Norte
IV
El hombre
anda sobre la lengua seca
del camino
en la boca del desierto
él es una palabra más
como calor
quietud
o silencio
Sur
IV
Se sabe,
pero se transmite en silencio...
la murmuración de las olas intranquilas
en su calma,
la necedad insoportable del domingo,
la mujer que recoge en sus prendas
el alma y se retira;
la vaguedad del niño, Felipito,
Este
Ab aeterno
No hay camino:
los lejanos astros trazan mapas
con rutas irrevocables
de días que serán noches
y hombres que serán cadáveres.
Alguien pregunta por el sentido,
por el objeto del caminar;
pero sus pasos lo llevan
a respuestas circulares,
infinitos silencios
que suplen dudas.
El hombre huye de
sus ausencias,
acercándose,
todavía sin saberlo,
a la muerte:
los pasos son más cortos,
menos pausados,
y en la rapidez de la hégira
basta un respiro
para la revelación:
Entonces,
extasiado,
el viajero descubre
su única verdad:
Un desierto conduce
a otro desierto.
Y sigue
caminando.
Oeste
I
Digan, ¿quién cava la tumba del día?
¿Qué hambrienta rata devora la luz
y deja los huesos crecer
fuera de la esfera sagrada?
¿Quién se trago las imágenes
de los que vieron el mar?
¿Dónde quedó la luz y sus fotografías móviles?
Hablen, hombres que viajan al oeste:
¿quién se atreve a soñar
cuando la muerte viene a arrullarlos?
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