuestos, para conformar una unidad de sentido y de ritmo que altera la tradición sin destruirla, que la recrea desde una particular renovación de lo cantado. Referencias populares como la canción ranchera, la cumbia, la lucha libre, se anudan en un fuerte abrazo con la tradición cultista de lo trovadoresco, las diatribas cortesanas, lo bucólico, para dar paso a Cabaret Provenza: extraña conjunción de mundos paralelos que viven del mutuo reflejo y que se inventan y justifican en su propia diferencia.

La construcción de los versos está muy ligada al ordenamiento de los objetos de los que hablo líneas arriba.  Fabre arquitectura su libro sobre los cimientos de una poética bien definida: los dos puntos. Al tiempo que se escribe el poema, ¿éste se monta o se desmonta? La pregunta viene a colación ya que, si pensamos en la imagen por capas, la estructura del poema se sustenta desde la deconstrucción, desde lo sobrado hasta lo justo, de lo bruto a lo pulido. Fabre pela la cebolla mientras escribe, desencaja matriuskas, define. La definición, no obstante, en su afán de dilucidar la duda disemina sentidos, se extiende, va más allá jalando la piel de los conceptos para no despellejarse a sí misma. La palabra, en estos poemas, abre su entraña que contiene más palabras que a su vez guardan un sentido interno y necesitan abrirse para dar paso a otras, así, en una cadena muy extensa de definiciones, aclaraciones, reiteraciones que el autor utiliza para llegar hasta donde se propone; quiero decir, al ir liberando de la capa externa a la expresión, se llega a otra que requiere el mismo procedimiento de desmontaje, y así sucesivamente. Lo anterior nos acerca a la poética de Fabre: los dos puntos desencajan una expresión reduciéndola a otra menor, que a su vez… esto es, que la expresión poética de Fabre tiende a la desaparición, a la poesía que está, como siempre, en  otra parte, a encontrar el objeto poético en los agujeros, en el vacío que deja la palabra luego que desaparece, luego que es hecha cascarón, cascarón y cascarón hasta desintegrarse. Bastaría echar un ojo a Leyendo agujeros1 para percatarnos de que la lectura atenta y meditada de ciertos poetas configura la visión del propio autor y perfila su búsqueda expresiva.

Así las cosas, Cabaret Provenza abre puerta tras puerta dejando trasponer al lector los diversos umbrales sucesivos para llegar al topos de la poesía, ese lugar que está, como ella misma, en otro lado, utópica, debajo de quién sabe cuántas cubiertas de palabras.

 


1 Luis Felipe Fabre, Leyendo agujeros. Ensayos sobre (des)escritura, antiescritura y no escritura, México, FETA, 2005, 84 pp.


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