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Leonard Cohen 


Leonard Cohen: Cinco canciones*
 
Versiones de Raúl Carrillo Arciniega
Nota de Víctor Cabrera
 

Primero tomamos Manhattan

Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento
por tratar de cambiar el sistema desde adentro.
Ahora vengo a recompensarlos:
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

Me guío por una señal en el cielo,
me guío por esta marca de nacimiento en mi piel,
me guía la belleza de nuestras armas:
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

De verdad me encantaría quedarme a tu lado, nena,
adoro tu cuerpo, tu espíritu y tus ropas,
pero, ¿ves esa fila moviéndose allá por la estación?
Te lo dije, te dije que era uno de ellos.

¡Ah! me amaste perdedor,
pero ahora te preocupa que gane.
Sabes cómo detenerme,
pero no tienes la disciplina
¡Cuántas noches recé por esto:
por poder comenzar mi misión!
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

No me gusta su moda señor empresario
y no me gustan sus pastillas para conservar la figura
y no me agrada saber lo que pasó con mi hermana:
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

Y le agradezco los regalos que me envió:
el mono y el violín de madera barata,
practico todas las noches y ahora estoy listo:
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

¡Ah! Recuérdeme, suelo vivir para la música.
Recuérdeme, le sirvo de comer,
¡Pero bueno!, es el día del padre y todos estamos heridos:
Primero tomamos Manhattan, luego seguimos con Berlín.

Del álbum I’m Your man (1988)



El futuro

Devuélveme mi noche rota,
mi cuarto de espejos, mi vida secreta.
Estoy tan solo aquí,
no queda nadie a quien torturar.
Dame control absoluto
sobre cada alma viviente
y recuéstate a mi lado, nena:
¡Es una orden!

Dame crack y sexo anal,
toma el último árbol que queda
y ensártalo en el hoyo
de tu cultura.
Devuélveme el muro de Berlín,
regresen, Stalin y San Pablo.
He visto el futuro, hermano:
homicidio.

Las cosas se deslizarán en todas direcciones
y no habrá nada,
nada más que pueda ser medido.
La ventisca del mundo
ha cruzado el umbral
y trastocado el orden de las almas.

Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”,
me pregunto a qué se referían.

No me conoces por el viento,
nunca lo harás, nunca lo has hecho:
Soy el pequeño judío
que escribió la Biblia
y he visto a las naciones erigirse y caer,
he oído sus historias, los he oídos a todos,
pero el amor es el único impulso
de supervivencia.

A tu sirviente le han advertido
que lo diga claro, que lo diga sin inmutarse:
“Esto se acabó, no va más.”
Y ahora que las ruedas del paraíso se detienen
sientes el fuetazo del diablo.
Prepárate para el futuro:
homicidio.

Las cosas se deslizarán en todas direcciones
y no habrá nada,
nada más que pueda ser medido.
La ventisca del mundo
ha cruzado el umbral
y trastocado el orden de las almas.

Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”,
me pregunto a qué se referían.

Se desmoronará el viejo
código occidental,
tu vida privada explotará repentinamente
y habrá fantasmas e incendios en la carretera
y el hombre blanco bailará.
Verás a tu mujer colgada de los pies,
sus facciones cubiertas por su camisón caído
y todos los asquerosos poetastros
alrededor tratando de sonar como Charlie Manson.

Devuélveme el muro de Berlín,
dame a Stalin y San Pablo
dame a Cristo
o dame Hiroshima.

Destruye otro feto ya,
de todos modos los niños nos disgustan.
He visto el futuro, nena:
homicidio

Las cosas se deslizarán en todas direcciones
y no habrá nada,
nada más que pueda ser medido.
La ventisca del mundo
ha cruzado el umbral
y trastocado el orden de las almas.

Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”,
me pregunto a qué se referían.



Himno


Los pájaros cantaron
y al despuntar el día
comienzan otra vez.
Los oí decir
no habites en lo pasado
o en lo que está por venir.
Las guerras se pelearán
de nuevo.
La Paloma Santa
será atrapada una vez más,
será comprada y vendida;
la paloma no es libre.

Haz sonar las campanas
que aún puedan repicar,
olvida tu oferta tentadora
que hay una grieta en cada cosa
y así es como la luz se filtra.

