...........................................

tramas-01.jpg Tramas
de Alicia García Bergua


............................................

Animales de dos mundos


Me cuesta espabilarme,
dejar al ser disperso
que ha arrojado el animal del sueño.

Adormilada vislumbro aún
los lugares que habita;
me siento una frontera
entre su tierra y yo.

Conmigo ante el espejo
se pierde su horizonte
y todas sus fatigas
se van desdibujando.

Después mi cuerpo
despierta totalmente
y entra en escena
como otro animal.

Lo sigo y lo obedezco:
disfruto de su afán de movimiento,
de su hambre y su deseo.

Me hace consciente de su respiración
y me pide que salga
a ver los árboles.

 


 

Siempre de alguna forma uno sigue al arrullo de los padres,
sus voces nos asientan, no permiten que se nos lleve el aire.
Aun luchando con ellas su sonido adormece y su ausencia despierta:
nos obliga a pensar lo ya pensado,
nos detiene en los muros y en las puertas.
No es lo mismo escucharlas desde adentro, como algo imaginado,
a saber que están afuera, todavía en tus padres;
ni sentir, cuando corres escaleras abajo tratando de olvidarlas,
lo duro del peldaño que sostiene tus pasos.
Somos el sedimento de ese arrullo, la arena que se queda justo al ras
para decirnos que esto es un vaivén, que no avanzamos.

 




Ola

En la mañana, al despertar,
recomienzas lo que nunca dejaste,
y te vas conduciendo
de nuevo en espiral
a la noche y la cama.
Aunque viajes muy lejos,
nunca cambiarás mucho,
pues en esencia eres esa ola
levantándose a diario,
sin ir a alguna parte más allá
de su mar, de su cielo y de su playa.
Donde estés viene y va,
y en el día hay que sortearla,
mantenerse en su filo
hasta aceptar que rompe.
En las tardes y noches
tendrás que sumergirte
en esa inmensidad que te renace.

 


 

Duelo

Mis palabras se han vuelto
como una casa en obras;
necesito la mezcla para poder pensar
en esta construcción que he ido dejando a medias.
No veo casi nada bajo este foco débil
que casi no alumbra los pilares del frío familiar.
Vivía como si no existieran;
en la azotea hablaba del paisaje,
secaba la humedad de lo que suponía simples grietas.
Nunca, hasta ahora, había visto mis pies
tocando la tristeza del cemento desnudo,
difícil de aplanar que fue mi infancia.
Mis pies siempre se alzaron sobre ese mismo piso,
entre muros que se han tragado el llanto
y oxidadas varillas que ahora arañan un cielo sin final.


Leer reseña...



{moscomment}