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oir-cascara-amarga01.jpg Oír cáscara amarga 
Marco Fonz de Tanya
Versodestierro-Andrógino,
Las cenizas del quemado,
México, 2005.


 
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Tercera negación

 

para Gabriel Hernández

 

Guardo para mí el silencio. Nervio vegetal pétreo. Testigo soy de mi poco nombre. Origen de la paz amarga. Comparto con las venas del hombre la punta de cualquier
lengua. Muralla de mi transparencia la espuma que me precede. Guardo mi primer susurro fuera del agua. Y en sueños le hablo a los marinos y a los seres de la sal. No sé decir más cosas que mi historia, la misma historia de todo y de todos. No me conozco y en el comienzo me niego. Guardo para mí el silencio. 

                                                                                                       

 


              

 

para los dos Enrique Fonz que duermen

 

Bajo su párpado ninguna abeja
pero florecía la tarde en medio de su ojo
y en el otro ojo el mar
tocaba a su puerta redimido.

Nada escapó esa noche de su sueño
dentro de él: ¡las voces del mundo!
afuera un silencio interrumpido.

Abandonar el cuerpo a la suerte
sin decir ni una palabra ni hacer ningún signo.
Simplemente el ver se muda a otra parte.

Eso sueña el durmiente antes de dormir y duerme.

 





Tu infancia toca a la puerta...
no puedes moverte, eso es claro
pero sientes curiosidad
por saber de la tierra.
Escuchas un silbato de tren
que ya no existe
ahora son las nubes el medio
ahora son las nueve.
Tu perro rasca tu puerta
pero él ya está muerto
no le abres y juegas con la pelota de los dos
la avientas y resulta la luna.
La noche no trae nada bueno
piensas y agarras las cobijas
como una pesadilla en la tempestad.
Sudas y tiemblas porque es sano
sufres la sed de los mareos
el bosque sopla sobre tu puerta...
Prefieres no escuchar.

 


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