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Philippe Jaccottet

La seminación (fragmento)

Traducción de Eduardo Uribe


1954

Mayo


El apego a sí aumenta la opacidad de la vida. Un momento de verdadero olvido, y todas las pantallas, unas tras otras, se vuelven transparentes, de manera que se ve la claridad hasta el fondo, tan lejos como alcance la vista; y a la vez ya nada pesa. Así el alma se vuelve verdaderamente pájaro.



1966

Mayo


Carga afectiva de las palabras: más grande probablemente entre más oculta está. Lo que Chagall me dijo alguna vez de Mozart: más transparente es su música, más sensible es en ella la muerte. No estoy seguro de que esto sea exacto, pero hay una verdad y una belleza en este pensamiento. Regla de la contradicción: más pretende la literatura ser inspiración pura, más verbal parece (surrealismo). Lo cual no quiere decir que deba ser verbal para parecer inspirada.



Noviembre

Conflicto entre la rima y la “verdad”.  A veces quisiera la rima para asegurar la coherencia del poema; como me hace decir otra cosa de lo que debo, la abandono, lo cual tampoco es satisfactorio.



1971

Mayo


Poesía: entre más se comprende cómo debería hacerse, menos se consigue hacerlo. El virtuosismo aparece con el vacío.

Según Leopardi, ilusiones y grandeza del hombre son inseparables. En la poesía antigua, la naturaleza es la que habla; en la poesía moderna (la que llama romántica), el poeta. Signo, según él, de funesto envejecimiento.



1973

Marzo


¿Hacer su fardo de imágenes, el inventario de su magro bien? Una historia de fantasmas todo nos lo reclama, sustentada en la abundancia de pruebas sangrientas, pronto borradas, y no obstante aún dudamos de que sea necesario reducir todo a eso.
        Lo que únicamente puede escribirse, no decir...

(¿Quién escribió: “Te regalo estos versos por si mi nombre/ aborda dichosamente épocas lejanas...?” Me suena como a Du Bellay, o a un eco moderno de Du Bellay. ¿Baudelaire? No sé por qué estos versos me pasan por la cabeza en este momento.)

Recibe estas imágenes, recibe estas sombras, recibe este humo o
    \esta nada.
Ves con pavor cambiar tus manos,
te asalta el vértigo porque pronto te faltará la gracia, o la fuerza,
recoge, pues...

Mientras las urracas color tablero vuelan de pino en pino bajo
    \la lluvia fina, alzada por el viento,
muestra a los amigos estos trazos de fantasmas...

La ciudad para el niño asustado tiene su mapa inscrito en el corazón.
Un perro rabioso y cruel dirige la escuela,
la talabartería huele mal, la peonía está mojada,
bajo la lámpara de perlas verdes que iluminan el tablero pulido,
una mano pasa las páginas del libro,
Siegfried entra en Worms sobre un alto puente levadizo
−su caballo es más blanco que la nieve−,
una voz olvidada, a través de la escritura gótica,
descifra su historia salvaje,
pronto va a caer con la lanza en la espalda cerca de la fuente, entre
    \las flores.

No es lo que se cree, no vivimos una historia continua y coherente entre rostros familiares...
Que lejos está la gente, ¿e incluso tiene un rostro? ¿Se nos ha
    \olvidado, jamás visto, o se ha ocultado?
En todo caso, nada queda intacto en la memoria.
¿Dónde están? ¿Dónde estamos?

Más cercanas algunas veces las flores, el seto de boj, un objeto viejo
    \transformado en talismán.
Más cercanos algunos lugares, un muro cubierto de árboles contra
    \la espaldera, un pequeño templo redondo en un jardín,
y al salir de las calles sombrías,
el Arsenal ciego tras las rejas,
los aserraderos en sus cobertizos, y su polvo dorado entre
    \embarcadero y cementerio,
donde el gran muro de la prisión dominaba el río, con sus pequeñas
    \ventanas sombrías de barrotes.

El Broye no dejaba de correr en la niebla,
el domingo los fusiles tronaban repercutidos por los acantilados
    \verdosos.
Una pareja envejecía en la espera de una carta de América.
Cuatro hermanas se ajaban en la casa demasiado cerrada,
una erraba con camisola rosa en la escalera abovedada,
a la otra la metieron en el asilo donde pinta ramos,
la más chica tiene las mejillas rojas a fuerza de permanecer de pie
    \cerca de los hornos, vestida de negro,
¿y Sofía no va ahogarse en una pena de amor?
Pero el padre se ahoga de risa sacudiendo su cuerpo obeso.
A la hora de la merienda, sacan viejas galletas de un armario pintado
    \de rojo en el interior.

¿Qué haces ahí? No estás alegre ni triste, te sorprendes quizá
y comes más imágenes que pan...



1975

Octubre


La extraña dificultad que representa el hecho de casi no poder sentir ninguna cosa sin pensar de inmediato en su “utilización” poética –lo que a la larga vuelve la sensación irritante, y acabará por impedirte sentir para no caer en esa trampa– cuyo ejemplo extremo es la anécdota de Goethe marcando el ritmo con los dedos sobre la espalda desnuda de su amante del momento.

