Lecturas de Bartolomeo

Por Claudia Sánchez

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El invierno se confabula con el Río de la Plata y hace de Buenos Aires un lugar inhóspito. Corre la noche fría, el Bartolomeo está desierto, son las ocho. Uno a uno llegan al bar los convidados a dejarse arrastrar por el cauce revuelto de algún poema. El vino se ha dispuesto ya sobre las mesas, el micrófono está abierto: comienzan las Lecturas en Bartolomeo...

Lecturas de Bartolomeo


Por Claudia Sánchez

El invierno no ayuda, se confabula con el Río de la Plata y hace de Buenos Aires un lugar inhóspito. Corre la noche fría, el Bartolomeo está desierto, ya han dado las ocho. Lentamente, llegan al bar los convidados –sin amarras ni cera en los oídos- a dejarse arrastrar (de preferencia y voluntariamente) por el cauce revuelto de algún poema. El vino se ha dispuesto ya sobre las mesas, el micrófono está abierto. Comienzan las Lecturas en Bartolomeo.

Hace tiempo, en uno de los tantos bares que hay en Buenos Aires, Pablo Montanaro condujo un ciclo de poesía por más de nueve años, un día se marchó todavía más al sur –a la provincia de Neuquén (era el año 2004)- y dejó aquel baúl eterno de palabras en manos de Adrián Sánchez y Daniel Grad.

Ellos asumieron la herencia y se lanzaron en busca de un sello propio. Luego el tiempo corrió bajo promesa. Terminó el año, Adrián Sánchez se fue (también bajo promesa) y Daniel Grad “quedó atrapado por la tarea” (lo dijo él mismo aquella noche en el café London City, y lo dijo feliz). Las Lecturas en la Blanqiada –dentro del espacio forjado por la poeta Claire Bibby- fueron la segunda parte de la historia: un micrófono abierto a la espera de los espontáneos y la charla.

Sólo charlando se puede empezar a vaciar el infinito, Grad supo adivinarlo: escuchar, vigilante, a la caza del verbo y, después, atacar mediante la pregunta que desnuda, que “agarra mal parado”, que agrede a mansalva con la intención de denunciar al poeta. Exponerlo de una buena vez (a veces sí y a veces no) al fuego cruzado de sus propios versos.

En 2006 soplaron otros vientos, lo de la Blanqiada se desbarató. Llegó Último infierno, un café literario desarrollado por la Comisión Directiva de APOA (Asociación de Poetas Argentinos) y, a partir de ahí, nacieron las Lecturas de Bartolomeo. Fue un mes de julio. En esa nueva etapa, Pablo Montanaro volvió del sur a leer poesía –lo suyo. Luego de él, un desfile interminable de voces se ha dado cita en la calle de Bartolomé Mitre 1525, en el barrio de Congreso. Desde Buenos Aires, las diferentes provincias argentinas o desde el extranjero, poetas y poemas han derramado ahí un poco de su médula.

Daniel Grad calcula la presencia de unos 580 expositores, de 2004 a la fecha, entre lecturas y presentaciones de libros. Además de los participantes en el espacio titulado En nombre del poeta, en el que se “presta” voz a los escritores fallecidos, desde 2007. Para armar las mesas, Grad se vale de su intuición, siempre en busca de un concierto que admita la diferencia sonora, la anchura del lenguaje, la expresión de unos y otros. Él confía plenamente en su estrategia, las sesiones …"puestas a prueba", nunca fallaron. Creo que cada una de las lecturas tiene un "aura" particular y -en su conjunto- son por esto -a mi mirada- decididamente IRREPETIBLES

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Las Lecturas en Bartolomeo son lo que son en gran medida porque Daniel Grad está ahí, cada lunes, atento a las palabras, bajo la tenue luz del bar, ante el poeta y ante la gente, desatando el recuerdo y el presagio de los que van ahí a escuchar o a leer poesía.

Alguien dijo de él que tiene el don de la ubicuidad. Está aquí y allá la misma noche.

Mientras caminamos por la avenida Rivadavia, me habla un poco de la ciudad, un poco de los poetas bonaerenses, un poco de su oficio… Hace frío (el invierno ahí es de un gris de plomo), nos metemos a un barcito en la calle Bulnes –casi esquina con Perón-, en su interior, el tiempo se detuvo hace muchísimo. Ordena una cerveza Quilmes, “a ver qué opinas”, dice, y continúa “esto es serio, ¿nunca entraste a www.apoaenelmoyano.blogspot.com/?, tienes que hacerlo” Y sigue hablando, con ironía y buen humor, en tanto afuera, la tarde se está yendo sin volverse a mirar.

 


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