Pedimos señales
y se nos dieron:
el nacimiento traicionado,
el matrimonio malgastado.
Sí, la viudez
de cada gobierno
—señales claras para todos.

Ya no puedo correr
con esa corona usurpada
mientras los asesinos
en las alturas
elevan sus oraciones.
Pero han llamado y reunido
una nube de truenos
en la que me oirán.

Puedes sumar todas las partes
pero no tendrás el total,
puedes iniciar la marcha
pero no hay ningún tambor.
Cada corazón, cada corazón
para amar vendrá,
pero sólo como refugiado.

Haz sonar las campanas
que aún puedan repicar,
olvida tu oferta tentadora
que hay una grieta en cada cosa
y así es como la luz se filtra.



La democracia

Ya viene por un hueco en el aire
desde aquellas noches en la plaza Tiananmen.
Ya viene y se siente
como si no fuera real del todo,
o si lo es, como si no estuviera allí del todo.
Desde las guerras contra el desorden,
desde las sirenas, noche y día,
desde las hogueras de los vagabundos,
desde las cenizas de los maricones:
la democracia ya viene a los Estados Unidos.

Ya viene por una grieta en el muro
en una visionaria inundación de alcohol;
desde la asombrosa explicación
del Sermón de la Montaña
que no pretendo ni siquiera entender.
Ya viene desde el silencio
en el muelle de la bahía;
desde el valiente, el audaz, el abollado
corazón de Chevrolet:
la democracia ya viene a los Estados Unidos.

Ya viene desde la tristeza en la calle,
de los lugares santos donde las razas se congregan;
desde el asesino quejumbroso
que va de cocina en cocina
determinando quién ha de servir y quién ha de comer.
Desde los pozos de la decepción
donde las mujeres se arrodillan para orar
por la gracia de Dios en este desierto
y en el lejano también:
la democracia ya viene a los Estados Unidos.

Navega, navega,
¡oh, poderoso barco del Estado!
Hacia las orillas de la necesidad,
frente a los arrecifes de la codicia,
a través de la borrasca del odio.
Navega, navega, navega.

Ya viene, primero a los Estados Unidos,
cuna del mejor y del peor.
Ya está aquí, donde tienen el alcance
y la maquinaria para el cambio.
Ya está aquí, donde tienen la sed espiritual.
Ya está aquí, donde la familia está destruida
y está aquí donde el solitario dice
que el corazón tiene que abrirse
de una manera fundamental:
La democracia ya viene a los Estados Unidos.

Ya viene desde las mujeres y los hombres.
¡Oh, nena, otra vez haremos el amor!
¡Llegaremos tan profundo
que el río ha de llorar
y las montañas gritarán Amén!
Ya viene como un maremoto
bajo el dominio lunar,
imperial, misteriosa,
amorosamente dispuesta:
La democracia ya viene a los Estados Unidos.

Soy sentimental, si entiendes lo que digo,
me encanta el campo pero no soporto el paisaje.
Y no soy de izquierda ni de derecha,
sólo me quedo en casa esta noche
perdiéndome en esa pantallita de desesperanza.
Estoy emperrado como esas bolsas de basura
en que el Tiempo no puede deteriorarse,
soy basura pero todavía mantengo erguido
este salvaje ramo de flores:
La democracia ya viene a los Estados Unidos.



Hora de cerrar


¡Ah! bebemos y bailamos
y la banda resuena verdaderamente
y la sabiduría de Johnny Walker corre por todas partes
y mi dulce acompañante
es un ángel de compasión
que frota contra sus muslos la mitad del mundo
y cada bebedor, cada bailador
levanta el rostro lleno de alegría para agradecerle.
El violinista entona algo sublime
y todas las mujeres desgarran sus blusas
y los hombres bailan en sus trajes de lunares
para encontrar y perder a su pareja
y es un infierno pagar cuando la música se detiene:
es hora de cerrar.

