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portada-timorato-w.jpg Entre lo timorato y lo arrogante  
Mario Alberto Bautista, Raúl Vázquez Espinosa, Marco Antonio Castañeda, Dirección de educación y cultura del H. Ayuntsamiento de Yajalón y Edit Fray Bartolomé de las Casas, Chiapas, 2007

 
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Mantarraya
Mario Alberto Bautista

Hay que hablar del envés

Empuño su aguijón,
y en vilo alzándola,
sin distender el brazo, me abandera
su sombra…
Roberto Rico

Hay que hablar del envés. La mantarraya
es de carne una moneda, ni el sí,
ni el no, ni el ni de parte alguna:

El punto medio,

el signo
del claroscuro,

y así la mantarraya —o su sombra—

desaparece
en la luz y sombra —sí, sombra también—
del mediodía;
luego vendrán las conjeturas,
el punzante aguijonear
de las preguntas.



Mantarraya

Yo quiero tocar los ojos, el mundo
oscurecido. Las podridas
líneas
de la vida.
Rafael Courtoisie

Cuál es mi nombre,
las sílabas que

una a una

edifican mi saliva

(Mantarraya:
ojos abiertos, vocales
en lo oscuro buceando
en la profundidad de lo invisible).

Yo busco mi nombre,
la extraña grafía que contiene mi epitafio. Voy
por lo oscuro,
voy
por lo oscuro,
por la senda del nado bajo, del nado
a pique,
asciendo, bajo, busco:
zig-zag,

danza de ciegos yo y mi sombra.

En el huerto marino la sal esparce su semilla.
Todo es la quietud, el lecho sucio, el
lodo escurridizo que me arropa,

mi detritus residual,

mi eterna cobija.

(Estoy desnudo. Sigo
desnudo: manto mi sombra de la sombra. No
pasan los días que nadie
nombra).

Pero no voy a hablar más de los muertos.

Qué son los días:
olvidada respuesta a una pregunta
de fugitivo demonio
con
tridente.

El claroscuro reviste el lecho marino
con pesados ropajes de sal

y la noche comienza su larga canción.

Qué soy.
De dónde proviene mi equilibrio
si es que tengo
a punto fijo
referencia.
Qué soy.
que venenos me recorren y me avivan.



En los claroscuros del ama la herida
Raúl Vázquez Espinosa


Nota

Durante una estancia, más o menos corta, en Benemérito de las Américas, Chiapas, tuve contacto con la realidad violenta que se vive en ese lugar. Narcotráfico, homicidios, prostitución, zozobra, son moneda corriente en esa zona fronteriza. Bastaron unos cuantos días para conocer y sentir el ambiente de Benemérito. De esa experiencia nade En los claustros del alma herida, texto que no tiene vocación de denuncia, sino que sólo pretende recrear la inquietud que me causó aquel espacio en el que toda racionalidad parece inverosímil.

Se vidrió la esquirla mortecina
en su trayecto de estructura troquelada.

Un cilanco ferino (próximo a la desaparición)
se ha vuelto crimen.

(¡—Quién supone
gritos en el aire sombroso!)

Lumínico temor. Personajes
que no se cuentan, no se observan, esos, intactos
asesinos que cohabitan con la asfixia.

§

En el herbáceo azulejo de la plaza el venablo se
incrusta.

Atisbos de miedo los niños corren en paroxismo.

(—Sin la casmodia el escozor sería
por esparcimiento la muesca entrometida).

En mis ojos el asombro pacato deteriora toda
pregunta.
Mi desidia es verosímil.

No lo habría imaginado.
Dulcedumbre es el espejo. Ahora no sé lo que
busco.
Alejarme. Regresar.

Mi boca duele. Habrá de filo
—holgura que la sustenta.
Porque hay palabras que no cejan.
Metástasis incurable:

§

sombra mozárabe
en el fondo, como tímpanos mis manos
rompen la tarde, escribo, resuena
un calambre manoseado,
bendición de trazos
que humedecen un agradable
opio entre la lengua.

Relente manumiso

como un cuadro de Rothko
a medio horizonte:
la altura vuelve en sí.



Trazos en el eco
Marco Antonio Castañeda

a mi padre

claridad
un reflejo en la ventana
un destello
un triciclo en la acera
un reflejo de avenida
olor herrumbroso
de viejas extensiones de lo humano
un bólido fragmentado
metales sobre el triciclo
vienen van
con sus viejos crujidos
a saltar la penumbra
y perderla
estaba ahí
lograba oír el eco de sus pisadas
sobre el suelo de piedras
que se repetían en la calle
sus ruidos
un andar quieto por el patio
su ascender
todo caía por las orejas en despeño
la calle escapaba de su espacio
todo se juntó en los objetos
su rumor untado
en las paredes y en el tejado
el día despertaba su ser antiguo

 
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