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portada-remedio.jpg Remedios para heridas sin remedio  
Jorge Souza Jaufred, Universidad
Veracruzana,
México, 2006
 

 
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El café

Doy un trago al café. Miro mi mano
la cicatriz del dedo, su aspereza.

Alguna vez estuve en el principio
y mi ojo de ágata, limpio como una roca
retrató el amplio grito del relámpago
la tierra del silicio y la ceniza.

Bajo mi piel ahora alguien recuerda
alguien habla del viento y sus visiones
alguien teje otra vez viejas palabras
sobre el veneno claro de la vida.

Doy un trago al café. Todo regresa
todo vuelve de nuevo hasta nosotros.
La boca busca otra vez los nombres
que tuvieron las cosas algún día.

Todo se va de nuevo. Doy un trago.
Ninguna cosa es. Nada regresa.

Ninguna cosa fue : sólo este viento
levantando espejismos : esta arena
que se llama vida, entre las manos.

 

 

El principio

 A Pablo y Alfonsina Riosantos

Comenzaré por el principio : esta historia no existe.
Tras de nosotros sólo arden recuerdos.
Y la niebla.
: luces adormecidas, siluetas emplomadas,
figuras que se encienden
en rincones, atrás de viejas puertas.

Era la madrugada del agua
el despertar del día
y el hombre entre sus dedos escondí la palabra,
el fuego azul que arrebato el cielo

Esto es lo que entre ruinas descubrimos
: lo breve, lo minúsculo
una pisada, un frágil caracol fosilizado
el recuerdo del polen
una veta de ámbar.

Estas palabras en renglones blancos
forman/ una apertura, tienden signos
testimonios, cristales
algunas fechas, unos cuantos nombres
que encienden en los labios nuevas flamas.

 

El hálito

 A Fidela y Carlos Lara

Bien sé que no estoy en ningún sitio
sino en un pasadizo del recuerdo;
sé que todo está muerto como los pastizales
y que un guiño de Dios, quizá su aliento,
ha sacudido el valle
y por eso los bejucos vibran
antes de regresar a su silencio.



 


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