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Emily Dickinson

Traducción de Hernán Bravo Varela


Yo sentí un Funeral en mi Cerebro,
Y los Dolientes que iban y venían
Pisaban tanto—tanto—hasta que pareció
Como si atravesaran el Sentido—

Y cuando estaban todos ya sentados,
La Misa, cual Tambor—
Sonaba tanto—tanto—hasta que yo pensé
Que mi Mente se iba entumeciendo—

Y entonces los oí levantar una Caja
Y su crujido atravesaba mi Alma
Con esas mismas Botas de Plomo, nuevamente,
Y después el Espacio—comenzó a doblar,

Como si fuera el Cielo una Campana,
Y el Ser, sólo un Oído,
Y Yo, con el Silencio, alguna extraña Raza
Náufraga, solitaria, aquí—

Y luego a la Razón se le rompió una Tabla,
Y Yo me desplomé, me desplomé—
Hasta dar con un Mundo, en cada zambullida,
Y concluí el conocimento—entonces—

 

 




El Alma selecciona su propia Sociedad—
Después—cierra la Puerta—
A su divina Mayoría—
Ya sin estar presente—

Inconmovible—advierte que las Carrozas—paran—
Ante su Puerta humilde—
Inconmovible—aunque un Emperador esté postrado
Sobre su misma estera—

La he visto—de entre un grupo numeroso—
Escoger sólo a Uno—
Después—cerrar las Válvulas de su propia atención—
Como una Piedra—

 



 

Éste era un Poeta—Él es Aquél
Que destila sentidos asombrosos
De los Significados más comunes—
Y una esencia tan vasta

De las especies más reconocibles
Que perecieron cerca de la Puerta—
Que nos interrogamos si no fuimos Nosotros
Quienes las retuvimos—desde antes—

De las Imágenes, Desvelador—
El Poeta—Él es ése—
Que nos brinda el Derecho—por Contraste—
A la Pobreza que jamás termina—

De toda una Porción—tan inconsciente—
El Hurto—no podría hacerle daño—
A Él mismo—para Él—una Fortuna—
Fuera—del Tiempo—

 


 

No pintaría—un Cuadro—
Prefiero ser Aquélla
Que en su brillante imposibilidad
Vagara—con deleite—
Y preguntara qué sienten los dedos
Cuyo sacudimiento—raro—celestial—
Evoca tan dulcísimo tormento—
Tanta suntuosa desesperación—

Yo no hablaría, como las Cornetas—
Prefiero ser Aquélla
Alzada suavemente hasta los Techos—
Y afuera, para andar con lentitud—
Por los Pueblos del Éter—
Yo misma vuelta un Globo
Por un sencillo labio de Metal—
Embarcadero que lleva a mi Pontón—

Ni sería Poeta—
Es mejor—que tengamos un Oído—
Enamorado—impotente—conforme—
Licencia para venerar,
Un privilegio mucho muy terrible
¡Cuál sería la Dote
Si yo tuviera el Arte de poder sorprenderme
Con las Descargas de la Melodía!

 


 

Yo de Mí—desterrarme—
Si tuviera la Gracia—
Mi Fortaleza, impenetrable toda
A cualquier Corazón—

Mas, puesto que a Mí misma—la he asaltado Yo—
¿Cómo encontrar la Paz
Si no subyugo
A la Conciencia?

Y, puesto que Nosotros somos mutuos monarcas,
¿Cómo poder lograrlo
Si no abdico—
Yo—de Mí?



Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979) ha publicado los libros de poemas Oficios de ciega pertenencia (1999, Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino; 2ª. edición, 2004) y Comunión (2002). Junto con Ernesto Lumbreras realizó El manantial latente, muestra de poesía mexicana reciente (2002). Fue becario del Programa Jóvenes Creadores del FONCA durante el periodo 2004-2005, en el área de poesía. De 2005 a 2007 lo fue de la Fundación para las Letras Mexicanas, en el área de ensayo literario. Su primer libro de ensayos, Los orillados (finalista del Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2007), se encuentra en prensa.

 

 


 

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