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elladooscurodelespejo.jpg El lado oscuro del espejo
Angélica Santaolaya.
Ediciones La Bohmia, Buenos Aires,
2007.

Por Guillermo Vega Zaragoza

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When logic and proportion
have fallen sloppy dead
and the White Knight is talking backwards
and the Red Queen's “off with her head!”
Remember what the dormouse said:
“FEED YOUR HEAD!
FEED YOUR HEAD!”


Jefferson Airplane. “White Rabbit”
 
 
 
Hace muchos años, cuando era mucho más joven, apareció un libro que tenía por título Pregúntale a Alicia. Nunca lo leí, pero según decían era la historia de una muchacha que había sido atrapada por el infierno de las drogas. Los padres y maestros lo utilizaban como advertencia para los jóvenes descarriados de entonces (estoy hablando de los años setenta, cuando las drogas aún eran una promesa de expansión de la mente y experimentación existencial, y no la amenaza de alienación y violencia que son ahora).

El título del libro estaba tomado de la canción Conejo Blanco del grupo de rock psicodélico de San Francisco, Jefferson Airplane, quienes a su vez se inspiraron en las historias de Lewis Carroll para escribirla, como una especie de velada alegoría de las drogas psicodélicas que se usaban entonces. Fue la primera alusión que tuve sobre las extraordinarias obras del escritor inglés cuyo verdadero nombre era Charles Lutwidge Dodgson, y que supuestamente tomó como inspiración para crear a su heroína a una amiguita real llamada Alice Liddell.

Ahora, la poeta Angélica Santa Olaya se inspira en la obra de Carroll para darnos su propia versión de Alicia, desde El lado oscuro del espejo, a través de una colección de poemas deslumbrantes y al mismo tiempo, dolorosos; muchas veces alucinantes, a veces sensuales, pero siempre dotados de una sensibilidad poética superior y una factura impecable, producto de un trabajo depurado y concienzudo que nos revela una voz literaria potente y entrañable: “Alicia / ya no sabe si su nombre es Monstruo, pájaro, serpiente, Bill / o pedazo de sueño que inventa cuentos”.

Así, nos encontramos con una de las muchas Alicias en las que pudo convertirse esa Alicia primigenia. Es una Alicia que, traspasado el espejo, se ha adentrado en el lado oscuro; un lugar de sombras, incertidumbres y desencantos, casi siempre relacionados con el amor, el deseo y la angustia existencial. Dividido en dos partes (los dos lados del espejo) el libro transita por texturas y sensibilidades poéticas múltiples: de la inocencia al desengaño, de la estupefacción al hastío vital, donde, como apunta certeramente Gabriela Pais en el prólogo del libro “el mundo que Angélica Santa Olaya crea aquí está regido absolutamente por las leyes del espíritu y por la metáfora de la caída”: “Abro los ojos, / la sombra de una mariposa solitaria / que aletea contra la pared / te observa copulando con la luna”.

En este libro, Angélica Santa Olaya se nos revela como una poeta completa y compleja, dueña de una voz profunda y de registros diversos, que lo mismo juguetea con el lenguaje que nos introduce en la zozobra amorosa y existencial de las múltiples Alicias que son ella misma; Alicias que finalmente atravesaron el espejo y se abismaron en un jardín sombrío donde alimentan su mente con la pasión y la locura de un mundo alterado, pero al mismo tiempo, fascinante. Un alimento que vale la pena probar, aunque sea por mera curiosidad, como todas las Alicias del mundo.


 


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