Estamos solos, somos románticos
y la sidra se mezcla con el ácido,
y el Espíritu Santo chilla “¿dónde está la carne?”
y la luna nada desnuda
y la noche de verano es fragante
y hay una gran expectativa de alivio.
Así que luchamos con las serpientes
y nos tambaleamos en la escalera
hacia la torre donde las horas benditas repiquetean
y juro que sucedió así:
un suspiro, un llanto, un beso hambriento,
las Puertas del Amor apenas si se movieron.
No puedo decir que ha pasado mucho desde entonces,
sólo que es hora de cerrar.

Juro que así ocurrió:
un suspiro, un llanto, un beso hambriento,
las Puertas del Amor apenas si se movieron.
No puedo decir que ha pasado mucho desde entonces,
sólo que es hora de cerrar.

Te amé por tu belleza,
pero eso no me engaña:
también estabas en esto por tu belleza,
y te amé por tu cuerpo
y hay una voz que suena a Dios
que me repite y repite que tú eres ese cuerpo.
Y  te amé cuando nuestro amor fue bendecido,
y ahora te amo y ya no queda nada
sino tristeza y una sensación
de estar viviendo horas extra,
y te he echado de menos desde que nuestra casa fue destruida,
y no me importa qué pasó después;
parece libertad pero se siente como muerte,
algo así:
es hora de cerrar.

Sí, te extraño desde que nuestra casa fue destruida
por los vientos de la libertad y la mala hierba del sexo.
Parece libertad pero se siente como muerte
o algo así:
es hora de cerrar.

Sí, bebemos y bailamos
pero no sucede nada en realidad,
y el lugar está tan muerto como el Paraíso en noche de sábado
y mi querida acompañante
me busca a tientas y me hace reír.
Tiene un cien aunque viste muy ajustada
y levanto mi copa por la terrible verdad
que no se puede revelar a oídos juveniles,
sólo decir que no vale ni diez centavos,
y todo el maldito lugar enloquece dos veces,
una por el Diablo y otra por Cristo,
pero al patrón no le gustan esas alturas vertiginosas,
estamos agarrados a esta luz deslumbrante
de la hora de cerrar.

Del álbum The Future (1992)




* Publicadas entre 1988 y 1992 (una época definida por el comienzo del derrumbe de las “certezas” que confirieron sustancia a los discursos político y social de la segunda mitad de nuestro convulso siglo XX, y que, como lo hemos podido constatar en los últimos tiempos, continúa hasta nuestros días) estas cinco canciones del poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen dan cuenta de ese cariz premonitorio según el cual el arte se anticipa a la realidad.

A caballo entre el mito griego y los mitos de la sobreinterpretación, el arte y la literatura han fungido a lo largo de las eras como inquietantes arcanos del porvenir. Como Casandra, la pitonisa hija de Príamo y Hécuba a quien Apolo concedió el don de la profecía negándole al mismo tiempo el de la persuasión, múltiples autores han hecho de las visiones futuristas una corriente artística a la que conferimos valor estético pero cuyas advertencias desechamos como mero producto de la fantasía desbordada. Qué son aquellas bestias y esas maquinarias infernales reveladas por el irascible Yahvé a los profetas judíos, qué los bocetos de Leonardo que anticipaban el helicóptero y el submarino cuatro siglos antes de su fabricación, qué los viajes espaciales y las expediciones al fondo del mar descritos por Julio Verne en el siglo XIX y las pesadillas totalitarias de George Orwell y Aldous Huxley sino obras maestras de la imaginación inflamada.

Aunque sabemos del Apocalipsis de Juan que es un mensaje destinado a dar consuelo y certeza a los primeros cristianos en una época convulsa para ellos, paradójicamente, el texto ha llegado hasta nuestros días como un agorero de la desesperanza y las calamidades que aguardan a la humanidad entera en un futuro incierto por desconocido (“Nadie conoce el día ni la hora”, advierte el profeta). Así, a la manera del Menard de Borges, podríamos afirmar que todo texto premonitorio consiente, en la infinidad de sus lectores potenciales, la multiplicidad de interpretaciones que cada época le confiere. A fin de cuentas, lo que tal vez empariente a Jonás con Nostradamus, Philip K. Dick y Richard Kelly quizá no sea lo inquietante o atroz de sus vaticinios sino la simple y pura imaginación. Porque allí donde terminan la realidad y sus certezas empieza el imperio de la imaginación. Y allí también nace el futuro.