............................................

portada-maire.jpg Escribí estos versos de espalda
Pablo Maire,
Ediciones Cataclismo, Valparaíso, 2007

 
............................................

CUANDO MUERA QUIERO QUE ME CORTEN LAS MANOS,
sé que vendrán por ellas.



YO, TERRIBLE YO,
de espejos como ocurriendo
un calco que requiere su otro.
Ellos doblan a un donde
y a su vuelta el lugar.

Pronóstico: no hay propósito.

La poesía naufraga y
vácia los tiempos acá.



LA NOCHE SE NOS ABRÍA SECA, MADRE.
Tocabas tu costilla de hombre
y ese pelo sin fuego
movió las manos de Bach.

Sabes, temo mirar al espejo
y verme.
Concurre tanta gente y no distingo a nadie.
Sólo, tus caderas extendidas
que calman.

En el duelo existen palabras innecesarias,
por eso abrimos la boca para morir.
Cenicero de huellas húmedas,
acompañará nuestros cuerpos.
Ancha es la espalda de la muerte,
ópera sin verbo.

El hombre aún no nace.
Creamos que Johann es hombre.

Como te tocas mis genitales,
caigo sobre tu carne tardía.

En el fondo de uno se rabia.
No lo digas,
porque el agua se enreda a la mención.
Bach nunca pactaría con algo.

A la puerta trajes negros.
Y afiebrado les abro. En coro.

Alguien no sopló, silbó,
allí la música.
Tocata y fuga en re menor.

Aún busco mi costilla.
Juan Sebastián Bach.



LA MUERTE,
ahojada en las manos de pretérito,
la que echa lo dormido
a la copa derramada en su fondo,
reposando el pronto.

El mañana siente su tejido
en la idea bestial del toque,
cuando remanga las cáscaras de la garganta
al YO escondido en la escalera de los interiores.

La muerte,
ayer vista un poco menstrual,
sentada sobre muertos anteriores,
siendo mía su huida,
percibí el silbo agresivo del Do
y la corriente con tinte acre.

Corra por el registro académico de las calles,
que ninguna lleva mi nombre.
Pero su huella digital, los huesos,
marchen a los idos vueltos del silencio y
a la seriedad del fin
cuando el aleteo del mar
calle sobre los peñascos.

La muerte bracea el péndulo
que con sus nudos golpea el sueño,
una cuerda sobre la mesa,
emblema de olor hemisférico,
terrícola y celestícola.

Un civil registro de tu nombre
en la moneda que todos portan,
inaugurando siglos y sentenciándolos.

A la hora de mi muerte,
sumerjo panes en la abadía del latir
para que los coman las piedras que rugen al caer
a mi caja envenada de tiempos, matemáticas y religiones.
¡Salud por la copa de fondo derramada!


Leer reseña...

 


 

{moscomment}