Dicho de otra manera, sucede que, aproximadamente, algo detestable, exasperante al menos, la atención al mundo motivada por cierto trabajo poético, después de un tiempo, acabará por alterar, si no destruir, la capacidad de emoción. Vemos una hoja que cae de un sarmiento de la viña, y es necesario que, en seguida, la veamos caer sobre la página blanca; en la mañana sentimos la frescura única del aire en otoño, la claridad del cielo, el brillo de la luz sobre las hierbas y los árboles, y no podemos probarlos tranquilamente, íntegramente, sin que el poeta se levante en tu cabeza como un escribano diligente, ¡y anote! Por ello quisiéramos ya no sentir, para que él se duerma. Porque su intervención casi automática, su actividad maníaca y puntillosa parecen falsear los vínculos con el mundo, volverlos menos verdaderos –interrumpirlos también demasiado rápido.  Ya nos vemos limitados a cerrar los ojos para escapar de este mecanismo.

¿Cómo encontrar una salida? Ya me he propuesto una hace mucho tiempo: la irrupción de acontecimientos bastante violentos para estropear este mecanismo, cualquier borrasca interior o exterior. Pero es condenarse a esperar lo imprevisible; y ¿si no se produce jamás, o demasiado raramente, como es probable? ¿Habrá un camino más simple, más modesto, más propio a mi caso y a mis medios? ¿O habrá que resignarse a un silencio que continúa pesando si se prolonga?

Pienso que haría falta, quizá, aceptar este fenómeno, o mejor, intentar negarlo, de ser posible; tratarlo con desprecio. Y por consiguiente, avanzar de nuevo, más o menos a ciegas, cediendo al primero, al más débil impulso, a su gusto, sin objetivo –dejando pasar el flujo, incluso intermitente, de las sensaciones y los sentimientos. Sin detenerse demasiado en las dudas, los temores, los escrúpulos, etc.

Cuando el día es bello en los árboles inmóviles, cuando se aventuran las últimas flores del año, las amarillas, las azules, las malvas, cuando la tierra removida por el rastrillo está negra debido a las lluvias que ha habido, ¿por qué prohibirse estar colmado y tranquilo un instante?



1976

Marzo


Vuelvo al pensamiento de las “dos noches”, aquella que es transparente, vasta, mágica, y la otra, la prisión de que no se sale. Cuando uno se siente oprimido en la cama, en el cuarto obscuro, se levanta, empuja la puerta, desciende la escalera –el silencio es, a estas horas, total−, pero toda la casa es todavía una prisión; y cuando uno sale de la casa, quedan aún estos muros más altos, esta inmensa bóveda sin la menor grieta. Quizá, si uno saliera  de verdad, se acordaría de que la noche está abierta; pero en realidad sucede que uno no ha salido de su cama, y la siente como un muro más allá de los muros, una muralla más ancha y más infranqueable, que casi fatalmente se vuelve la imagen de la muerte; o más bien, en la cual se sustituye la imagen más inflexible de la muerte, de la muerte sin alba. Por el momento, todavía puedes esperar, tener paciencia, sermonearte. Cierto, el silencio es más pesado que calmante; se diría un vacío inmenso –y que dura. Uno se sorprende de que casi no lo atraviesen suspiros ni gritos de horror. Se produce un derrape, una deriva. Pero, con tal que uno tenga paciencia, sabe que el muro pronto va a desmantelarse. Los pájaros van a venir; son como los obreros levantados muy temprano que abren las brechas y cuyo celo crece a medida que el trabajo avanza. A veces, se les escucha como el prisionero a las llaves del ensanchamiento. Un tintineo en el estrecho corredor.

Al contrario, la noche mortal, la noche imaginada es la última noche, aquella en que los pájaros están por siempre ausentes. (Su voz que se empeña en encender el fuego, hacia el este –y de pronto el fuego agarra. Pequeños pastores celosos, serviciales, entusiastas.)

La noche en que los esperamos en vano. Sin manera de encontrar la salida. Desde el nacimiento estamos acorralados contra este muro. Se acerca, crece, se espesa, pesa más. Pero todo esto no es más que imágenes; bellas o no, siempre en exceso muy bellas.

La única cosa grave es la muerte prematura, la muerte antes de la muerte, en vida. Se está acorralado. Hay un hocino que corta el tallo de los ojos –mientras que las noches y los días continúan alternándose sin con ello ser lo menos alterado del mundo.

Extraña cosa los ojos, que beben el mundo y contribuyen a su metamorfosis con imágenes inmateriales, o menos materiales. Cortados, o usados, o apagados. ¡Qué difícil es todo para cada uno de nosotros!



Septiembre

Una época de desencajamiento universal y de reconstrucciones sumarias. Vemos oponerse, o incluso aliarse, el exceso de complicación y el exceso de simplificación. Los resultados son desastrosos. Nivel cultural de los media por una parte; lenguaje de los profesores, de los sabios, por otra. Allí también se rompió un equilibrio.



1978

Octubre


Cosas reales, verdaderas, sí, pero lejanas y casi inasibles, extrañas  −¿inmerecidas quizá? Cosas menos que otras veces mezcladas con lo cotidiano, vueltas excepción, casi espejismos –y sin embargo las únicas que te devuelven el gusto de escribir, que te incitan a retomar la pluma. Ya casi perdidas, pasadas antes que por venir –y eso paraliza. El tiempo para intentar decirlas, ya huyeron, se callaron, ya no las escuchamos, y por consiguiente, ¿cómo traducirlas?



1979

Mayo


La palabra gozo: tomarse el tiempo de pensar en esta palabra. Sorprendido de que me llegue de repente.


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